México D.F. Miércoles 4 de febrero de 2004
La subcampeona mundial espera ganar una medalla
en su debut olímpico
Soy una mujer exitosa, pero aún tengo metas
por cumplir, señala Iridia Salazar
No hay secretos para vencer; arriba del tatami debe
actuarse con sangre fría, explica
JORGE SEPULVEDA MARIN
Acepta ser definida como una mujer exitosa, no sólo
por sus logros en el deporte, sino por las ambiciones cumplidas en la vida.
Eso
sí, la taekwondoísta Iridia Salazar se niega rotundamente
a conformarse con lo hecho hasta ahora, porque al triunfo se aspira día
a día mediante los retos cumplidos.
"Metas y sueños siempre vas a tener. Sí,
me considero una persona de éxito, porque como otras estoy luchando
toda la vida por un objetivo principal, pero también lo disfruto",
señala.
Es por ese tesón que ahora la subcampeona mundial
tiene en mente obtener una medalla de cualquier color en su debut olímpico,
en Atenas 2004.
"Será una experiencia inolvidable", anticipa, "para
la cual me voy a preparar como siempre, porque la verdad es que entreno
para ganar", agrega la ganadora del Premio Nacional de Deportes 2003.
Iridia se sabe dueña de un intenso amor y respeto
por su país, que la hace olvidarse de cualquier sacrificio hecho
y la motiva a prepararse, sin descanso, para dar a sus compatriotas nuevos
motivos de alegría.
Vestida con ropa casual, porque un malestar en la garganta
le ha impedido regresar al entrenamiento, la monarca panamericana de piel
morena y 21 años, habla con pasión de la filosofía
que encierra el taekwondo.
"Es, ante todo, respeto entre los rivales. Es un arte
marcial que debe cumplirse con disciplina, constancia", y explica que el
saludo previo a cada combate es legendario, porque en sus orígenes
esta competencia era a muerte y la reverencia era una forma de manifestar
respeto al oponente.
Serena, apunta con permanente sonrisa que los combates
tienen dos minutos para definir un ganador, pero la rapidez de los rivales
puede terminar la contienda en cinco segundos.
No hay secretos. Es la técnica combinada con la
estrategia. En su caso, es la respuesta anticipada al siguiente movimiento
del rival. Buscar la victoria con los cinco sentidos bien conectados, porque
cualquier parpadeo la puede dejar fuera de combate.
Por eso, arriba del tatami debe actuar con sangre fría;
no tentarse el corazón, porque el triunfo será para el competidor
más inteligente, más veloz, quien despliegue las mejores
patadas, golpes y esquive los embates del rival, explica.
"No puedes ser buena gente en un deporte de contacto",
deja en claro.
De manos aparentemente frágiles, 1.72 metros de
estatura y 58 kilogramos de peso, la competidora atraviesa por uno de los
mejores momentos de su carrera.
Se sabe poseedora de una buena técnica, depurada.
"Es importante tenerla, porque con ella suena más el punto, logras
evoluciones más rápidas", refiere.
La competidora, quien planea estudiar sicología
luego de su participación olímpica, prefiere pensar y vivir
en el futuro inmediato. No define aún si se dedicará de tiempo
completo a su profesión, pero sabe que "no me gustaría dar
clases (de taekwondo) porque no soy muy buena para eso".
En lo que sí se esforzará es en abrir las
puertas y dejar un mejor camino a los futuros valores de la disciplina,
para quienes pide apoyo a las autoridades deportivas.
La atleta desayuna, come y cena taekwondo en casa. Su
padre Reynaldo trabaja a su lado y con su hermano Oscar -también
con boleto olímpico-, quien se ha convertido en fuente de inspiración
y energía para Iridia, pues cuando el cansancio la agobia, "me basta
verlo competir, ver su entusiasmo, para cargarme nuevamente de energía".
Es Iridia Salazar quien acepta que estará en continua
competencia con sus compañeros y salvo que la federación
determinara algo diferente, sabe que el boleto a Atenas le corresponde
por derecho propio.
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