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México D.F. Miércoles 7 de enero de 2004

Néstor Bravo Pérez

El museo-hotel de Manolo Rivero

ƑA qué se puede recurrir para hacer arte? En la actualidad los medios al alcance para concretar una propuesta artística son varios y diversos. Podemos observar en los grandes actos artísticos, como bienales o ferias de arte, muestras de los más sorprendentes recursos para construir y proponer una obra artística. En Río de Janeiro encontramos propuestas de intervención urbana en las que se establecen desarrollos habitacionales alternativos, utilizando elementos arquitectónicos generados por la población y tratando de articular con la complejidad que supone una ciudad como Sao Paulo.

La intervención se ha vuelto un recurso y una estrategia recurrente en el arte contemporáneo. Y no sólo se trata de alterar los espacios en la ciudad, también se ha trabajado alterando de manera ''ecológica" los cauces de los ríos, el color de las montañas o interviniendo y modificando el sentido de obras emblemáticas de la historia del arte, como pintarle bigotes a la Mona Lisa de Leonardo.

El arte, como siempre, adquiere rasgos del pensamiento de la época en que se desarrolla y plantea problemáticas desde los criterios de sus contemporáneos. Hoy se ha estado relativizando el concepto de arte, llevándolo a espacios nunca antes habitados. En el pensamiento actual se han estado construyendo nuevos criterios de comprensión y producción de las artes. Y, sin embargo, hay un cúmulo de proyectos y estructuras sobre todo a escala institucional, que pugnan por una permanencia sin actualización, descreída y distante de lo que sucede en su entorno, en su contexto. Una de esas instituciones es el museo.

La idea de museo en México y otras partes del mundo está llena de restricciones. El edificio que alberga propuestas artísticas que buscan hacer una crítica a la contemporaneidad, al entrar ahí, a ese mausoleo que más que fichas pone epitafios en las obras, adquiere una postura que, muchas veces, coloca al espectador a una distancia enorme respecto de lo que observa. El espacio museístico se torna silencioso, solemne y un respeto incomprensible llena a las obras de sobriedad absurda. La mismísima caja de zapatos vacía de Gabriel Orozco, en el museo Tamayo, adquiere dimensiones monumentales.

Me parece que el museo ha perdido vitalidad y se ha alejado de las personas. Más que promover el gusto por las artes, ha sacralizado y encasillado, deteniendo las propuestas artísticas contemporáneas. Permitir espacios de coincidencia, puntos de encuentro, debe de ser una de las funciones del arte; el arte está más en la búsqueda del placer que en la de ser validado, más en la necesidad de conocer y comprender que en la de otorgar e insertar valores económicos.

El hotel Trinidad de Manolo Rivero, me parece, corresponde claramente con la reflexión del pensamiento contemporáneo sobre el arte, relativizándolo, y dándole un carácter más humano si se quiere, más integral. Proponer un espacio que sea al mismo tiempo obra de arte, museo y hotel es una muestra de la posibilidad de concebir una relación más cercana entre arte y espectador, entre arte y vida. El hotel es un espacio construido con soltura, con decoración ecléctica.

Al llegar lo primero que se percibe es un olor maravilloso, plantas enormes que decoran la estancia de la recepción, obras de diferentes autores, antigüedades y una serie de objetos artesanales.

La estancia en ese lugar permite observar la relación que mantiene Manolo con las artes y la manera en cómo éstas impactan en la concepción del hotel. Lo más sorprendente, por decirlo de alguna manera, es el amplio registro de la colección de arte de Manolo, parte de la cual podemos ver en los pasillos en relación estrechísima con los huéspedes. El espacio total de este museo-hotel está lleno de un espíritu lúdico, totalmente antisolemne. No existe, en este original museo, lugar para la sacralización de nada; estar allí es como habitar una obra de arte.

La espacialidad, en el hotel Trinidad, está armada siguiendo un deseo muy personal, de alguna manera emparentado con el surrealismo, en la medida que muchos de los espacios están cercanos a una mirada onírica con rasgos poéticos, pero, me parece, también está presente una posición contemporánea llena de eclecticismo y crítica a la solemnidad. El hotel Trinidad de Manolo Rivero, en Mérida, Yucatán, es pieza única, una muestra interesantísima del arte contemporáneo.

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