Hoy se cumple el centenario del escritor que asumió el teatro con verdadera pasión

Se soslaya el quehacer de crítico de arte y promotor de artistas de Celestino Gorostiza

MIGUEL CAPISTRAN ESPECIAL

En el centenario de Celestino Gorostiza (1904-1967) que se cumple hoy precisamente, el acento irá más sobre la faceta en la que más trabajó y que, consecuentemente, lo distinguió como el hombre que con ahínco y verdadera pasión se dedicó al teatro desde una juventud, que se vio inscrita en la mítica aventura que emprendió con Antonieta Rivas Mercado, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Gilberto Owen, entre tantos otros que con el nombre de Ulises asumieron el cometido de poner al país en sintonía con la modernidad allá por la segunda mitad de los años 20 del siglo anterior.

No obstante que fue uno de los protagonistas más activos y, consecuentemente, más destacados de ese movimiento y cuyo aliento él siguió impulsando hasta el final de su vida, su figura ha quedado relegada a un práctico desconocimiento cuando se efectúa el balance del acontecer cultural del México del siglo XX.

Otras manifestaciones del oficio de escribir

La labor personal de Celestino Gorostiza fuera de la teatral, que es la que algunos pocos recuerdan, es ignorada por lo que respecta a otras manifestaciones suyas dentro del oficio de escritor.

Una de éstas, la de crítico de artes plásticas y promotor de artistas, aspecto en el que se significó tanto como sus otros colegas de Ulises-Contemporáneos y cuyo ejercicio recordaba Octavio Paz en conversaciones como memorable, es la que en este día conmemorativo y se rescata aquí en La Jornada, en una de sus muestras.

Se trata de un texto que sobre Rufino Tamayo, uno de los pintores miembros de la conjunción cultural antes mencionada, escribió Gorostiza para aquel magnífico aporte para la difusión del arte que fue el Boletín Mensual Carta Blanca que por los años 30, el publicista Salvador Novo, siguiendo una idea de Xavier Villaurrutia, llevó a la práctica.