Cunden juicios en Nueva York contra empresarios otrora considerados "respetables"

La caída de Martha Stewart deja al sueño americano sin su principal gurú

DAVID BROOKS Y JIM CASON CORRESPONSALES

Nueva York, 6 de marzo. La noticia sacudió al país: Martha Stewart, la gurú de la cultura burguesa estadunidense -la guía para los hogares y familias "decentes" sobre cómo vivir y vestir, qué comer, cómo decorar, hacer fiestas, cocinar, y definir lo "bueno" de la vida- fue declarada el pasado viernes culpable de mentir y obstruir a la justicia y enfrenta por lo menos un año de cárcel. Pero la ejecutiva no está sola.

La gurú de la clase media -la que definía cómo decorar el sueño americano- cayó como la estatua de Saddam Hussein y otras figuras públicas derrocadas en años recientes. La que hizo una fortuna con base en su imagen como la guía de la vida "decente y bonita" cayó por la avaricia al realizar una maniobra ilegal de venta de acciones con un valor absurdo, para ella, de sólo 45 mil dólares. Pero su imagen, su cara y personalidad eran conocidas por millones; su imperio comercial de revistas, productos, libros y programas de televisión estaba ligado a su nombre, y el veredicto, por lo tanto, fue noticia nacional de primera plana. Nadie sabe qué harán ahora las amas de casa sin su guía materialista.

No se sabe si ella se ha percatado de esto, o si le sirve de consuelo, pero no está sola en el sur de Manhattan, donde están los tribunales. En las cortes federales y estatales hay otros ejecutivos como ella, figuras a las que antes se les otorgaba gran respeto, y que eran parte de la aristocracia estadunidense en el imperio del dólar, que también han decepcionado como pilares de la decencia.

Actualmente está en marcha el juicio contra John J. Rigas, fundador de Adelphia Communications, y sus hijos, que robaron de su empresa, según la acusación, más de mil millones de dólares para su uso privado. La acusación de la fiscalía dice, entre otras cosas, que los Rigas utilizaron recursos de la empresa para construir un campo de golf, para safaris en Africa y para comprar cientos de pares de zapatos.

También está sujeto a juicio Dennis Kozlowski, quien decidió gastar aproximadamente un millón de dólares (de los 600 millones que se robó de la empresa que dirigía, Tyco) para una fiesta de cumpleaños de una semana de duración en Cerdeña, en la que hubo togas para los invitados y una réplica del David de Miguel Angel, hecha de hielo y que orinaba vodka.

Y hay más casos pendientes: pronto se iniciará el juicio contra Bernard Ebbers, de Worldcom, por orquestar el fraude empresarial más grande de la historia, por 11 mil millones de dólares. También se espera que continúe la lenta evolución del caso contra más ejecutivos de Enron, el escándalo que detonó, de cierta manera, todo este circo.

El mes pasado, Jeffrey Skilling, ejecutivo de Enron, fue formalmente acusado de 35 cargos, de fraude, y otros 20 ejecutivos de Enron han sido acusados de delitos federales.

Enron y Worldcom están compitiendo para ver cuál marca el récord histórico para el peor fraude, la peor mentira empresarial, el peor manejo de los fondos de sus accionistas, y el que más daño hizo a decenas de miles de empleados. También está por verse cuál de las dos firmas fue la que más benefició a diversos integrantes de la cúpula política de este país.

En casi todos estos casos el error que provocó el fin de las carreras profesionales de estos "grandes" ejecutivos no fue su fraude y pecado financiero inicial, sino los intentos por encubrir sus delitos. Eso fue lo que marcó el fin de Martha Stewart. Ese ha sido el error más serio, como sucedió con la presidencia de Richard Nixon: el encubrimiento del crimen siempre es peor que el crimen mismo en cuanto a las consecuencias legales.

Aunque algunos de estos casos incluyen las quiebras empresariales y pérdidas para inversionistas más grandes de la historia de este país, el caso de Stewart ha sido el más destacado y el más público. La razón es que pocos fuera de los circuitos financieros y empresariales conocían las caras de los ejecutivos de las otras empresas, pero casi todos en este país saben quién es Martha Stewart.

El país ya estaba sacudido al perder la fe en lo que siempre se ha promovido como el altar de la iglesia capitalista: Wall Street. Ahora, una de las "santas" de esa iglesia ha caído de ese mismo altar. ƑYa no queda nada sagrado?