México D.F. Domingo 1 de febrero de 2004
Ultimo programa de la serie La cocina del
alma, conducido por José Agustín
Con emisión vertiginosa y aleccionadora, concluye
el curso de rock por radio
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Ceñida por una diadema de montañas nevadas,
la ciudad hiberna bajo la noche gélida del viernes. Tápese
quien pueda. Se antoja tener una vista área del entramado de asfalto
y concreto para poder contemplar la alfombra infinita de luces y sombras
que sus ateridos habitantes pueblan de historias, las anónimas alegrías
o tragedias de cada día: la vida.
Entre las miles de historias que se viven simultáneas,
una es especial y tiene un gratificante significado. Transcurre en un infinitesimal
punto del megalaberinto urbano: un estudio de radio. Es el decimotercero
y último programa de la serie La cocina del alma, que ha
venido transmitiendo Radio UNAM los viernes a las 11 de la noche.
La serie ha resultado -lo dijo por teléfono un
radioescucha- "prácticamente un curso de rock" impartido por José
Agustín y su hijo José Agustín Ramírez (Tino).
Padre e hijo, separados 30 años en el tiempo, unidos por una cultura
común: el rock. Debate e intercambio generacional.
Los
programas anteriores fueron previamente grabados, pero el de este viernes
fue en vivo y tuvo como invitados a Alberto Blanco y Sergio Mondragón,
dos poetas estrechamente relacionados con el tema a tratar: los beatniks,
el jazz y su influencia en el rock.
El asunto es inmenso para ser abarcado en dos horas. Podrían
ser dos semanas o dos meses y no alcanzaría el tiempo. Pero se hace
la lucha. Y entonces emociona la pasión, la sensibilidad, la inteligencia
de esos cófrades de la música y la palabra a la hora de recordar
nombres y obras, ubicar fechas, describir lugares, recrear anécdotas,
relacionar hechos en una asociación vertiginosa y aleccionadora.
De William Blake a Allen Gingsberg; del espíritu
dadaísta de Tristan Tzara, y su posible influencia en las estructuras
literarias de William Burroughs, a Jim Morrison y los Doors; del pacifismo
beat a los himnos antibelicistas de Bob Dylan; de la efervescencia
creadora de Jack Keoruac, que lo llevó a escribir On the road,
en un mes sobre un rollo de telex (hijo del telégrafo, arcaico antepasado
del correo electrónico), a la rescritura obsesiva de Ferlinghetti...
No faltan -son ineludibles- las constantes y a veces sorprendentes
referencias a la azarosa pero decisiva relación de los beats
con México: aquí Burroughs mató a su esposa de
un balazo en la frente jugando a Guillermo Tell; aquí Kerouac rescribió
y corrigió On the road; aquí encontraron muerto, junto
a las vías de un tren, a Neal Cassady, el personaje central de On
the road...
Ni pompa ni circunstancia. Como los anteriores, este último
programa de La cocina del alma es de desmadre, elocuencia, humor,
conocimiento de causa. José Agustín conduce con la ágil
jovialidad de sus 60 años. Presenta rolas. Toma y reparte
la palabra. Alberto Blanco dibuja, acota, propone, intercambia. Tino
es la mordacidad informada con voz y facha a la Tom Waits, pero con un
claro y pendenciero toque chilango.
''Está bueno el cotorreo pero también hay
buena música'', dice José Agustín. Y vaya que la hay.
Rarezas como William Burroughs perorando una pieza acompañado
(sampleo mediante) por los Doors. Obras maestras como la aceitosa rola
de Bob Dylan: If dogs run free...
Por ahí del final, Sergio Mondragón, quien
ha intervenido breve pero sustancioso, lee desde profundidades insondables
de su ser fragmentos de una estremecedora versión en español
de Aullido, la obra seminal de Gingsberg.
La contundente actualidad del poema la subraya Tino,
quien le dice a Mondragón: "Sólo te faltó decir
que chingue a su madre George W. Bush".
Las dos horas son menos que un suspiro. Pero como acto
poético, como apuesta por la creatividad y el conocimiento, como
expresión de vitalidad y resistencia, con emisiones como ésta,
Radio UNAM se refrenda como oasis en medio de la barbarie cultural.
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