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México D.F. Miércoles 11 de febrero de 2004
POESIA PARA LLEVAR
Ricardo Yañez
Media vida
LLEO LA PRIMERA parte de las memorias de Ernesto Cardenal, Vida perdida, publicadas por el Fondo de Cultura Económica, y lo primero que me viene en mientes es la imagen de Julio Cortázar en un auditorio universitario jalapeño abarrotado en el que, luego de a la par que sacaba de su saco las cuartillas dobladas disculparse por leer, leyó de tal manera que a media conferencia me sorprendí diciéndome esta tontería: ''šEstá leyendo!", con lo cual quería más o menos decir: ''Si parece que habla, si todo lo ahí escrito no es sino su pensamiento hablado, si no da la impresión sino que escribe porque de esa manera en realidad descubre mejor su hablar", algo, esto último, que el propio escritor había al principio planteado indicando sin mucha vuelta que su no saber hablar le hacía escribir.
HAY EN CARDENAL desde luego la voluntad estilística de que su escritura no se desconecte del habla, sea habla escrita. Su no demasiado insistente, casi disimulado, recurrir al vocativo, ''ustedes", ''vos", es franca muestra de ello. La familiaridad con que cuenta las dichas y desdichas de su vida, siempre sobresaliendo las primeras, el divertido afán con que recorre sus pasados pasos, la libertad con que hace públicas sin menoscabo del tono íntimo peripecias que su tantininín tienen de ridículo, la confianza, en fin, que respecto a su propio vivir nos manifiesta, permite o propicia que el lector se adentre en el no escueto volumen con ánimo ligero -y honduras atraviese sin que le falte oxígeno.
INFANCIA, ENAMORAMIENTOS, rebeldías, vocaciones (nombra en algún momento a la poesía su ''gran amor", pero no deja duda respecto a su mayor entrega, a lo divino), ingenuidades y zonceras mezcladas con muy finas observaciones sobre la naturaleza humana, sobre la naturaleza, sobre la falta de naturalidad, sobre diversos modos de locura, de felices a desgraciados, sobre la generosidad y la crueldad estulta y en cierto modo en este mundo -sólo en cierto modo, sólo en este mundo- gananciosa, pasan como película (comparación cara al nicaragüense) a nuestra percepción y se asimilan, en ello lo estimable, a nuestra experiencia.
ACLARO SEGURO innecesariamente: cuando digo ''ingenuidades y zonceras" digo en verdad ''el relato de...", y al apuntar ''observaciones" no quiero de ellas excluir las ocurridas en contemplación, actitud o estado afines al sacerdote de Solentiname. Algunas de éstas tienen en más de un sentido su gracia, como cuando nos narra que en su infancia le pedía a la Virgen, siendo él nada bueno para el futbol, le concediera un gol, y el gol se hacía (allí mismo nos cuenta haber tenido clarita la visión de la Virgen en el cielo, aunque prudentemente puntualice que se trataba de su imaginación).
LLAMA LA ATENCION el que Cardenal confiese su sordera, siendo que su poesía deja la sensación de una muy transparente, casi invisible musicalidad. Es de pensar que ve la música de las palabras, más que directamente experimentarla con el sentido del oído.
PERO EL PAPEL se acaba y hemos de terminar anotando que leyendo su vida, esta primera parte de sus memorias, queda la sensación de que lo que él advierte de las metáforas es aplicable a las vidas: ''obedecen a leyes iguales a las que gobiernan las estrellas". [email protected]
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