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México D.F. Viernes 16 de enero de 2004

La importancia de llamarse Bush

El dinero sospechoso y la corrupción, pilares del clan del presidente, señala analista

JIM CASON Y DAVID BROOKS /I CORRESPONSALES

Washington y Nueva York, 15 de enero. La campaña de relección presidencial de George W. Bush, como el líder del bien contra las fuerzas del mal, no sólo implica el destino inmediato de éste, sino la eventual consolidación de una dinastía política sin igual en la historia reciente de Estados Unidos, que muestra conjuras, complicidades, corrupción, hermanos incómodos, dinero sospechoso y el uso del poder para fines propios.

El hermano del presidente ganó cientos de millones de dólares sólo por su apellido; una empresa que ha empleado a familiares del mandatario y a altos funcionarios consigue multimillonarios contratos del gobierno. El propio inquilino de la Casa Blanca llegó a su puesto por la historia política de su familia y sus compinches, y no por su talento como líder.

No es una descripción de México a finales de los años 80 y principios de los 90. Es la manera en que un ex asesor de Richard Nixon y reconocido analista conservador, que simpatizó con Ronald Reagan durante la década de los 80, caracteriza al presidente Bush y su familia. Según Kevin Phillips, el presidente -que esta semana anunció en Monterrey una iniciativa para combatir la corrupción en América- es miembro de una de las familias más taimado, corruptas y antidemocráticas que se han visto en los últimos 100 años de la historia estadunidense.

"No estoy hablando de una ausencia ordinaria de ética en los negocios o de corrupción financiera", escribe el influyente Phillips en su nuevo libro American dynasty: aristocracy, fortune and the politics of deceit in the house of Bush (Dinastía estadunidense: aristocracia, fortuna y la política del engaño en la casa de Bush). Señala: "cuatro generaciones en la construcción de una dinastía han imbuido el hambre de la familia Bush por el poder y las prácticas de un capitalismo de compinches con arrogancia moral, al pasar por alto las tradiciones democráticas y republicanas del gobierno de Estados Unidos".

Aunque el actual presidente se presenta como un tipo que llegó desde afuera de las esferas del gobierno y la política, la familia Bush ha tenido por lo menos a uno de sus miembros en algún alto puesto gubernamental de manera continua desde 1952, cuando Prescott Bush fue electo en el Senado estadunidense.

Es una dinastía política de más duración y con más poder que la de los Kennedy, con vínculos con los Rockefeller. Ha construido su poder mediante una red de asociaciones con contratistas militares, agencias de inteligencia, intereses petroleros y el aparato permanente de seguridad nacional.

Phillips describe un hilo de intereses especiales, escándalos, perjuicios y la forma de hacer negocios entre compinches, ligada en particular con la industria armamentista, que vincula la historia de la familia Bush a lo largo de un siglo.

Mientras un integrante de la familia ocupaba un puesto político, otros establecían vínculos empresariales con un abanico de em-presas a veces sospechosas, algunas de las cuales estaban involucradas con el escándalo Irán-contra, la familia de Osama Bin Laden y, claro, el gobierno de Kuwait, entre otros.

A lo largo de sus estancias en el gobierno, las empresas asociadas con los Bush se han beneficiado con contratos gubernamentales y vínculos políticos. Buena parte de éstos han sido en el sector energético, frecuentemente relacionados con Medio Oriente.

Una empresa que después fue fusionada con la gigantesca Halliburton -firma con sede en Texas que ha ganado miles de millones en contratos con el gobierno durante los últimos dos años- empleó al bisabuelo del actual presidente en los años 20 del siglo pasado y desde entonces ha otorgado chambas a otros miembros de la familia.

Halliburton, empresa que encabezaba el vicepresidente Dick Cheney, sería una de las más beneficiadas con la anunciada misión a Marte, y ha gozado de la política energética formulada en secreto por este gobierno.

Al documentar la historia familiar de los Bush, Phillips utiliza documentos e informes oficiales para demostrar cómo George Bush, ex presidente y padre del actual mandatario, desarrolló primero una relación de negocios con el gobierno de Kuwait. De hecho, en su primera campaña para el Senado en 1964, Bush padre fue calificado de "empleado" del jeque de Kuwait por su contrincante.

Cuando Bush padre fue director de la CIA, en los años 70, desarrolló vínculos íntimos con los servicios de inteligencia de Arabia Saudita (los mismos que después, se afirma, apoyaron a Bin Laden) y con el gobierno del sha en Irán. Cuando llegó a vicepresidente con Ronald Reagan, en los 80, fue uno de los más activos promotores, y de hecho participante, en la campaña secreta para apoyar al dictador iraquí Saddam Hussein, quien en ese entonces era considerado aliado estadunidense en la zona.

Pero diversos líderes de Medio Oriente estaban más que dispuestos a ayudar a otros integrantes de la familia Bush. Cuando Ar-busto, empresa fundada por el actual presidente, enfrentaba la bancarrota en 1979, dos sauditas ricos otorgaron inversiones vitales, utilizando fondos que Phillips sospecha que se originaron con familiares de Bin Laden (esa familia es dueña de una de las principales constructoras de Arabia Saudita).

Aunque Phillips no llega a culpar a la familia Bush de la crisis actual en Medio Oriente, argumenta que "ciertamente hay suficientes pruebas para sugerir que los enredos y cacería de fondos de décadas de la dinastía Bush en Medio Oriente han creado un importante conflicto de interés que merece ser parte del debate político de 2004".

Pero no todo los negocios de los Bush giraba en torno a Medio Oriente. En los años 50 el abuelo del actual presidente encabezaba una empresa llamada Zapata Petroleum, que tenía negocios en Texas y el Golfo de México, entre otros lugares.

Para los años 80, Jeb Bush, actual gobernador de Florida y hermano de este presidente, estaba involucrado activamente en los negocios de bienes raíces en Florida y trabajaba con miembros de la contra nicaragüense y cubanos vinculados con la CIA.

Más tarde Jeb encabezó una delegación empresarial a Nigeria, donde prometió que su padre (entonces presidente) incrementaría la asistencia económica a ese país y, a cambio, recibió un contrato de negocios de 74 millones de dólares, informa Phillips.

Pero lo que más preocupa a Phillips es la evolución de lo que caracteriza como una dinastía estadunidense, casi una familia real: es la familia política más poderosa e importante de este país en el último medio siglo.

Aunque la familia ha disfrazado sus raíces, mudándose primero de Nueva Inglaterra a Texas, y después al afiliarse con el fundamentalismo cristiano, es una línea sanguínea que incluye dos presidentes, los gobernadores de dos de los cuatro estados más importantes del país y una amplia red de familiares y amigos que han encabezado las empresas más destacadas de Estados Unidos.

"La familia Bush ha utilizado todos los recursos para crear una dinastía política que ha ganado la Casa Blanca para extender aún más su agenda familiar e ideológica", escribe Phillips. También es una familia que ejemplifica lo que Phillips cree que es una tendencia peligrosa en la política estadunidense: el intento de consolidar una reducida cúpula política, políticas económicas que favorecen al uno por ciento más rico de la población y un capitalismo, de compinches, corrupto mediante empresas como Enron, que eran cercanas a los Bush.

Phillips descalifica la idea de que en la democracia estadunidense todos tienen una oportunidad igual para llegar a un puesto de elección, y nombra más de una docena de senadores federales y por lo menos 77 representantes federales electos en 2000 que son familiares de otros políticos electos. La abrumadora mayoría de éstos son ricos.

Con estos datos en la mano, no es sorprendente que 50 por ciento del valor en dólares de las reducciones de impuestos en los últimos años se destine al uno por ciento más rico de la población. De hecho, el porcentaje del ingreso total de los hogares estadunidenses que gana ese uno por ciento más rico se duplicó en las últimas dos décadas, informa Phillips.

En comparación, el ingreso promedio de los hogares de clase media y los de ingresos inferiores se redujo en ese mismo periodo. "El factor de aristocratización de esta tendencia es difícil de ocultar", escribe Phillips.

Este panorama pintado por Phillips es de un gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Retomando su tema central, la dinastía Bush, Phillips declaró en reciente entrevista que "ésta no es una familia con compromiso particularmente firme con la democracia estadunidense. Su sentido de cómo ganar elecciones proviene de un ma-nual de la CIA, y no de la Declaración de Independencia o de la Constitución".

Historiador y comentarista conservador, Phillips cree que Estados Unidos se está alejando de ser una democracia en la que los líderes son seleccionados por un amplio electorado, y se está convirtiendo en un sistema de sucesión por herederos de dinastías.

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