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México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004

Iván Restrepo

Contaminación de playas

Hace un año, poco antes del inicio de la todavía inexplicablemente llamada "semana santa", las autoridades federales del medio ambiente divulgaron información precisa sobre el grado de contaminación de las playas más frecuentadas por la ciudadanía. El origen del problema es bien conocido: falta de drenaje o mal funcionamiento de éste, plantas de tratamiento de aguas negras insuficientes, inadecuadas o en mal estado; descargas clandestinas al mar por parte de hoteleros, restaurantes y otros negocios ubicados en o cerca de la franja costera; basura y desechos diversos que la lluvia lleva al mar; asentamientos humanos irregulares y sin servicios básicos. Las playas que eran una amenaza a la salud pública se ubicaban en Acapulco, Veracruz y su área conurbada, Zihuatanejo, Puerto Escondido y Puerto Angel, y algunas más de otros cinco estados. Para prevenir a la población se colocarían señales advirtiendo que no era conveniente bañarse en ellas por estar infectadas de patógenos y otros contaminantes, en niveles tales que superaban, a veces en extremo, las normas mínimas internacionales de salud. Además, cada mes se informaría sobre la calidad del agua de las playas. Las señales de advertencia fueron destruidas por personal al servicio de restaurantes, hoteles y otros negocios. A punto estuvo más de un inspector de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de ser agredido físicamente por dichas personas.

Mientras la información citada era bien recibida por la población, las instancias oficiales en las ciudades donde el problema de contaminación era más agudo acusaron al gobierno central de "amarillista", de atentar contra la economía de quienes viven del turismo, de falta de apoyo para resolver un asunto de interés general. En ningún caso dieron datos que demostraran que las playas enlistadas estaban limpias. El gobernador de Guerrero se sumergió en una de las playas contaminadas de Acapulco para demostrar que no era peligroso bañarse allí y hubo quien calificó a los funcionarios federales del medio ambiente de enemigos de los pobres, pues muchos de éstos acostumbran ir de paseo cada año precisamente a las playas señaladas como cochineros.

Después vinieron las promesas, los anuncios de programas destinados a resolver la contaminación marina. Ahora sí, las instancias locales, estatales y federales y la iniciativa privada unidas en bien del ambiente y, lo principal, de la salud pública, en especial de los más necesitados, los que no poseen casas lujosas ni playas exclusivas, vigiladísimas. Hasta se creó un fondo especial para "monitorear" la calidad del agua, tarea que estaría a cargo de centros de investigación y universidades con la infraestructura científica adecuada para tal fin.

Pero lo que se prometió parece haber caído en el olvido. Por un lado, no está actualizada la información sobre el estado ambiental de las playas y se desconoce la suerte de las obras para evitar que lleguen al mar los desechos de centros urbanos y de diversas actividades económicas. En sexenios anteriores las autoridades también prometieron resolver el problema; así sucedió bajo la presidencia de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. De este último incluso se recuerda su rabieta ante la tragedia que causó en Acapulco el huracán Gilberto.

No obstante, especialistas del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México acaban de informar que las playas de Acapulco y Veracruz siguen con alto grado de contaminación. Vienen las vacaciones y no faltará el funcionario local que diga que bañarse en aguas sucias es lo mejor para piel, ojos y sistemas auditivo, gastrointestinal y respiratorio.

Posdata: los videos que muestran la corrupción del senador González -líder del mal llamado Partido Verde, creación del gobierno priísta-; de un alto funcionario del gobierno de la ciudad de México -priísta de origen, de corazón y de actuación- apostando en Las Vegas, así como de un distinguido militante del PRD recibiendo dinero del empresario Carlos Ahumada, me recuerdan los 70 años de corrupción y contubernio entre gobierno, iniciativa privada y el Partido Revolu-cionario Institucional. El saqueo impune a la riqueza nacional no debe repetirse. Es responsabilidad de todos evitarlo.

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