México D.F. Jueves 4 de marzo de 2004
Cientos de millones de dólares financiarán
el "coliseo electoral" estadunidense
Kerry avanza porque puede vencer a Bush, más
que por sus planes: encuestas
La economía y la guerra serán los temas
principales en la contienda por la presidencia de EU
Edwards, entre los que se mencionan para ser compañero
de fórmula del aspirante demócrata
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington
y Nueva York, 3 de marzo. El resto del mundo deberá esperar
ahora el resultado con implicaciones internacionales de la lucha libre
electoral que se realizará en el transcurso de los próximos
ocho meses en este país; es probable que los afectados de fuera
(y millones dentro) tengan voz, pero no voto, para determinar a finales
de este año si George W. Bush o John F. Kerry será el representante
del último superpoder.
La matemática es simple, si las tendencias históricas
continúan igual, y sólo 50 por ciento del padrón participa
en la elección general, los dos candidatos buscarán una sola
cosa: un poquito más de 50 por ciento de esa mitad; o sea, el destino
del mundo será determinado por algo así como 50 millones
de votos.
Al concluir las elecciones internas del Partido Demócrata
en 10 estados ayer, en el llamado supermartes, John Kerry quedó
virtualmente coronado como el candidato demócrata a la presidencia
(aunque las elecciones internas continuarán hasta junio en decenas
de estados), algo que se confirmará formalmente en la Convención
Nacional Demócrata a finales de julio en Boston.
Tal como lo deseaba la cúpula del partido, el calendario
más intenso de elecciones internas concluyó con la obtención
de un candidato lo antes posible. Con ello comienza -en los hechos- la
elección general entre los candidatos de los dos partidos nacionales,
y al definirse tan rápido el abanderado demócrata, esta contienda
durará ocho meses, hasta los comicios presidenciales en noviembre.
Kerry fue seleccionado, según comprobaron las encuestas,
por un solo factor. Los votantes en la internas no señalaron que
lo preferían por estar entusiasmados o más de acuerdo con
sus propuestas que las de sus contrincantes del partido, sino sólo
porque consideraban que era quien tenía las mejores posibilidades
de derrotar a Bush.
Ante
miles de millones de espectadores esta competencia de gladiadores comienza
en el coliseo electoral, y habrá mucho pan y circo financiado por
cientos de millones de dólares. Algunos esperan algo más
parecido a una lucha libre, con rudos y técnicos, enmascarados y
desenmascarados, con todo tipo de llaves aplicadas y, con el fantasma de
las últimas elecciones presidenciales, con graves sospechas sobre
la imparcialidad de los árbitros.
Los contrincantes ya iniciaron el ritual -se dieron la
mano (Bush habló con Kerry anoche para felicitarlo y éste
lo invitó a un gran debate)- y todos se portaron bien. Pero ahora
empieza la batalla y todo indica que será una de las más
sucias en la historia. Los primeros ataques y contrataques serán
electrónicos: se llenarán los medios de comunicación
con propaganda, y cada bando intentará definir al otro como la peor
opción para este gran país, y al suyo como la única
esperanza para el futuro no sólo de la nación, sino del mundo
(no habrá falta de arrogancia, y nadie le pedirá su opinión
al resto de este mundo).
Pero esta batalla dependerá no sólo de lo
efectivo que sea el mensaje; esta competencia no es por votos, sino de
lana, y eso es, más que cualquier otro factor, lo determinante
en el ejercicio democrático estadunidense. Se buscan votos, sí,
pero dólares, más.
El presidente Bush inició hoy una gira de seis
días para recaudar fondos (desea rebasar los 175 millones de dólares
para su campaña), y sólo interrumpirá su misión
para recibir a su colega mexicano Vicente Fox en su rancho en Texas, cita
que se realizará entre dos actos para recaudar más lana.
Kerry también se dedicará a esta misión, ya que le
urge más en el corto plazo porque tiene poco en sus cuentas después
de las elecciones internas.
La economía y la guerra serán los temas
principales, y Bush deberá hacer campaña mientras intenta
manejar los desastrosos resultados, hasta el momento, de sus políticas
en Irak, Afganistán y ahora Haití. Y esta situación
le ofrece una oportunidad para proyectarse como "el presidente de guerra",
justificando así casi todos los problemas que enfrenta el país.
Pero la economía, según todas las encuestas recientes, figura
como la prioridad del electorado, y por ahora sólo se sabe que las
estadísticas demuestran un auge económico que no genera empleo,
pero sí más riqueza para los más ricos.
Por lo tanto, mucho depende de la agilidad y talento de
Kerry para definir su proyecto como alternativa real y marcada ante las
políticas de Bush. Todos dicen que es un guerrero político
muy efectivo, y cuenta con una historia que lo ayuda frente al actual "comandante
en jefe", es un veterano de guerra condecorado por su heroísmo y
opositor de la guerra en la que luchó (Vietnam). Pero, como ejemplo
de la lógica a veces asombrosa de la política, algunos comentaristas
ya advierten que Kerry debería cuidarse de no parecer demasiado
"inteligente", y competir con Bush más en el ámbito de la
percepción; es decir, presentarse como un cuate de la gente.
Habrá una infinidad de encuestas y análisis
en los próximos meses. Hasta el momento, la opinión "experta"
ha estado equivocada. Howard Dean había sido casi coronado por analistas
hace meses para acabar ganando sólo en su estado, y eso, después
de retirarse de la contienda. También habían proclamado "muerta"
la campaña de Kerry hace unas ocho semanas.
El único suspenso
Más allá de la espera por el resultado de
los comicios de noviembre, y de que se sabe quién es el contrincante
demócrata de Bush, sólo queda una cosa en suspenso: a quién
invitará Kerry para ser su compañero de fórmula como
candidato a la vicepresidencia. La intensa especulación empezó
desde anoche, y se mencionan varios nombres. El del senador y ahora ex
precandidato presidencial (y hasta ayer principal contrincante de Kerry),
John Edwards; el del gobernador de Indiana, Evan Bayh; el gobernador de
Nuevo México, el latino Bill Richardson; el de Richard Gephardt,
y hasta uno de los Clinton (Hillary o Bill).
Algunos señalan que debe ser un sureño,
ya que desde 1948 cada fórmula presidencial demócrata exitosa
ha incluido a un político del sur del país. Pero otros indican
que debería ser una mujer, o un latino, o alguien del cinturón
industrial del medio oeste.
Sea quien sea, la carrera, el partido, la lucha libre,
la batalla entre gladiadores y todas las demás formas con las que
se caracterizará esta contienda electoral, ha arrancado. Los ojos
del mundo están puestos en ella (a veces más que los de los
propios estadunidenses), obligados a hacerlo por las inevitables consecuencias
mundiales del llamado ejercicio democrático en el último
superpoder.
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