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México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004
Jorge Santibáñez Romellón*
La suma de pequeños acuerdos Ƒdará uno?
El presidente Vicente Fox se alistaba para visitar el rancho de su colega estadunidense cuando escribí esta colaboración, antes de conocer los resultados de esa visita; sin embargo, no creo que de ahí se deriven grandes sorpresas. No debemos esperar que los avances que no se han dado en tres años se den en una carne asada entre los dos presidentes.
Pasaron más de tres años para que el presidente Bush devolviera, en el mismo formato, la invitación que Fox le hizo a su rancho en febrero de 2001. Ha transcurrido mucho tiempo y muchas cosas; en aquel entonces aún no despertábamos del sueño democrático y hasta los escépticos esperaban cosas muy positivas de la visita. En mi opinión así ocurrió: el presidente Fox creyó que era el momento de un planteamiento agresivo acerca de un mecanismo integral y ordenador del proceso migratorio de mexicanos a Estados Unidos (que después fue conocido como la enchilada completa) y se establecieron las bases, constituyendo para ello un equipo negociador del más alto nivel. No se sabe qué tan cerca estuvimos de lograrlo, pero es claro que hoy estamos mucho más lejos que aquel febrero de 2001 o septiembre del mismo año.
Hoy el contexto internacional y la posición de Estados Unidos ante el mundo, en particular en el tema migratorio, son muy diferentes y, por si fuera poco, a ambos presidentes les queda poco tiempo para hacer algo relevante en el tema que con tantos reflectores se puso en la mesa en ese entonces. En este contexto no debemos esperar mucho de esta visita.
A partir de los sucesos del 11 de septiembre y de la posición mexicana ante la guerra de Irak, la relación de Estados Unidos con México primero pasó a segundo plano y después francamente se enfrió. Recientemente, nuestro país ha intentado recomponer la relación con los escasos elementos que tiene a la mano, de los cuales sin duda el más valioso es el importante papel que podemos jugar en la preservación de la seguridad de nuestros vecinos (como ocurre con cualquier vecino). Al mismo tiempo, hemos intentado, en la forma, hacer ver que nuestra relación con ellos es muy buena, cada vez mejor. En mi opinión esto fue lo que propició la reacción exageradamente positiva del gobierno mexicano a lo que se ha dado en llamar la propuesta Bush, o el silencio frente al exceso diplomático de Bush definiendo posiciones de México ante la situación en Venezuela, como para que no quedara duda de que los presidentes son otra vez amigos y estamos en plena sintonía y armonía.
Por otro lado, se han ido desprendiendo una serie de miniacuerdos o mini-avances en torno al tema migratorio, tales como la repatriación de migrantes o los mecanismos para su protección en la frontera, en particular en la región de Sonora-Arizona, que está provocando más de 100 muertes por año y un número desconocido de desaparecidos y accidentados; o un próximo acuerdo de los llamados totalizadores que permitiría recuperar, en México, algunos beneficios que los migrantes mexicanos deberían recibir en Estados Unidos en virtud del pago de sus impuestos, o, finalmente, la llamada propuesta Bush, buena para migrantes temporales e inútil para otro tipo de migrantes. En la misma línea, de la visita al rancho de Bush debemos esperar otro pequeño avance, nada más que eso.
En síntesis, México ha optado por dos estrategias básicas: recomponer la relación entre gobiernos, incluso la relación personal de los presidentes, e ir construyendo, a partir de esa plataforma, pequeños y discretos acuerdos que no resuelven de fondo el problema, pero que por lo menos alivian algunos síntomas, utilizando de forma más o menos explícita la colaboración en la seguridad de nuestros vecinos como instrumento de negociación (si lo duda, consulte las declaraciones oficiales durante la visita de Tom Ridge hace días).
Me imagino que para muchos esta estrategia resulta insuficiente. Ideológicamente tendría uno tendencia a criticarla y rechazarla; sin embargo, no veo muchas otras opciones y, a diferencia de aquellos que piensan que la solución es envolverse en la bandera nacional, lo cual por desgracia no evita que los migrantes sigan muriendo en su intento de cruzar la frontera, debemos ser realistas y negociar con lo que se tiene a la mano y no con lo que se quisiera tener; aun aceptando que la suma de pequeños acuerdos no totaliza un gran acuerdo, sin duda son mejor que nada. En mi opinión una mala estrategia política es presentar esos pequeños acuerdos como si se tratara de algo realmente relevante y de gran trascendencia. Al hacerlo, los representantes gubernamentales se alejan de sus gobernados sin lograr convencer a nadie y haciéndose blanco de ataques de los medios, la academia, la sociedad civil, los representantes de los migrantes y otros más. *Presidente de El Colegio de la Frontera Norte [email protected]
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