México D.F. Domingo 1 de febrero de 2004
Rolando Cordera Campos
La inviabilidad
El gobernador del Banco de México (BdeM) reportó el miércoles pasado que la economía creció 1.2 por ciento en 2003 y que el presente año lo hará tal vez 3 por ciento. En ambos casos se trata de un desempeño insuficiente para encarar el principal problema del país que es el empleo: el desempleo, el subempleo, el mal empleo, según estén de humor en Presidencia ante las cifras frías y duras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.
A esta evolución debe asociarse la pobreza que priva en México y que llevó a la presidenta de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación a declarar a La Jornada: "con 50 millones de pobres ningún país es viable" (La Jornada, 30/01/04. Entrevista de Antonio Castellanos).
Entre estas dos hojas de la tijera nos movemos la mayoría de los mexicanos: cerca de la penuria y lejos de las expectativas positivas de unos cuantos y del optimismo de que hace gala el presidente Vicente Fox, quien insiste en nombrar a México un país maravilloso. Se trata en realidad del país de nunca jamás o de las maravillas, según se quiera, donde lo único real es la irrealidad del discurso y la ilusión del poderoso y de quien le sirve. De ahí en adelante todo se ha vuelto crujir de huesos a pesar de los éxitos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que a decir del ex presidente Carlos Salinas en Nueva York "fueron más allá de lo esperado" (según nota radiofónica de Joaquín López-Dóriga, 30/01/04).
No saldrá México de su laberinto gracias a la recuperación estadunidense en curso. Sin duda, ésta transmite un alivio mediante la expansión de sus importaciones industriales y del consumo de automóviles, pero cada día es más claro que la elasticidad de nuestras ventas respecto del crecimiento estadunidense se ha estancado o de plano reducido, mientras que las importaciones mexicanas crecen por encima de la actividad económica apenas ésta supera un umbral de por sí bajo. Y China está cada vez más cerca y no por maldad asiática sino por torpeza mexicana.
Decir que crecemos por debajo de nuestro potencial sin referirse al desequilibrio externo crónico, que por lo visto no superamos gracias al cambio estructural, es decir, una verdad a medias. Peor aun cuando se usa esta comparación entre lo real y lo posible para insistir en la "venta" de las reformas estructurales vueltas fantasía cotidiana de los vendedores de garage disfrazados de reformistas.
En los hechos, ha sido el hueco externo, comercial y financiero, el que ha definido el "techo" de crecimiento para México desde la perspectiva dominante que es, como siempre o casi siempre ha sido, la de las autoridades financieras y monetarias, hoy protegidas además por un mandato constitucional que se ha vuelto una camisa de fuerza legal sobre las posibilidades de expansión económica. Sin tener que rendir cuentas a nadie de su contumaz proceder en materia de política económica, el eje Hacienda-Banco de México sigue su curso en pos del Cáliz Sagrado de la estabilidad a cualquier costo.
El gobernador de BdeM habita orondo en una de las ciudadelas "ademocráticas" que nos trajeron en tándem el gran ajuste externo de los años 80 y la globalización "feliz" de los 90 del siglo pasado. Con un mandato prácticamente único sobre su cabeza, el banco central se dedica en cuerpo y alma a reducir el crecimiento de los precios, y para ello fija metas anuales de inflación que se compromete a cumplir y que este año serán evaluadas mensualmente con el fin de evitar que la inflación se salga de control.
Según el doctor Ortiz, de subir la fiebre lo que se hará de inmediato es congelar al enfermo sin hacer otra consideración de fondo, como podría ser el impacto del correctivo temporal sobre la dinámica del conjunto de la economía. Médicos brujos siempre ha habido, pero aquí parecemos estar frente a curanderos frenéticos.
De excederse BdeM en su cruzada antinflacionaria, en un mes determinado, lo más probable es que luego tenga que revisar a la baja su previsión del crecimiento anual del producto interno bruto, como lo hizo sucesivamente el año pasado. Pero ello no le quita el sueño al banquero central, porque su misión en esta tierra es controlar y reducir la inflación, y de lo demás no tiene por qué hacer caso.
Qué bueno que el señor de los cortos y de los largos haya hablado con claridad sobre el drama del empleo y de la inversión productiva estancada. Qué malo que no haya sacado las enseñanzas del caso. Por ejemplo, que los retrasos en la inversión propician presiones inevitables sobre los precios y sobre la balanza comercial apenas empieza la economía a rebasar su techo impuesto y que, por tanto, ello obligaría a revisar no las metas de crecimiento sino las de inflación, déficit externo, endeudamiento, al alza, si lo que en verdad se quiere es salir del hoyo actual y superar la trampa de desempleo y estancamiento.
Una consideración como la anterior debería llevar a la autoridad financiera a tomar la iniciativa de revisar la Constitución y la propia Ley Orgánica del BdeM, buscando alguna combinación positiva entre estabilidad y crecimiento y no la suma cero que hasta la fecha impera. Sin ello y sin un giro real en la política económica para alejarse aunque sea de a poco del dogma del déficit bajo cero, las pinzas se cerrarán: la economía se encogerá sin remedio y no podrá crecer más allá de tasas mínimas y la sociedad se empobrecerá sin pausa.
La inviabilidad por obra y gracia de sus sacerdotes bancarios y de su vicepresidente económico. La globalidad infeliz y llena de hoyos.
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