Sergio Zermeño

El zapatismo, hoy

Las semanas recientes han estado cargadas de conmemoraciones y balances en torno a los 10 años de la movilización zapatista. Al volver la mirada, tres temáticas parecen ordenar a este evento que ha marcado tan profundamente a nuestro país: su impacto en la política nacional, la gran audiencia que ha logrado en el plano internacional, y su importancia en el ámbito indígena, en lo local-regional.

Sin duda el acto que mejor condensa el desempeño del zapatismo en la arena de la política nacional fue la marcha indígena hacia la capital en febrero de 2001. Ahí pareció decirle al país que había llegado el momento de la gran transformación, de trazar claramente la frontera entre dominantes y oprimidos, integrados y excluidos, dzules e indios, y que, por tanto, la tarea inmediata era acumular fuerzas del lado de la dignidad, de la sangre morena, de los hombres del color de la tierra, de los sin casa y sin empleo.

"ƑLe preocupa la posibilidad de que los marginados se les unan?", preguntó Julio Scherer a Marcos en una entrevista memorable. "Ojalá, respondió, no me asusta y lo deseo... Si ese rencor social no se organiza, necesariamente viene la venganza... Ese conflicto es irremediable..."

Por su parte, los senadores, al modificar significativamente la Ley de Cultura y Derechos Indígenas, no hicieron sino reproducir la herencia autoritaria que empuja a los movimientos sociales a la confrontación: la respuesta zapatista no podía se otra: "no cambiaremos ni una coma".

Con respecto a la dimensión internacional, las siguientes notas de Yvon Le Bot (La Jornada, 31 de diciembre de 2003) expresan bien el derrotero de los acontecimientos:

"ƑDónde está el movimiento hoy en día? La marcha hacia la ciudad de México en 2001 marcó su apogeo. El rechazo a la Ley indígena paralizó la dinámica existente y, al combinarse eso con los acontecimientos del 11 de septiembre, los zapatistas se encontraron nuevamente confinados a Chiapas... fueron devueltos al patio trasero. Para salir del impasse, Mar-cos propuso, a finales de 2002, mediar en el conflicto vasco, lo cual provocó que las autoridades españolas y el juez Baltasar Garzón respondieran con inhabituales excesos verbales. Pero fue de la ETA de donde salió la reacción más tajante, lo que llevó a Marcos a condenar claramente a esa organización... Si el objetivo era incursionar en la escena europea, Ƒpor qué no aprovechar el Foro Social Mundial de Florencia, que se desarrollaba en esos momentos?"

Esta proyección hacia un campo tan espinoso como el de la "cuestión vasca" enturbió el mensaje zapatista y dejó un sabor amargo entre simpatizantes europeos y mexicanos. Pero es sin duda en el plano-local regional en donde el zapatismo concentró su acción, luego de las adversas peripecias en la política nacional y en las arenas internacionales, como han apuntado Héctor Díaz Polanco, Guillermo Almeyra, Armando Bartra y Andrés Aubry (Memoria, octubre de 2003).

Nos dice Aubry al describir la creación el 8 de agosto de 2003 de los caracoles que se trata del cumplimiento de facto de los acuerdos de San Andrés, cuando proponen "el reconocimiento del derecho de las comunidades de asociarse libremente en municipios con población mayoritariamente indígena, así como el derecho de varios municipios para asociarse a fin de coordinar sus acciones como pueblos indígenas".

Esa función de coordinación la tienen en el nuevo esquema las cinco juntas de buen gobierno, cuyas tareas serían, según lo propuesto, "la educación en las escuelas alternativas, la salud (las clínicas y sus ramificaciones comunitarias), la producción agroecológica y su comercialización alternativa y las muchas alternativas que van naciendo sobre la marcha en los municipios autónomos... Dentro de las autonomías, la dimensión de los problemas, por ejemplo de autodesarrollo, no es comunitaria, sino subregional".

A 10 años, no parece ser la vía del desbordamiento y la acumulación de fuerzas nacionales ni la del altermundialismo, el camino privilegiado de los zapatistas, sino la sedimentación desde el territorio, desde lo local y lo regional; la del consenso sobre el significado y la práctica de la autonomía, del gobierno, de los usos y costumbres.

Se trata más bien de proponer, desde esos territorios heterogéneos y pluriétnicos hacia el resto de los pueblos indios, de las comunidades nacionales y del mundo, un camino para superar las condiciones de opresión y de explotación, buscando enganches técnicos para la defensa y control de los recursos naturales y energéticos en esas regiones riquísimas en su biodiversidad, resistiendo a los gigantes del poder y del dinero.