LETRA S
Febrero 5 de 2004
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Argumento del demonio

La reciente polémica desatada por la presunta mala calidad de los preservativos que distribuye la Secretaría de Salud, situación desmentida por las autoridades cuestionadas, puso de manifiesto, una vez más, la persistencia de la desinformación o de la utilización sesgada de los datos científicos disponibles relacionados con la eficacia del condón. Sobre esto ya se ha dicho mucho, pero es necesario volverlo a repetir: en las infecciones de transmisión sexual, los preservativos son el método preventivo más eficaz. Así lo han probado infinidad de estudios realizados por diversos organismos, que afirman incluso que un condón de mala calidad ofrece mil veces más protección que una relación sexual desprotegida.

Carlos Bonfil

En 2002, el Population Action International elaboró un estudio sobre la resistencia y utilización adecuada de los preservativos, el cual arrojó una primera y contundente conclusión: "la mala calidad rara vez es causa del fallo de un preservativo". La función primordial del condón, que consiste en bloquear el contacto de cualquier flujo que contenga partículas del VIH con el organismo humano, está garantizada en casi cien por ciento, siempre que su utilización sea la correcta. Una educación integral sobre el uso del preservativo reduciría considerablemente los episodios de falla, deslizamiento o rotura del mismo. Esto lo saben los investigadores y los educadores sexuales, así como los grupos conservadores y la jerarquía eclesiástica, pero estos últimos siempre fingen ignorarlo y regularmente arremeten contra el condón, al que incluso han calificado de "instrumento del demonio".

Durante casi dos décadas se ha insistido, en los círculos científicos y en las campañas de prevención del VIH, sobre algunas cuestiones elementales, que al parecer será preciso repetir incansablemente: el índice de episodios de rotura del condón es bajísimo. En una muestra del programa de Tecnología Adecuada en Salud se señala que de 3,300 consumidores apenas uno por ciento reporta una falla de rotura del condón, relacionada siempre con una colocación inadecuada del mismo. Otro estudio revela que en el caso de deslizamiento accidental, menos del uno por ciento de 237 condones se zafaron durante la penetración o en el momento de retirar el pene. En ninguno de estos casos se cuestiona la calidad del látex y sí las fallas en la información o adiestramiento del usuario respecto al uso del preservativo.

La rotura del condón no conduce siempre a la transmisión de enfermedades infecciosas, apenas un caso de cada diez en contactos anales, y uno de cada cien en contactos vaginales, con factores que pueden agravar la situación de riesgo como la presencia de úlceras genitales. Añade la investigación que no es lo mismo una rotura en la base del preservativo que en la punta, siendo la segunda un riesgo mayor y la primera una falla a menudo sin consecuencias.
 
 

Juego de pudores y machismo

Se ha enfatizado en múltiples ocasiones la fragilidad del látex cuando se le aplican lubricantes que lo deterioran (vaselinas, cremas, aceites vegetales), en lugar de lubricantes hidrosolubles, los únicos recomendados. Las sustancias grasas deterioran la superficie del preservativo al punto de provocar una rotura durante el coito. Y aunque la dimensión del virus del sida es más pequeña, apenas 0.1 micras de diámetro, que las 3 micras que mide la cabeza de un espermatozoide, los condones impiden su paso, pues si muestran una gran eficacia en la prevención de embarazos no deseados, en el caso de la transmisión del virus del sida la eficacia preventiva es similar, ya que el virus está contenido en el semen, y al no poder de modo alguno atravesar ese líquido la superficie del látex, se descarta por consiguiente el paso del virus. Por si esto fuera poco, y admitiendo que ningún tipo de prevención garantiza una protección absoluta, queda una cuestión que los grupos conservadores opuestos al uso del condón insisten en soslayar dolosamente, y esto es que incluso el condón de fabricación "más defectuosa" ofrece mil veces más protección contra el virus de inmunodeficiencia humana que una relación sexual desprotegida.

A esta descalificación sistemática del condón se añaden otros factores de desinformación. Uno de ellos, la supuesta inhibición que provocaría el látex de la sensación de placer durante el coito. Contra esta suposición, muchos educadores sexuales han propuesto erotizar el condón y procurar estímulos sensuales muy variados a la pareja antes de la penetración, o en reemplazo de ésta. Erotizar el cuerpo en su conjunto y no privilegiar una genitalización excesiva del contacto, es un modo de propiciar un disfrute mayor del sexo con condón.

Los preservativos han inspirado a menudo desconfianza. Se les considera instrumentos alejados del orden natural y, por ende, del goce espontáneo. El rechazo instintivo del condón, por parte de la pareja masculina, tiene que ver con el mito de considerar que su utilización de algún modo disminuye la virilidad e inhibe una respuesta sexual efectiva. En contra de este mito, hay quienes recomiendan un juego previo con el látex, utilizándolo, por ejemplo, en prácticas de sexo oral protegido, como preámbulo de la penetración. Otro problema es la dificultad de negociar el uso del condón, la renuencia de muchas mujeres a proponerlo, y de paso a protegerse, por temor al estigma que supone ser objeto de suspicacia y recelo por parte de la pareja ("Si es tan buena para exigir condón, es que a muchos otros se lo habrá ya exigido"). La situación deviene un círculo vicioso: si el hombre no propone, la mujer tampoco dispone, y en este juego de pudores y machismo se juega la salud de muchas parejas.
 
 

De vez en cuando sí hace daño

Pero aun suponiendo que las condiciones para una aceptación del condón estuviesen dadas, quedan todavía otros factores de riesgo. Uno de ellos, tal vez el más importante, es la discontinuidad en el uso del preservativo. Al ser consultados, muchos jóvenes afirman que utilizan el condón sin ningún problema: ellos parecen haber superado las limitaciones del machismo, manejan bien su autoestima, e incluso lo consideran un juego divertido ("me protejo y me divierto"); ellas afirman mayor aplomo en la negociación del uso del condón ("si mi pareja se niega a usarlo, entonces yo no le entro"). Y hasta ahí todo va bien. Pero al consultarlos sobre la periodicidad de su uso, algunos se sorprenden y señalan: lo utilizo cuando me acuerdo, o cuando tengo una relación con alguien que no se ve muy sano, o con una trabajadora sexual, o cuando no le tengo confianza a quien acabo de conocer. En definitiva: lo utilizo de vez en cuando.

Este uso discontinuo, y prejuiciado, del condón reduce en mucho no la eficacia del mismo, sino la confiabilidad de quien reporta usarlo. Considérese la información que arroja la Revista del Consumidor en su número de enero. A la pregunta, ¿Con qué frecuencia usas el condón?, los hombres responden: Siempre (31%), casi siempre (19%), a veces (24%), casi nunca (26%). Esto es, el porcentaje de quienes usan el condón de manera irregular es de 69 por ciento.

Ante esta situación de vulnerabilidad frente al VIH y otras infecciones de transmisión sexual, siempre será conveniente informar científicamente sobre los riesgos que implica el uso inadecuado del condón, y sobre la garantía (hasta el momento la más sólida) que ofrece para prevenir las infecciones sexuales. La desinformación dolosa sólo tiene éxito frente a las lagunas y los rezagos educativos en materia sexual. Se ha visto recientemente la ineficacia de esta desinformación conservadora en el caso de la píldora del día siguiente, recién autorizada. En el caso del condón, el esfuerzo requerido será todavía mayor y más tenaz sin duda la resistencia de la jerarquía eclesiástica.



TIPS

Utiliza un condón nuevo para cada relación sexual.
Usa lubricantes hidrosolubles, nunca uno elaborado con aceites, cremas cosméticas, vaselina, etcétera, ya que daña el látex y éste puede romperse.
Verifica la fecha de expiración del condón, si ya se cumplió, no lo uses. Si la fecha no está marcada en la envoltura, mejor ni lo compres. Algunas veces en el empaque se indica la fecha de manufactura o fabricación, a partir de ella debes considerar como máximo tres años de vigencia.
Comprueba que el empaque no esté roto. Al oprimirlo debe formar una pequeña bolsa de aire; si no es así, lo más seguro es que hayan entrado bacterias y suciedad, deséchalo y utiliza otro.
No abras su envoltura con los dientes, podría dañarse el condón.
Colócatelo correctamente. Sostén la punta del condón con los dedos índice y pulgar y desenrróllalo hasta la base del pene.
No uses más de un condón a la vez, con la fricción podrían romperse o resbalar.
Jala la piel que cubre el glande hacia atrás, si se trata de un pene incircunciso, antes de desenrollar el condón. Una vez desenrollado es necesario que saques las posibles burbujas de aire con dos dedos estirados.