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México D.F. Jueves 15 de enero de 2004
MORELOS: GOBIERNO JURASICO
A
juzgar por la violenta e injustificable represión desatada ayer
por el gobierno morelense contra el municipio de Tlalnepantla, y que costó
dos vidas, dejó varios lesionados y complicó exponencialmente
el conflicto político de esa localidad, la administración
que encabeza el panista Sergio Estrada Cajigal no se ha enterado de los
cambios ocurridos en el país desde la sublevación indígena
de 1994 en Chiapas.
A tono con su ignorancia de la historia reciente, y ostentando
incluso actitudes características de hacendados porfiristas, las
autoridades de Cuernavaca han venido respondiendo con la fuerza bruta a
las demandas de los comuneros de desconocer los resultados de la elección
municipal del pasado 6 de julio --cuando un cacique priísta se hizo
del control de la alcaldía-- y de reconocimiento al ayuntamiento
conformado posteriormente con base en usos y costumbres.
Ante la falta de respuesta del gobierno morelense, el
26 de noviembre del año pasado los habitantes de Tlalnepantla exigieron
la desaparición de poderes en su municipio y realizaron un bloqueo
en la autopista México-Cuernavaca, pero fueron reprimidos con lujo
de violencia por la policía del estado; los comuneros, uno de los
cuales resultó herido de bala, fueron en seguida a Cuernavaca a
pedir una audiencia con Estrada Cajigal, pero el gobernador no quiso recibirlos.
Hartos de semejante trato, los campesinos optaron por constituirse, hace
tres días, como municipio autónomo, y rompieron toda relación
con el Ejecutivo estatal. En respuesta, en la madrugada de anteayer Estrada
Cajigal envió a Tlalnepantla una fuerza compuesta por 800 efectivos
municipales, judiciales y preventivos que, a tiros, desalojó a los
comuneros de la plaza cívica y del palacio municipal.
Como lo hacían los funcionarios del gobierno federal
en Chiapas en tiempos de Salinas y Zedillo, Estrada Cajigal procedió,
a continuación, a difamar a los campesinos, a quienes el propio
gobernador acusó de atacar a los policías, de planear "actos
subversivos" y de estar manipulados por organizaciones "ajenas al estado".
El desempeño del gobierno de Morelos en este episodio
no sólo representa un grave abuso de poder y una severa violación
a los derechos humanos, aspectos ambos que deben ser investigados y sancionados,
sino que pone de manifiesto la persistencia, en el México del siglo
XXI, de mentalidades que cabría suponer plenamente superadas, de
una ofensiva insensibilidad humana y de una deplorable carencia de sentido
político.
Estrada Cajigal tendría que enterarse, por una
parte, que corre el año de 2004, y no el de 1904; por la otra, que
no gobierna en un cantón suizo, sino en la entidad cuna del zapatismo
histórico. Si no lo hace así, bien podría ocurrir
que los comuneros de Morelos pronto estén exigiendo la desaparición
de poderes no en un municipio, sino en todo el estado.
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