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México D.F. Sábado 31 de enero de 2004
Juan Arturo Brennan
Tambuco, 10 años
Hoy día, cuando una ejecución de música en vivo se combina con los medios visuales, tiene más sentido que nunca el cuestionamiento que se hacían los primeros teóricos del cine sonoro: Ƒintentar una correspondencia estrecha entre las imágenes y la música o, por el contrario, como proponían Eisenstein, Pudovkin y Alexandrov, buscar la distinta no sincronización entre lo sonoro y lo visual para extraer un tercer significado a partir de la contradicción?
Hasta la fecha, el planteamiento sigue siendo más que válido y la tarea de lograr una buena simbiosis de lo iconográfico y lo acústico en un concierto multimedia sigue siendo compleja y problemática. Fue precisamente un concierto con imágenes lo que ofreció el cuarteto de percusiones Tambuco en el Teatro de las Artes, en el contexto de la celebración de sus 10 años de ejemplar labor musical.
Bajo el título de Repulso, Tambuco presentó cuatro obras nuevas, compuestas entre 2000 y 2004, diversas en su concepción y realización, y diversas también en sus resultados.
Desde el primer trazo, de Alexandra Cárdenas, propone dos ámbitos sonoros bien distintos: por una parte, la creación de texturas y ambientes a base de placas metálicas y, por la otra, episodios de rítmica viva y precisa con un instrumental más diferenciado.
El complemento visual, cimentado en diversas formas de escritura y grafía, presenta el problema de que convoca al espectador a intentar una lectura inmediata de las imágenes, lo que lo aparta de la atención a la música. Hay en la obra de Cárdenas, sin duda, buenos apuntes tímbricos y rítmicos por separado, pero falta todavía el proceso de maduración e integración de ambos aspectos, así como una interfase más orgánica con las imágenes propuestas.
Más interesante y bien lograda resultó la pieza Teguala, de Juan Felipe Waller, en la que el instrumental percusivo está formado exclusivamente por 120 mosaicos, que producen un rango de sonoridades mucho más variado de lo que pudiera pensarse a priori. El elemento acústico así producido se complementa con sonidos electrónicos y video en tiempo real (más algunas imágenes pregrabadas) y la combinación resulta efectiva en general, sobre todo por la relación, a veces muy directa y otras más sutil, que se establece entre las imágenes y los sonidos. Por momentos, esta orquesta cerámica propuesta por Waller produce una impresión muy cercana a la de un gamelán balinés.
A su vez, Ricardo Giraldo propuso la pieza EKG (uno de los acrónimos utilizados para describir un electrocardiograma), en la que el ensamble de percusiones es utilizado como un reflejo de los pulsos, regulares o irregulares según el caso, del músculo cardiaco. Tanto en la imagen como en el sonido, el discurso de Giraldo es fragmentado y disjunto, lo que en buena medida impide que su obra sea una mera ilustración de las variaciones de un electrocardiograma.
Para concluir con este concierto multimedia a una década de su nacimiento, Tambuco interpretó la pieza Raya, de Arturo Fuentes, con la participación del director mexicano Pablo Varela y el flautista venezolano Luis Julio Toro.
El complemento visual de esta obra fue el más directo y concreto de los cuatro: una visión mitad documental, mitad ficción, de un fragmento de La frontera de cristal de Carlos Fuentes. El video presenta al propio Fuentes en la lectura de su texto, más una serie de imágenes creadas ex profeso para ilustrar el texto, con el problema de que se trata de una visión demasiado imitativa de las palabras y los conceptos del escritor.
Simultáneamente, Tambuco interpretó una partitura compleja y por momentos abigarrada, y la impresión general que quedó fue la de un video musicalizado en vivo, más que la integración de una obra multimedia. Bajo esta óptica, una buena parte de la música creada por Arturo Fuentes parecía estar disociada del video en cuestión, no tanto de sus imágenes, sino del sentido profundo del texto de Carlos Fuentes.
Más allá de que las cuatro obras presentadas contienen música interesante y ciertos momentos de buena integración con los elementos visuales (me quedo con la obra de Waller como la mejor en este sentido), me parece que las cuatro adolecen de cierta dispersión en el desarrollo de sus materiales, lo que conduce a una duración excesiva. La ejecución instrumental de Tambuco, ejemplar como siempre, así como admirable su disciplina en este experimento de ajustar su trabajo sonoro a los complementos visuales propuestos.
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