México D.F. Martes 9 de marzo de 2004
Fue el pueblo el que sacó a Aristide,
no las fuerzas de EU, sostiene el intelectual
Ni políticos ni militares volverán a
decidir el futuro de Haití: Trouillot
La Plataforma Democrática, entre dos fuegos:
"la población civil y los estadunidenses", dice
FRANCOISE ESCARPIT ESPECIAL DE L'HUMANITE
Puerto
Principe, 8 de marzo. Lyonel Trouillot, poeta, novelista, universitario
de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Haití, asegura
que fueron los haitianos, no los estadunidenses ni otra fuerza internacional,
quienes lograron la caída de Jean Bertrand Aristide. Y reclama a
Washington: "No se vale que jueguen a poner a un sector de la población
contra otro".
Autor de Los hijos de los héroes y La
calle de los pasos perdidos, reconocido novelista de la francofonía,
Trouillot insiste en que los intelectuales y la sociedad civil no permitirán
que, de nueva cuenta, sean los políticos y los militares quienes
decidan el futuro de Haití. En entrevista, hace un recuento del
papel que este sector tuvo en el movimiento de oposición contra
Aristide y el papel que pretenden jugar en la reconstrucción del
país.
El colectivo No, no participa en el Grupo de los 184,
aunque algunos de sus miembros sí lo hacen a título individual.
Nacimos en noviembre del año pasado en respuesta a una exigencia
de la sociedad civil para que, como artistas e intelectuales, emitiéramos
nuestra palabra en torno a lo que le estaba ocurriendo. El colectivo tenía
dos objetivos: defender las libertades y contribuir a un pensamiento que
permitiera a los haitianos a salir de la situación en la que se
encuentra. Hoy somos más de cien.
El 30 de diciembre del año pasado, en la facultad
de Ciencias Humanas, justo donde los chiméres atracaron a
la universidad y le quebraron las piernas al rector, realizamos una gran
fiesta popular en protesta por las celebraciones oficiales del bicentenario
y en defensa de la universidad pública. Nunca antes habíamos
visto a las bandas de música -que jamás se habían
involucrado en la cuestión pública- trabajando codo a codo
con los grupos de música vernácula, diciendo "no" a la dictadura.
El fruto de ese festival fue un disco cuyas ganancias fueron directamente
a los estudiantes y pobladores de Gonaives, cuna de la resistencia popular
y donde el gobierno respondió al descontento con abominables prácticas
represivas contra aquellos que en este momento de hacían llamar
el ejército caníbal. Pero fue la población
de Gonaives, y en particular la de Raboteau, la que más sufrió
la represión.
-¿Qué pensar de esa insurrección
armada que hoy todavía dice que depondrá las armas, pero
no lo ha hecho?
-Es necesario recordar lo que fue 1990, la primera etapa
Lavalás. Entonces, en Gonaives había organizaciones
de masas que reivindicaban las demandas populares. A partir de 1994, con
la reposición de Aristide en el poder, esas organizaciones empezaron
a ser corrompidas, y este proceso de decadencia continuó después
de las elecciones de 2000. La corrupción, la distribución
de armas y la vida fácil desviaron el camino de estas organizaciones
populares, que se convirtieron en bandas armadas que se dedicaban a aterrorizar.
Cuando empezaron las protestas exigiendo elecciones de verdad, Aristide
respondió a la demanda de desarmar a estos grupos y mandó
asesinar a algunos de sus jefes, entre ellos a Amiot Metayer. En ese momento
la historia de los caníbales cambió su curso. Ellos
reconocieron públicamente sus acciones y ocurrió esa escena
patética en la que sus jefes reconocieron sus crímenes y
pidieron perdón a los estudiantes, a la población en general,
a la vez que le pedían permiso para participar, junto con ellos,
en la lucha de liberación. A partir de ahí, la gente en Gonaives
y Cabo Haitiano empezó a seguirlos.
Guy Philippe, jefe de los insurrectos, no es un asesino.
Es cierto que es un personaje fabricado por Estados Unidos, pero últimamente
los propios estadunidenses han intentado destruirlo. Por eso han sacado
el expediente que la DEA le tiene guardado. Otro caso es el de Winter Etienne,
que si hoy mismo fueran las elecciones, con toda seguridad saldría
electo alcalde de Gonaives.
-¿Y la oposición democrática, dónde
está, hoy por hoy?
-Aunque no fueron los haitianos los que metieron en un
avión a Jean Bertrand Aristide, no tengo duda de que fueron ellos,
y no los estadunidenses, quienes lo derrocaron. No concibo su partida sin
la presión del gran movimiento de protesta. La pregunta ahora es
qué pretende la comunidad internacional y, en concreto, Washington.
No se vale que jueguen a poner a un grupo contra otro. No entendemos por
qué les obsesiona el desarme de los insurrectos y no presionan por
desarmar igualmente a los chiméres, que siguen aterrorizando
a la población. Vemos que la autoridad internacional ha sido demasiado
benévolo con funcionarios de Lavalás que tienen cuentas
pendientes por crímenes cometidos en el pasado reciente. En los
últimos días han permitido la fuga de al menos 30 funcionarios.
-¿Es un remedio el haber puesto a Aristide fuera
de juego?
-Yo identifico a Aristide con Duvalier. Cuando era muchacho,
en la escuela me hacían memorizar los slogans del duvalierismo.
Y encuentro que las frases que inventó Aristide son intercambiables
con las de aquella época. Pero Aristide tenía una fuerte
tendencia hacia la destrucción, a reducir a cero la administración
pública, a prácticas delictivas, y a excluir a los intelectuales.
Se equivocan quienes creen que este nuevo impulso por participar en los
asuntos públicos termina con la salida de Aristide. La sociedad
civil ha tomado su destino en las manos y no va a permitir que de nueva
cuenta los políticos hagan su voluntad. Mucho menos van a dejar
el futuro del país en manos de los militares estadunidenses. Es
por eso que la Plataforma Democrática está entre dos fuegos.
Por un lado la presión de los americanos y por la otra la
sociedad civil que reclama ser escuchada y tomada en cuenta.
El problema es que, hoy, los ex tonton macoutes
del duvalierismo todavía tienen poder; las organizaciones de base
de Aristide siguen presionando a la sociedad y los chiméres pueden
seguir aterrorizando.
Traducción: Blanche Petrich
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