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México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004
MUJERES: AVANCES Y PENDIENTES
Hoy,
8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, resulta pertinente aquilatar
los logros mundiales y nacionales en materia de equidad de género
conseguidos en décadas recientes, pero también es necesario
pasar revista a las muchas circunstancias de discriminación, opresión
y violencia a las que deben enfrentarse las mujeres en los albores de este
siglo XXI.
Es obligado constatar, en el primero de esos apartados,
que en América y Europa hay un definido y creciente acceso de las
mujeres a posiciones de ejercicio del poder político y económico,
así como a sitiales de importancia en los ámbitos cultural,
científico, tecnológico, jurídico y deportivo. La
presencia de incontables mujeres en esas áreas y la apertura social
correspondiente conforman un círculo virtuoso que permite avizorar
la plena igualdad en el desarrollo profesional de los individuos de ambos
sexos. Debe reconocerse, también, un perceptible avance en la soberanía
individual de las mujeres ante figuras masculinas tradicionalmente investidas
de autoridad: padres, esposos, hermanos, jefes o confesores, así
como un margen ampliado en la toma de decisiones personales. Es reconocible,
asimismo, un retroceso de las per- cepciones misóginas y discriminatorias
en la conciencia colectiva y en los hábitos sociales.
Los hechos positivos referidos no deben, de ninguna manera,
hacernos olvidar que, de facto, persisten inaceptables índices
de desigualdad por género en el acceso al trabajo, a los estudios
y a las posiciones de poder, y que esa desigualdad se expresa aún,
en promedios nacionales e internacionales, en salarios inferiores para
las mujeres y en diversas situaciones de injusticia. Los datos alentadores
no deben eclipsar, por otra parte, la persistencia de gravísimas
prácticas violatorias de los derechos humanos de las mujeres, prácticas
que muchas veces se arraigan en la urdimbre cultural, que florecen ante
las distorsiones sociales de la economía globalizada o se acentúan
en las guerras y en el auge mundial de la delincuencia.
En México y en las naciones que se reclaman del
Occidente democrático y "civilizado" sigue existiendo, por ejemplo,
una indignante violencia doméstica que tiene en las mujeres sus
principales víctimas. Las corporaciones criminales se ceban con
mucha mayor frecuencia en las mujeres que en los hombres, y para constatarlo
basta recordar fenómenos como la exasperante cadena de homicidios
en Ciudad Juárez, los cientos de mujeres violentamente asesinadas
por sus cónyuges en España o el asesinato sistemático
de niñas recién nacidas en diversas regiones de Asia y Africa.
En China está tan arraigado el hábito abominable
de deshacerse de las hijas que las autoridades hubieron de prohibir los
exámenes con ultrasonido que permiten conocer el sexo del feto,
toda vez que los nonatos de género femenino estaban siendo regularmente
abortados. A esos hechos indignantes hay que sumar, por desgracia, la marginación
y los atropellos que sufren las mujeres en las sociedades afectadas por
fundamentalismos religiosos, de los que el islámico es característico,
pero no único. En extensas regiones del norte de Africa es práctica
habitual, por ejemplo, la ablación del clítoris en las niñas,
en tanto que en diversos países de Medio Oriente y Asia Central
las mujeres carecen de los derechos más elementales.
Es significativo recordar que las violentas intervenciones
bélicas de Estados Unidos y sus aliados europeos no se han traducido
en mejorías en este terreno. En el caso iraquí ocurre incluso
lo contrario, según denunció en Bagdad, en agosto pasado,
Yanar Mohamad, directora de la Organización por la Libertad de las
Mujeres en Irak (OLFI), quien relató que "desde que la coalición
entró en Irak, el país conoce una ola de violencia sin
precedentes contra las mujeres; más de 400 fueron secuestradas,
violadas y, en algunos casos, vendidas" bajo la mirada indiferente de la
soldadesca angloestadunidense que ocupa el país.
El comercialismo imperante en el mundo, que reduce a los
seres humanos a condición de mercancía, ha propiciado un
incremento alarmante de la explotación sexual, especialmente de
niños y niñas de nulos recursos económicos y en situación
de desamparo, así como una expansión trasnacional de las
redes de tráfico de seres humanos -que con frecuencia recurren a
formas modernas de esclavitud- orientadas a satisfacer la demanda de servicios
sexuales en países de Europa occidental.
En suma, este 8 de marzo es un día para congratularse
por lo logrado, que es mucho, pero también para solidarizarse con
las millones de víctimas de la discriminación, la violencia,
la marginación y la opresión que aún se abaten en
el mundo sobre la mitad de la humanidad.
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