.. |
México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004
José Cueli
Medias verónicas de Capetillo
Guillermo Capetillo vive fuera de la realidad. Tiene una fijeza soñadora en la que escruta algo que está más allá de la plaza y los toros. Más allá de donde mira con mirada perdida en el infinito. Más allá del abrir del capote en el que la tarde de ayer soleó dos medias verónicas, muy vertical, fuera de este mundo, calentando la tarde y enfriándola posteriormente, sin enterarse que después de 15 minutos le regresarían al burel vivo a los corrales. Más allá de lo que representó en el toreo mexicano, gracias a la inmortal faena al toro Gallero.
Capetillo representó al clasisismo en el toreo y lo transmitió en diálogo de creatividad. Al llevar consigo el secreto del duende de los agujeros negros. Al margen de sus precursores en arte, incluso del mismo padre. Nunca se preocupó de seguir las huellas paternas. Es un torero creador y original, cifrado en una estética personal. Lo que le significó abandonarse a la lentitud de un desmayado modo de ser. La intuición fue punto de partida del quehacer torero. Tuvo además, potencia creadora, talento y buen gusto que fue freno y disciplina torera. Toreó y vivió intensamente. Bohemio y artista, se identificó con los tiempos actuales mexicanos y los interpretó a su modo.
Capetillo conoció profundamente la sensibilidad de los cabales. No dio un paso fuera de lo clásico. El es él y nadie más. Sigue las normas de lo bien hecho, lo perfecto, lo acabado y cuando se puede aunque sea en lances aislados, deja que salga el espíritu y lo transmite a los aficionados. No es torero tesonero, ni industrioso, ni se come los toros a mordiscos. Capetillo torea muy bien, y pese a lidiar con aseo, los cabales esperan la repetición de faenas irrepetibles. Imprime de melancolía el toreo, desde una técnica apropiada en ritmo a una manera de ser desmadejada. Sólo dos medias verónicas y dos pases naturales y los aficionados se llevaron esculturas en la mente.
Todo esto en el final de la temporada en una tarde airosa y toritos de Teófilo Gómez de mantequilla, sin peligro, sin emoción y uno de regalo de la ganadería de Santiago, corraleado, manso y peligroso, como contraste. José Luis Angelino que volvía a mostrar que puede ser y quien mató a su segundo enemigo de gran estocada
|