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México D.F. Jueves 4 de marzo de 2004

Sergio Zermeño

Participación ciudadana, democracia impertinente

Cuando a nuestros políticos se les pide diseñar formas asociativas que permitan a los ciudadanos plantear con más fuerza sus demandas y exigir soluciones, el desconcierto es enorme. Resulta una verdadera impertinencia pedirle a un actor, especialista en concentrar poder y reproducirlo, que ahora lo delegue en una instancia fuera de su control. El tema de la participación ciudadana y la legislación al respecto han resultado siempre un atascadero, un verdadero dolor de cabeza para los políticos, pero de manera particular durante los regímenes perredistas del Distrito Federal.

Durante la administración de Cuauhtémoc Cárdenas el miedo se centró en la posibilidad de que el priísmo derrotado pudiera reorganizar sus fuerzas mediante los comités vecinales. Se optó, en consecuencia, por una arquitectura que pulverizó a los ciudadanos en mil 364 comités vecinales, evitando a toda costa su reagrupamiento en consejos delegacionales o subdelegacionales. Qué importaba la ciudadanía, importaba que otros políticos no se fortalecieran con la ciudadanía.

En la época rosarista, la participación ciudadana se convirtió en Brigadas del Sol, orientadas a las elecciones presidenciales del año 2000. Bajo López Obrador, los comités vecinales fueron concebidos, primero, como cuarto piso de gobierno, y cuando por su estado exangüe y su indisciplina no sirvieron para este fin, no pudiendo administrar ni los 500 mil pesos prometidos, la figura de comité se cambió por la de asamblea vecinal, reunida esporádicamente "a puerta abierta y a mano alzada", y como aparato de ejecución real y de continuidad, promovido por las autoridades y por el partido, unos comités de seguridad (una figura ideal para el control político, pero inexistente en la ley).

Hoy los políticos se ven obligados a regresar con gran pereza al tema porque, sea como sea, la "participación ciudadana", el "juntos gobernaremos", la "señora sociedad civil", "el gobierno de la gente"... han sido banderas de campaña en México, en América Latina y en el mundo entero, y se vería muy mal que bajo un partido y un gobierno que se reclaman democráticos, se decretara el fin de la participación organizada de la gente en los asuntos que la conciernen (no vaya a ser, por lo demás, que a otra corriente, partido o líder se le ocurra una fórmula exitosa en este terreno).

Con dos años de retraso, ya sin poder pretextar otra cosa, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal decidió que las elecciones vecinales se realizarían en agosto del presente año, y el asunto ahora es bajo qué normatividad se llevará a cabo ese ejercicio, de manera que alcance una mejor convocatoria y movilización. Los políticos se han dividido en tres grupos esta vez: el primero, mayoritario en la asamblea y que fuera liderado por René Bejarano, ex secretario particular del jefe de Gobierno y quien ayer renunció al PRD, propone mejorar el mecanismo de asambleas y comités de vigilancia con que en la práctica el obradorismo ha venido articulándose con la ciudadanía. Un segundo grupo, compuesto por el PRI, el PAN y el Partido Verde, considera que de refrendarse los mecanismos antes aludidos se convertirá a la ciudadanía en brazo político del partido mayoritario, y a las futuras asambleas y comités vecinales y de seguridad en promotores del voto perredista hacia el 2006; una tercera corriente, animada por la perredista Lorena Villavicencio en la Asamblea Legislativa y por Eduardo Huchim en el Instituto Electoral del Distrito Federal, va de plano al extremo de considerar que llevar adelante las elecciones de comités vecinales, "esa figura prácticamente desconocida... que prohíbe la participación de los partidos políticos", no significa más que tirar a la basura 50 millones de pesos, ya que en ninguna de las elecciones anteriores ha votado ni el 10 por ciento de los electores (La Jornada, primero de marzo de 2004). šQué genialidad!: como las elecciones vecinales no han funcionado, suprimamos la participación ciudadana.

Como se ve, ninguna de las tres propuestas se interesa por el fortalecimiento de la sociedad y por los mecanismos para su participación organizada y eficaz. En todas, el factor que comanda es cómo incremento mis cuotas de poder y debilito a mi adversario. Yo no sé a quién se le ocurrió que nos encontrábamos en una dinámica parecida a la de Brasil, la del Partido de los Trabajadores, del presupuesto participativo, del fortalecimiento de los actores y movilizaciones sociales. Nada más alejado de eso. Nuestra plastilina es otra, y sólo sirve para modelar pirámides y tlatoanis sentados en su vértice.

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