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En el sexo me la juego
¿Por qué los hombres son menos sensibles
a los mensajes preventivos? ¿Qué los lleva a aceptar o incluso
a buscar riesgos en su vida sexual? ¿Cuáles son las percepciones
masculinas de la sexualidad? ¿Por qué no se conocen sus creencias
acerca del sexo? Esas son algunas de las preguntas que los especialistas
en salud sexual Kim Rivers y Peter Aggleton, investigadores de la Universidad
de Londres, intentan responder en el presente ensayo. Pero más allá
del interés académico, a los autores les interesa despejar
algunas nebulosidades que impiden la comprensión del comportamiento
sexual masculino en la propagación y prevención de la epidemia
del VIH/sida.
Kim Rivers y Peter Aggleton*
A medida que la epidemia del VIH y el sida se ha
prolongado en el tiempo, aumenta el reconocimiento de las consecuencias
que las desigualdades sociales y las relaciones de poder tienen en la transmisión
del VIH. Factores como la pobreza, la migración y la urbanización
facilitan la propagación de las infecciones. Otras variables conocidas
que influyen en la vulnerabilidad de los individuos y los grupos incluyen
los antecedentes sociales, la edad, la raza, el género y la sexualidad.
No es infrecuente que esas diferentes variables interactúen haciendo
que algunos grupos sociales resulten sistemáticamente más
vulnerables al riesgo de infección que otros.
Las relaciones imperantes entre los sexos, o las relaciones
de género, como se las denomina más frecuentemente, afectan
no sólo al desarrollo de la epidemia, sino a la manera en que los
individuos, los grupos y las comunidades reaccionan. En la forma en que
se utiliza aquí, el término género se refiere a la
conformación social de lo femenino y lo masculino, y pone en entredicho
la idea de que las relaciones en el marco de los sexos y entre ellos están
regidas por la biología o la naturaleza. Las relaciones desiguales
entre los géneros pueden verse de muchas maneras, pero son particularmente
visibles en la especial vulnerabilidad de las mujeres al VIH y el sida
en los países en desarrollo, y en el arriesgado comportamiento de
los hombres.
Estudios recientes sugieren que es menos probable que
las mujeres regulen cómo, cuándo y dónde llevar a
cabo las relaciones sexuales, lo que incrementa las posibilidades de un
embarazo no deseado y de contraer enfermedades de transmisión sexual
y el VIH. La vulnerabilidad de la mujer ante el VIH aumenta por diversas
razones, entre ellas, su dependencia económica del hombre, la falta
de acceso a la educación, la pobreza, la explotación sexual,
la coacción y la violación; además, las probabilidades
de vender su cuerpo para sobrevivir son mayores en las mujeres que en los
hombres, lo cual también influye. En el entorno de esas desigualdades
y en cierto sentido como legitimación de ellas están las
ideologías de la masculinidad y la feminidad que hacen que parezca
"natural" que el hombre tenga el papel dominante en lo relativo a la adopción
de decisiones económicas, a la expresión de sus deseos sexuales
y a la satisfacción de sus necesidades sexuales.
Por su parte, los hombres tienen más posibilidades
de determinar cómo, cuándo y con quién llevar a cabo
la relación sexual. Pese a ello, las ideologías dominantes
de la masculinidad (que enfatizan el placer sexual del macho, valoran la
demostración de las proezas sexuales y alientan a los hombres a
que tengan relaciones con múltiples parejas) ponen a los hombres
en una situación de mayor peligro de contraer el VIH y el sida.
Las mujeres pueden estar preparadas para adoptar medidas preventivas a
la infección por VIH, y los hombres pueden estar interesados en
protegerse, proteger a sus parejas y sus familias, pero no es infrecuente
que el deseo de la mujer de realizar prácticas sexuales menos peligrosas
se enfrente a la falta de cooperación de los hombres.
Las variaciones entre los individuos son enormes. Mientras
algunos hombres muestran poco interés en protegerse y proteger a
sus parejas, otros muestran un alto grado de responsabilidad y consideración
hacia el prójimo. Además, aunque la mayoría de los
hombres prefieren tener relaciones sexuales con mujeres, un número
no despreciable de hombres tiene relaciones sexuales con personas de uno
u otro sexo o con otros hombres únicamente. Determinar si ese comportamiento
es "heterosexual", "bisexual" u "homosexual" varía considerablemente,
ya que tal vez en la mayoría de los países esos términos
sólo se utilicen en los terrenos científico, médico
y epidemiológico, y rara vez forman parte del habla local con que
se abordan y comprenden las relaciones sexuales. De ahí que analizar
la posición de los "hombres" en relación con la epidemia
del VIH sea una tarea compleja y difícil.
La ideología de los géneros
Las políticas y los programas orientados a promover
una mayor igualdad entre los hombres y las mujeres se consideran de importancia
crucial para la prevención del VIH. Pese al reconocimiento cada
vez mayor de la importancia de una mayor igualdad en las relaciones entre
los géneros, muchos programas siguen trabajando únicamente
con las mujeres en un intento por contribuir a fortalecer su papel en las
relaciones sexuales. Sin embargo, la concentración de la atención
en la mujer a menudo se basa en una serie de supuestos erróneos
acerca de la habilidad de la mujer para regular y mantener su salud sexual.
Este énfasis en ayudar a las mujeres que son especialmente
vulnerables a la infección del VIH ha hecho que se descuiden dos
factores fundamentales: la participación de los hombres en los programas
y la programación, y las circunstancias sociales más amplias.
Por ejemplo, aunque numerosos programas y actividades de prevención
del VIH se han centrado en las trabajadoras del sexo, se ha prestado mucho
menos atención a sus clientes masculinos. En buena parte de los
estudios sobre el género y el desarrollo, las mujeres se describen
como trabajadoras dedicadas y comprensivas, con un gran interés
en la comunidad. Los hombres, en tanto, casi siempre han sido caracterizados
como desconsiderados, poco fiables, predispuestos a la coacción,
la violación y la violencia, así como relativamente incapaces
de controlar o cambiar su comportamiento.
En general se acepta que los papeles de género
no son "naturales", sino un producto cultural, pero no existe consenso
en cuanto a las causas que provocan su surgimiento, ni lo que hace que
cambien con el tiempo. Menos aún se han explicado los vínculos
entre los papeles de género y las desigualdades sexuales más
generales. De ahí que resulte sumamente difícil explicar
la "posición" de los hombres en relación con el sexo y las
cuestiones sexuales o las formas en que las masculinidades --como conjuntos
de ideologías que rigen los pensamientos, las acciones y los comportamientos--
están constituidas y se reproducen en el tiempo. No obstante, es
necesario tener cierta comprensión de esos fenómenos para
elaborar programas orientados a promover una mayor igualdad en el marco
de los sexos y entre ellos, a fin de reducir los peligros del VIH y fomentar
de una manera más general la salud sexual y reproductiva.
Las relaciones de género imperantes tienen efectos
importantes sobre la salud sexual de los hombres y la salud sexual de las
parejas y las familias, además de conformar una opresión
más amplia de la mujer. Según las estimaciones, entre 60
y 80 por ciento de las mujeres con VIH en el África subsahariana
han tenido una pareja sexual únicamente. Las investigaciones efectuadas
en muchas partes del mundo sugieren que los hombres tienen un número
más elevado de parejas sexuales durante su vida y que existe un
doble rasero en relación con el comportamiento de los hombres y
las mujeres. Por ejemplo, mientras que en muchas culturas se espera que
la mujer conserve su virginidad hasta el matrimonio, se estimula a los
jóvenes a que adquieran experiencia sexual. De hecho, el hombre
que ha tenido muchas relaciones sexuales adquiere popularidad e importancia
a los ojos de sus iguales. La sexualidad masculina es considerada a menudo
tanto por los hombres como por las mujeres como algo incontrolado e incontrolable,
y en algunas partes del mundo se considera que contraer una enfermedad
de transmisión sexual es una señal de honor que confirma
la hombría. De esta manera, mientras que la falta de conocimientos
y de experiencia en materia sexual es altamente valorada si se refiere
a las jóvenes, los hombres pueden verse estigmatizados si no demuestran
que han tenido una amplia experiencia sexual.
Ya caliente ni'mais que me lo pongo
Algunos investigadores y profesionales de la salud han
reconocido la importancia de incorporar a los hombres en los trabajos orientados
a prevenir la infección por VIH, así como abordar las desigualdades
más amplias que plantean una amenaza para la salud sexual. Sin embargo,
una de las lagunas más importantes en esos trabajos es la ausencia
de información clara acerca de las actitudes de los hombres respecto
de las relaciones sexuales y la sexualidad.
Muchas mujeres señalan que los hombres se niegan
a utilizar preservativos o pueden llegar a ponerse violentos cuando se
les pide que adopten medidas de protección. Mujeres de Tailandia,
por ejemplo, señalan que el uso de preservativos pudiera parecer
apropiado en el caso de relaciones sexuales ocasionales, pero no en el
contexto de una relación de larga duración. Otras mujeres
han señalado que sugerir a su pareja utilizar preservativo puede
equivaler a acusarlo de infidelidad. Resulta interesante observar, sin
embargo, que se sabe muy poco acerca de las propias percepciones de los
hombres respecto de las mismas cuestiones e inquietudes.
Sistemáticamente se han dejado de estudiar los
sistemas de creencias de los hombres en materia de relaciones sexuales
y sexualidad. Cuando se ha hecho, las conclusiones en ocasiones confunden
los puntos de vista comúnmente aceptados sobre las actitudes de
los hombres con las opiniones de los propios encuestados. Por ejemplo,
investigaciones realizadas recientemente entre hombres sudafricanos sugieren
que el momento escogido para pedir que se utilicen preservativos
es importante para lograr respuestas favorables. Admitiendo que existe
una reticencia general hacia el empleo de preservativos, los hombres señalaron
que si se les pidiera utilizar condones antes de la excitación sexual,
habría más probabilidades de aceptarlos. También reconocieron
que, de pedírselos cuando estaban muy excitados, tal vez podrían
actuar de forma coercitiva y violenta.
La propia masculinidad se ve amenazada por el uso de preservativos.
Existen varias razones que explican esta afirmación: en primer lugar,
si una mujer pide el empleo de preservativos, equivale a permitirle que
sea ella quien defina los términos de la relación sexual;
en segundo lugar, el uso de preservativos puede entrañar que los
hombres tengan que situar su propio placer sexual más allá
de los genitales, en una parte de su cuerpo considerada no prioritaria;
en tercer lugar, el hecho de mostrar un grado de autocontrol en el comportamiento
sexual puede ser considerado por algunos hombres como un elemento de feminidad,
ya que la sexualidad masculina a menudo se ve como algo incontrolable y,
por último, correr riesgos se considera algo típicamente
masculino. Las relaciones sexuales sin penetración rara vez constituyen
una opción en las relaciones heterosexuales, pues el coito se considera
parte central de las relaciones sexuales entre adultos, y otras formas
de placer sexual pueden verse como una vuelta a la adolescencia.
Debido a la resistencia de los hombres a emplear preservativos
y a las dificultades que pueden tener las mujeres para negociar su uso,
algunos autores han sugerido que la protección controlada por la
mujer es fundamental para fomentar la prevención del VIH. El condón
femenino, aunque más caro y de menor difusión, brinda a la
mujer esa posibilidad de protección. Estudios recientes sugieren
que la resistencia de los hombres a que las mujeres usen preservativos
puede ser menor a la resistencia a usarlos por parte de ellos.
Es de machos someter sexualmente a otros machos
Aunque su existencia puede ser negada oficialmente, las
relaciones sexuales entre hombres tienen lugar en todas las sociedades.
Frecuentemente estas relaciones son objeto de estigmatización y
discriminación, y tal vez sólo en ocasiones se comprenden
como homosexuales, bisexuales o "gays".
Los deseos eróticos adquieren especial importancia
cuando se trata de entender los comportamientos y las prácticas
sexuales no normativas en algunas culturas, especialmente cuando conllevan
algún tipo de transgresión. El contexto resulta importante
para hacer que parezcan razonables y aceptables ciertas pautas de comportamiento
que en otras circunstancias sería impensable e imposible aprobar.
La segregación sexual y división jerárquica características
de los establecimientos penitenciarios, los entornos militares y algunos
ámbitos religiosos, por ejemplo, pueden facilitar las relaciones
sexuales entre hombres. Aunque a menudo no se reconoce y rara vez se habla
de ello, los encuentros sexuales que se realizan en esos entornos pueden
ser importantes para determinar el prestigio social, la identidad de género
en ese ámbito y fuera de él, y la situación de la
salud sexual, tanto positiva (desde el punto de vista de la satisfacción)
como negativamente (desde el punto de vista de los peligros vinculados
con el VIH).
Se trata claramente de modalidades universales de comportamiento,
pero hay que reconocer que los significados que se dan a las relaciones
sexuales varían considerablemente de una sociedad a otra e incluso
entre los diferentes subgrupos de una sociedad. En vista del carácter
clandestino de muchos de los actos de que se trata, y su ilegalidad en
muchos países, tal vez no resulte sorprendente que se siga negando
la existencia de esos comportamientos. El reto que encaran los esfuerzos
orientados a fomentar la salud sexual y reproductiva de los hombres que
tienen sexo con hombres radica en reconocer la existencia de relaciones
homosexuales entre hombres, las desigualdades que a veces reproducen, y
las dificultades creadas por la estigmatización y la discriminación
de que son objeto en los esfuerzos por ayudar a esos hombres con mensajes
preventivos adecuados.
Protegerse no es sólo responsabilidad individual
El estigma y la culpa han caracterizado la epidemia del
VIH/sida desde el comienzo. La forma en que se culpa a las personas tiene
consecuencias para la atención que se presta y se recibe. Es menos
probable que se culpe a los hombres que a las mujeres por contraer el VIH,
y es más probable que los hombres reciban atención y cuidados
de sus parejas, familias y comunidades. Las mujeres que viven con el VIH
son culpadas en parte porque se percibe que han "fallado" en sus papeles
como encargadas de la crianza y de proporcionar cuidados. En muchas sociedades
se considera que sólo determinado tipo de mujeres (por lo general
trabajadoras sexuales y mujeres que tienen muchas parejas) se infectan.
Las investigaciones también sugieren que es más probable
que las mujeres interioricen la culpa que se les imputa.
Además, la carga vinculada al cuidado de las personas
enfermas también recae sobre ellas. Si están muy enfermos,
los hombres con VIH a menudo regresan a la casa paterna para recibir los
cuidados de sus madres y otras mujeres de la familia, aun cuando antes
recibieron apoyo de redes sociales de amigos y amantes. En cambio, cuando
las mujeres necesitan atención relacionada con el VIH, generalmente
no esperan ni reciben el mismo nivel de atención y de apoyo que
los hombres. Las mujeres enfermas a menudo regresan a casa de sus padres
en busca de cuidados, pues es poco probable que los reciban de sus maridos.
La responsabilidad de protegerse no es cosa que ataña
solamente a los individuos. Es necesario aplicar políticas y medidas
sociales más amplias para limitar la propagación de la epidemia.
Las relaciones desiguales de género, al igual que otras desigualdades,
facilitan la transmisión del VIH y la propagación de la epidemia.
A largo plazo, lograr una mayor igualdad social y de género debe
ser el objetivo de quienes promueven la salud sexual y reproductiva. Sin
embargo, en vista de lo arraigado que están los papeles, convicciones
y expectativas en materia de género, es poco probable que se puedan
lograr progresos considerables a corto plazo. Frente a la pandemia mundial
del VIH y el sida es importante pensar en términos realistas respecto
de lo que se puede lograr y en cuánto tiempo. Dadas las versiones
dominantes de masculinidad, se debe valorar, por ejemplo, la factibilidad
de promover un mayor uso de los preservativos entre los hombres, que sólo
alentarlos a que se mantengan fieles a su pareja.
Versión editada. El texto completo se encuentra
en: www.undp.org/hiv/publications/gender/mens.htm
*Kim Rivers, investigadora del Instituto de Educación
de la Universidad de Londres.
Peter Aggleton, director de la Dependencia de Investigación
Thomas Coram, Universidad de Londres. Jefe de redacción de la revista
Culture, Health and Sexuality. |