México D.F. Martes 9 de marzo de 2004
José Blanco
En arca abierta el justo peca
Más aún donde los justos -quienes obran de acuerdo con la justicia (la ley) y la razón- son escasos, como ocurre hoy en la política mexicana. Dada esa escasez aguda, la sociedad tiene que asegurarse de que haya estructuras legales, políticas y organizacionales que reduzcan al mínimo la corrupción que vivimos.
Dice Gianfranco Pasquino en su artículo sobre el tema en el Diccionario de política, dirigido por Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, que corrupción designa un "fenómeno por medio del cual un funcionario público es impulsado a actuar en modo distinto de los estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio de una recompensa. Corrupto es, por lo tanto, el comportamiento ilegal de aquel que ocupa un papel en la estructura estatal".
Pasquino individualiza tres tipos de corrupción: el cohecho, el nepotismo y el peculado. Los tres, tal vez, viven en el corazón perredista. "La corrupción -dice- es vista en términos de legalidad e ilegalidad y no de moralidad e inmoralidad y debe tomar en cuenta la diferencia que se establece entra prácticas sociales y normas legales y la diferencia de evaluación de los comportamientos en el sector privado y en el sector público. Por ejemplo, el director de una empresa privada que llame a su hijo para un puesto de responsabilidad no comete un acto de nepotismo", como ocurriría en el caso del sector público. No son lo mismo los actos de Ahumada que los de quienes desfilaron por su salita a llenar las talegas.
"En ambientes establemente institucionalizados", sigue Pasquino, "los comportamientos corruptos tienden a ser menos y más visibles que en ambientes de institucionalización parcial o fluctuante. La corrupción no está ligada solamente al grado de institucionalización, a la amplitud del sector público y al ritmo de cambio social, sino que también es considerada en relación con la cultura de las elites y de las masas." La corrupción se configura "antes que nada en la fase de elaboración de las decisiones... (y) conduce al desgaste del recurso más importante del sistema (político), es decir, su legitimidad".
La sociedad, es claro, no puede confiar en una (supuesta) calidad moral de los dirigentes políticos; tiene que asegurarse al máximo de las reglas que rigen las relaciones entre la esfera estatal y la sociedad.
López Obrador ha montado la defensa de la práctica eliminación de su línea de flotación en la denuncia conjetural de quienes acaso compraron los videos y los enviaron a los medios televisivos. Pero sean quienes fueren los políticos que montaron la maniobra, ello no puede borrar ni un milímetro el contenido de los mismos. Es infantil creer que ese contenido puede ser atenuado con su "denuncia".
La larga lista de fechorías corruptas de las que han hablado por años los me-dios sobre Bejarano y algunas sobre su propia pareja, es conocida por los perredistas, por una parte de los electores y por el propio López Obrador: él decidió adoptar a este personaje como su operador político y aliado fundamental; ésta es su mayor vulnerabilidad. Pero si se agregan las fechorías de Ponce, quien manejaba los dineros del gobierno de la ciudad; si además enfrentará una auditoría que puede resultarle adversa por el manejo discrecional de los recursos, ello en el contexto de su obcecada resistencia al Consejo de Transparencia de la ciudad de México, el futuro político del jefe de Gobierno se ve profundamente oscuro.
Como en política "lo que parece es", el iceberg de corrupción que está frente a nuestros ojos pesará como un mundo sobre todo el PRD y alcanzará también a toda la clase política. Nada hacen, sin embargo, los políticos para resguardar nuestra débil institucionalidad política. La punta de la corrupción que está a la vista se dio en momentos electorales y en otros no electorales; Ƒqué más hubo entonces, qué más hubo después y ahora?
Nunca como hoy es evidente la inmensa separación de la esfera política y estatal respecto a la sociedad: los políticos actúan hacia adentro de sus partidos y en interacción con los otros partidos. La sociedad nada tiene que ver con los intereses partidistas. Por eso la república marcha al garete; la vida política de los políticos sólo depende de sus congéneres de partido y de sus adversarios políticos. No de los ciudadanos.
"El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente." Estas palabras de La República, de Platón (siglo V antes de nuestra era), siguen vigentes: el PRD ha sido prácticamente poder absoluto en la ciudad de México, y ya muchos, muchos perredistas sentían tener el poder absoluto de la república en sus manos, muy pronto. La corrupción descubierta los ha bajado de sus sueños. La corrupción "para combatir a los mapaches priístas" (Imaz, "el fin justifica los medios"), la corrupción por el enriquecimiento ilícito, la corrupción del poder por el acrecentamiento del poder, ha topado con la propia política. La serpiente no cesa de morderse la cola.
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