Javier Oliva Posadas

Segundo periodo ordinario de la 59 Legislatura

El próximo 15 de marzo, por mandato constitucional, se reinician los trabajos legislativos en el Congreso de la Unión. En retrospectiva, tenemos los desalentadores resultados del primer periodo, pero además los escasos logros de la 58 Legislatura en cuanto a las profundas e indispensables transformaciones que el país requiere. Es cierto que el gobierno de la República a la fecha no ha establecido ni prioridades ni tiempos para su imperceptible programa, lo que ha implicado retrasos injustificables ante la apremiante situación que vive el país.

En un foro que se llevó a cabo en junio de 2003, organizado por la Cámara de Diputados, propuse que, por obligación, las fracciones parlamentarias presentaran con por lo menos un mes de antelación su agenda parlamentaria. Esto tendría por objetivo central procurar el acercamiento entre esas mismas fracciones y con ello llegar a la negociación y formulación de un conjunto de iniciativas, a la par que contar con más tiempo, el suficiente, para lograr acuerdos.

En un régimen presidencialista como el mexicano, la actividad legislativa de arranque procede precisamente del Poder Ejecutivo. Sus dependencias son las habilitadas para articular los requerimientos y ajustes en el marco jurídico que la nación demanda. Sin embargo, ante la ausencia de prioridades y de consistencia en el equipo, con dos honrosas excepciones, el gabinete del presidente Vicente Fox Quesada no ofrece perspectiva alguna. Así, a casi tres años del relevo sexenal, la semana pasada el secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, anuncia que sí está interesado por la candidatura presidencial. Con esa expresión, Ƒcuáles serán sus prioridades para actuar? Y en la Cámara de Diputados Ƒacaso Barrio Terrazas trabajará en función de la actividad legislativa en vez de sus aspiraciones presidenciales?

El Presidente, su equipo de trabajo correspondiente y su partido político no encuentran entre sí los temas y las condiciones para el ejercicio de gobierno. Agobiados por las encuestas (como casi todos los prematuros aspirantes a la candidatura presidencial), así como por el intenso calendario electoral de 2004 e inicio de 2005, sin descontar las coyunturas internacionales como la elección en noviembre en Estados Unidos, provocan total desconcierto y desorientación respecto de las facultades, atribuciones y responsabilidades a la hora de tomar decisiones y, sobre todo, de articular iniciativas. Argumentar que no tienen mayoría en el Congreso conduce a añorar los tiempos de un partido hegemónico para poder gobernar.

En esa perspectiva, faltando tres semanas para el arranque del siguiente periodo de sesiones, queda muy poco que esperar. Como siempre, como si se tratara de pagar la tenencia, se esperarán hasta los últimos días para la conclusión del plazo, para entonces atosigarnos con declaraciones, descalificaciones y acusaciones de que no hay voluntad, disposición o propuestas que discutir. Me niego a aceptar que esta 59 Legislatura se perdió. Aún hay tiempo. Eso sería francamente riesgoso para el país; postergar decisiones, aunque sean impopulares, pero que consideran la viabilidad del país, es una y, probablemente, la más alta responsabilidad del Poder Legislativo.

La problemática social, las tensiones van en aumento. No hay a la vista hechos concretos, ni verificables de que exista intención o determinación para hacerles frente. Cada instancia, cada actor político tiene un papel que cumplir, como también cada ciudadano. Sin embargo, el ejemplo debe venir de quienes son los profesionales de la política y la función pública. Para eso están allí, para resolver las situaciones, no para complicarlas.

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