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México D.F. Domingo 1 de febrero de 2004
¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Pásale, Ponce
SI
ANDRES MANUEL López Obrador, en su calidad de jefe de Gobierno
del Distrito Federal, oportunamente hubiese sometido a consulta pública,
referéndum o plebiscito entre los aficionados de la capital la decisión
de expropiar, por interés público, el inmueble denominado
Plaza monumental México, se habría llevado una gran sorpresa.
LUEGO DE 10 años de neoliberalismo taurino
con Alemán Magnani y su operador Herrerías al frente de la
plazota como fallidos promotores del espectáculo, el público
no habría dudado un segundo en apoyar esa expropiación, ya
que el propietario de la plazota, Antonio Cossío, tampoco ha mostrado
en ese lapso el menor propósito de poner a licitación su
plaza, no se diga en aras de un taurinismo a la alza, sino siquiera por
duplicar la simbólica renta que anualmente recibe.
TAN ESTRECHA VISION política con respecto
a la fiesta de toros en la capital del país -secuestrar una tradición
invocando la autorregulación-, tenía que desembocar en otra
incongruencia más a cargo del gobierno de la ciudad: levantar graciosamente
la sanción impuesta por la delegación Benito Juárez
al matador valenciano Enrique Ponce por la que se le prohibía torear
en la Plaza México durante un año, a partir del 23 de abril
de 2003.
PERO HABERLE CONDONADO "sólo" 77 días
al sedicente diestro, consentido de la empresa antes que de la afición,
por negarse a lidiar un toro de Reyes Huerta, previamente aprobado por
el amenazado juez Balderas, y cambiarlo por uno de Julio Delgado en la
corrida del 5 de febrero de 2003, no tiene la menor importancia, como tampoco
la tiene falsificar contratos y defraudar a miles de aficionados.
EN EL PAIS del todo se vale, hace años que
las leyes sirven para lo que se le unta al queso -como solía decir
Lumbrera-, y la sumisión taurina del Gobierno del DF a los particulares
intereses de unos empresarios, colonizados pero intocables, refleja que
la discrecionalidad salinista ha vuelto por sus fueros en los llamados
gobiernos de transición.
¿SE PUEDE CULPAR al decano de los torileros
en el mundo -Gonzalo Rivero, El Chino-, hasta el año pasado
con 56 años ininterrumpidos de encajonar toros en la Plaza México
de haberse "equivocado" ese día, como cínicamente argumentó
la empresa para encubrir las exigencias de Ponce?
"NO NOS PREOCUPA no ir a México, son ellos
los que se lo pierden", respondió soliviantado Juan Ruiz Palomares,
apoderado del valenciano, al enterarse de la sanción impuesta, mientras
que en México, Herrerías, la Asociación de Matadores,
la de subalternos, la de empresarios, la prensa especializada y no pocos
locutores consagrados defendían a capa y espada la inocencia de
Enrique.
HOY, HOY, HOY, con la reaparición de Ponce
el próximo 5 de febrero, las autoridades del Distrito Federal se
suman al grotesco contingente de mexhincados que, pasando por alto tamaña
ilegalidad, le dicen al divo de Chiva: "Pásale, Ponce, a lo barrido,
perdona el tiradero y ojalá ya te den un rabo por exquisita faena
a un arrogante ejemplar'', ahora sí anunciado en el cartel del 58
aniversario, de ¡Julio Delgado!
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