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México D.F. Sábado 24 de enero de 2004
Víctor Flores Olea
El fuego y la palabra: aquí y allá, hoy y siempre
El "fuego y la palabra" aluden a la pasión y a las ideas, al ardor de las decisiones y a la claridad del pensamiento: son un resplandor de razones y voluntades que iluminan el camino y la cima hacia la cual nos dirigimos. Son, en su sentido más hondo, una enseñanza de vida y para la vida, la señal de un rumbo en que nos fraguamos y, al hacerlo, contribuimos al advenimiento de un mundo y de una humanidad que serán mejores. El fuego y la palabra son gemelos de la esperanza incandescente, de una esperanza que no muere y que se renueva perpetuamente.
En México hemos recibido así la aparición del EZLN: como un fulgor que rasgó el firmamento opaco en que vivíamos y nos enseñó que el logro de las metas pasa por la disciplina tenaz y la voluntad decidida, por la sabiduría del saber hacer y del saber decir, por la ética de la persona y de las personas y por su pasión, que es un fuego lleno de inteligencia y de palabras precisas y prudentes. Esto es: que se sitúa en el exacto punto opuesto de la repetición de los lugares comunes que escuchamos día a día, y que se distingue por la lucidez y fortaleza moral de quienes tienen en verdad algo que decir.
Así le llegó a la sociedad civil nuestra ese nacimiento, así lo recibimos porque ya no cabíamos en los rígidos moldes de un decir y hacer plagados de mentiras, así fue recibido el EZLN por la inmensa mayoría de los mexicanos: como una señal y un brillo de renovación y verdad. Y más cuando se nos convocaba a una acción y a una lucha en las que, por primera vez, nadie quedaría fuera: a una lucha en "que el mundo que queremos es uno en que quepan todos los mundos".
No un mundo de segregaciones en nombre de la fortuna, los fueros o inclusive de alguna clase social predestinada, sino uno de inclusiones en que todos y cada uno puedan vivir con la humanidad a que aspiramos. Y esto lo hemos recibido de los más castigados y olvidados de nuestros compatriotas, y son ellos quienes nos lo han enseñado. šOtra vez la luz llega de quienes parecían condenados a la oscuridad, ha llegado de esa parte nuestra a quien el EZLN le otorgó la palabra, y de quien ha revelado la inteligencia y el valor ético, de esa porción de mexicanos que ahora nos enseña a todos a decir y a pensar, que nos revela el valor del fuego y la palabra!
De esos pueblos indios de México que ahora nos muestran, con sus caracoles y sus juntas de buen gobierno, el significado real y nuevo de la democracia y de la solidaridad, tan corrompidos y falseados en el tramposo mundo del mercantilismo y los privilegios. Una enseñanza, además, que es para los mexicanos y mucho más allá: que nos enseña a todos que las decisiones no se pueden imponer abusivamente desde arriba sino que han de surgir democráticamente desde abajo, de todos y cada uno en fraternal unidad, pero respetando la pluralidad. Y que sólo así se puede alcanzar el bienestar general, en un mundo en que los que manden lo hagan obedeciendo, escuchando y atendiendo.
Más aún: estos hermanos mexicanos, que nos dicen de qué manera podrán alcanzarse otros mundos posibles, han dirigido también su voz a todos los pueblos de la tierra. Han universalizado la palabra partiendo de las concretísimas experiencias de su vida, y han sido escuchados en todas partes, lo que significa que ahora forman parte de la primerísima línea del fuego y la palabra en las batallas que se libran por el cambio y la renovación de todos. Han sido escuchados y han sido entendidos y atendidos nuestros hermanos, y ahora están en la vanguardia de la lucha general en contra de un sistema que, de un modo u otro, y de todos los modos imaginables, nos condena a la destrucción y está condenado a la destrucción.
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