México D.F. Lunes 5 de enero de 2004
UN AÑO MAS DEL CONFLICTO PALESTINO
La
negativa de cinco jóvenes israelíes a prestar servicio militar
en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania (lo que les valió
una polémica condena a un año de prisión), junto con
otras manifestaciones de rechazo -realizadas incluso por soldados de alto
rango- contra la opresión a la que están sometidos los palestinos
por el gobierno de Tel Aviv, son muestra del profundo malestar que agobia
a buena parte de la sociedad israelí por falta de paz y por la obstinada
negativa de sus autoridades a resolver de manera justa y negociada el añejo
conflicto en esa atormentada región de Medio Oriente.
Por su parte, los palestinos nuevamente padecieron en
los últimos días de 2003 y los primeros de 2004 el embate
represor del ejército israelí, con saldo de numerosas víctimas
mortales, incluidos varios adolescentes.
Así las cosas, a la fecha no se observan indicadores
que muestren que el régimen de Ariel Sharon está dispuesto
a renunciar a su política de devastación y castigo contra
el pueblo palestino: las operaciones de su ejército y las violaciones
a los derechos humanos en territorios ocupados continúan; la construcción
del infame muro divisorio en Cisjordania permanece vigente; además,
no se han dado pasos suficientes para cumplir con algunos de los compromisos
del llamado mapa de ruta, entre ellos la remoción de los
asentamientos de colonos israelíes en suelo palestino.
Por otro lado, es claro que en tanto no comiencen a revertirse
tales circunstancias y el pueblo palestino permanezca humillado y sin patria,
los grupos terroristas de signo islámico -como Hamas y Jihad- permanecerán
activos.
La comunidad internacional, entre tanto, mantiene una
tibia postura ante este conflicto: si bien es patente que la continuidad
de éste es un factor de desestabilización y tensión
a escala global que prácticamente todos los gobiernos reconocen,
es poco y escasamente efectivo lo que se ha emprendido para hacer valer
el legítimo derecho del pueblo palestino a contar con un Estado
nacional y para contrarrestar y perseguir, en el contexto del derecho,
tanto los crímenes de lesa humanidad perpetrados por los ocupantes
israelíes como la barbarie terrorista de los extremistas islámicos.
Con todo, es claro que mientras no se dé verdadera
existencia a una patria soberana, libre y viable para el pueblo palestino
no será posible lograr la paz ni, desde luego, restaurar la destrozada,
pero necesaria, convivencia entre las poblaciones israelí y palestina.
Los ciudadanos de ambas naciones desean la paz, pero,
parece claro, mientras Sharon y sus halcones permanezcan en el poder
sólo podrá esperarse la continuación de la represión
contra los palestinos y, eventualmente, la actividad de los grupos terroristas
contra Israel.
En este contexto, corresponde a la sociedad hebrea detener
el militarismo de sus actuales gobernantes a fin de propiciar un mejor
clima de acercamiento y negociación con los palestinos. Las manifestaciones
de diversos actores sociales, reclutas y activistas israelíes contra
la ocupación y en favor de la paz, son indicador de que esto ha
comenzado a ocurrir, aunque todavía no puedan delinearse con claridad
sus oportunidades de éxito.
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