México D.F. Lunes 16 de febrero de 2004
Niegan que la disciplina artística que
practican esté dirigida sólo a clases altas
Bailarines de danza clásica enfrentan prejuicios
y escasez de compañías
Paloma Herrera, Cecilia Kerche y José Manuel
Carreño coinciden en que su campo de trabajo es reducido; por ejemplo
en Brasil, el país más grande de AL, sólo hay cinco
compañías oficiales
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
La imagen romántica del ballet comienza con un
par de zapatillas desgastadas. Una postal. Detrás de ella están
los años de estudio, la búsqueda de un lugar en alguna de
las principales compañías del mundo y, una vez ahí,
desafiar el prejuicio de que este arte es de los más costosos y,
por tanto, está destinado a un público de alto nivel económico.
Paloma
Herrera, Cecilia Kerche y José Manuel Carreño son tres bailarines
latinoamericanos que se encuentran entre los mejores del mundo. Bailan
en el American Ballet Theatre y la Compañía de Teatro Municipal
de Río de Janeiro.
Hablan por separado con La Jornada unos días
antes de las presentaciones que tendrán este jueves y viernes en
el Auditorio Nacional, en el espectáculo Gigantes de la danza,
que reúne a varios exponentes de la danza clásica a escala
mundial.
Bailar en medio de la crisis
En Argentina, explica Paloma Herrera, ''muchas personas
piensan que sólo un cierto tipo de gente puede ir a un espectáculo
de ballet o que sólo es para los entendidos, que no se puede o es
muy caro, que uno tiene que vestir de determinada forma. Jamás creí
en eso y he tenido que luchar muchísimo contra esa idea".
Herrera, de nacionalidad argentina, es primera bailarina
del American Ballet Theatre, compañía a la que llegó
antes de cumplir 16 años. Explica que cada vez que baila en su país
natal, generalmente en el teatro Colón trata de que el costo de
las entradas sea el más bajo posible, como sucedió en su
más reciente presentación.
''Bailé ahí en julio pasado y fue una experiencia
increíble estando el país en medio de la crisis económica.
Las funciones se vendieron por completo y se tuvo que agregar una. Quiero
que la gente que va al teatro sea la que me quiere ver.
''Ha habido ocasiones en que el teatro estaba lleno, pero
sólo por personas que podían costear la entrada. ¡Eran
tan caras! A mí lo que me importa es bailar; la plata está
de más.''
Tan popular como el deporte
José
Manuel Carreño, bailarín cubano que trabaja también
para el American Ballet desde hace nueve años, señala que
el mundo del ballet no es como el del deporte, "que se ve en todas partes
del mundo; todos conocen a los deportistas. El ballet es más bien
para una parte determinada de la población. Sabemos que es una cosa
muy cara, sobre todo en Estados Unidos, y no todas las personas tienen
acceso a los espectáculos".
Eso es lo que en cierta forma da la idea de que es una
manifestación elitista. La opción, en este caso, "es que
el ballet debería ser un poco más divulgativo. El deporte
lo ven millones de personas, ¿por qué el ballet no?"
A esto, añade Carreño, hay que agregar que
la danza clásica ''siempre es un reto. Fundamentalmente está
subvencionada por patrocinadores; entonces hay una lucha constante de las
compañías por buscar patrocinador, tener respaldo económico
y poder mantenerse. Diría que uno de los principales problemas es
el económico".
Desterrar el prejuicio, trabajo colectivo
La brasileña Kerche, integrante desde hace 22 años
del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro, subraya que la
compañía a la que pertenece cada año ofrece durante
una semana espectáculos gratuitos como parte de los festejos por
el aniversario de la agrupación.
''Por eso no sé si podríamos llamarlo elitista,
porque en todos lados se hacen funciones gratuitas. Toda esa semana hay
espectáculos de las 8 de la mañana a las 8 de la noche. Asisten
miles de personas.
''También las compañías extranjeras
hacen espectáculos al aire libre, en la playa o en lugares con capacidad
amplia.''
Hacer a un lado el prejuicio contra el ballet ''es trabajo
de todos: productores, bailarines... de toda la sociedad, para que se dé
a entender que no es para cierto público. A veces las entradas no
son tan caras, pero el público no va porque cree que sólo
es para cierto grupo social. Tenemos que hacer que la gente vaya y vea,
ya si descubre que no le gusta pues no va más", enfatiza a su vez
Herrera vía telefónica desde Nueva York.
A este prejuicio se suman otros aspectos. En Brasil "el
campo de trabajo es muy pequeño. Aun cuando mi país es de
dimensiones continentales existen sólo cinco compañías
oficiales, y de ellas la única de ballet clásico es la del
Teatro Municipal. Lograr pertenecer a una de esas compañías
es una disputa larguísima, y para estar en la del Teatro Municipal
todavía es una pelea".
Agrega que en el ámbito mundial "el mundo del ballet
es pequeño. Tenemos muchos artistas espectaculares, y por ahí
no se alcanza a ver el éxito de pertenecer a una compañía
buena, fuerte y que pueda merecer y entender ese talento".
Por distintos caminos
Carreño, quien proviene de una familia de bailarines,
reconoce que se trata de una carrera difícil. ''Es muy sacrificada;
te roba muchísimo tiempo. Además existen muy pocas compañías
y cada vez es más difícil ingresar a una".
Para Paloma Herrera, uno de los principales retos de la
danza clásica es su continuo crecimiento. ''Es muy importante que
siga viva y al mismo tiempo mantener la tradición. Sin embargo,
no se puede quedar detenida en el tiempo porque no podemos negar los cambios
que ha tenido.''
No se puede seguir bailando como en épocas anteriores,
dice, porque ahora ya no se baila igual. "Ahora se requiere más
técnica. Uno ve las fotografías de hace años y no
es lo mismo; ha progresado enormemente.''
Con todo, ninguno de ellos cambia su profesión,
a la que llegaron de distintas maneras: Carreño por la relación
directa de su familia con el ballet; Herrera descubrió su pasión
a los siete años sin saber exactamente por qué, y Cecilia
Kerche se enamoró de la danza cuando a su hermana le recomendaron
esa actividad por cuestiones de salud.
Entonces,
recuerda Kerche, ''le pedí a mi mamá que me llevara al médico
para ver si tenía algún problema, y el doctor dijo que tenía
las piernas en equis y los pies muy planos, así que el ballet sería
muy bueno para corregir esos problemas".
Para ellos la maravilla del ballet clásico radica
en que hace soñar al público y olvidar sus problemas. Como
bailarines ofrecen dar todo en el escenario y trabajar con pasión.
Cartel de primera en el auditorio
Además de ellos, en Gigantes de la danza estarán
Maximiliano Guerra, Ethan Stiffel, Giuseppe Picone, Gillian Murphy, Simona
Noja, Rastha Thomas y Desmond Richardson, quienes interpretarán
fragmentos de El lago de los cisnes, El corsario, Don
Quijote y Giselle, acompañados por la Orquesta Sinfónica
Carlos Chávez, bajo la dirección de Iván del Prado.
Rafael Amargo, bailarín de flamenco y director
de la Compañía de Baile Español, tendrá una
actuación especial en este espectáculo y se presentará
después con su agrupación en el Teatro de la Ciudad, el 21
de febrero a las 20:30 horas.
(Las presentaciones de Gigantes de la danza serán
los días 19 y 20 de febrero a las 20:30 horas, en el Auditorio Nacional.)
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