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México D.F. Lunes 29 de diciembre de 2003
Gonzalo Martínez Corbalá
Kafka y Nostradamus en México
Hay un dicho que afirma: "Sé razonable; haz las cosas a mi manera", el cual parece ser la divisa de todos los sectores y representantes de las fuerzas políticas del país que estos días integran la estructura del poder público nacional.
Todos también reclaman el reconocimiento general a su propia actuación como la más democrática y la más ajustada a las necesidades planteadas por el pueblo mexicano en su difícil y áspero camino hacia las metas más necesarias y más elementales del desarrollo, que hoy por hoy parecen cada vez más distantes, como el Castillo de Kafka, del que sólo se sabía de su existencia, pero siempre resultaba inalcanzable.
K, el personaje de la asombrosa novela de Franz Kafka, convertido por las necesidades impuestas por las circunstancias en agrimensor llamado por el Conde dueño del Castillo que se vio obligado a buscar -desde las primeras páginas del libro-, describe el autor con su singularísimo estilo, que lleva al lector de una circunstancia imposible a otra completamente absurda, cómo K "...echó a andar otra vez, camino adelante; largo camino fue, sin embargo. Porque esa carretera, esa calle principal de la aldea, no conducía hacia la montaña del Castillo; tan sólo acercaba a él; y luego, como si lo hiciese adrede, doblaba, y si bien no se alejaba del Castillo, tampoco llegaba a aproximársele. K no cesó de esperar que fundamentalmente el camino se desviase necesariamente hacia el Castillo..." (El Castillo, Franz Kafka, alianza Editorial, p. 19).
En la contraportada del maravilloso libro se dice: "...un mundo exterior que, pese a conservar todas las notas que lo hacen reconocible, es objeto de una mutación que lo transforma cualitativamente, una secuencia de acontecimientos incomprensible para quien la padece..."
Si en vez del Castillo (así, con mayúscula, lo escriben muchos traductores de Kafka) usted pone, inestimable lector, "el desarrollo", y luego lo traspone a los diversos, casi multitudinarios actores de la vida real contemporánea de nuestro país, para prefigurar el misterioso y cambiante personaje protagónico en la obra kafkiana, el señor K, encontrará usted una buena manera de encaminar su torturado análisis -mayormente complicado por la diversidad de las interpretaciones de los medios-, según el caso, que en una heroica, casi imposible tarea, se lanzan a buscar junto con los múltiples personajes K (Kafka maneja sólo uno, protagonista de toda su obra en El Castillo y El Proceso), lo cual hace todavía más difícil la lectura de las declaraciones y la comprensión de los ricos matices de los actores de esta otra novela Ƒhistórica?, que se escribe y se dice innumerables veces todos los días de la semana, a todas horas del día.
ƑUsted ya comprendió, ameritadísimo lector, la diferencia entre las propuestas del Ejecutivo, las de los diversos partidos y de los subpartidos o grupos y subgrupos del Legislativo?
ƑHa logrado encontrar el hilo conductor entre las innumerables hipótesis, premisas, supuestos y antecedentes, con las conclusiones a plazo inmediato, anuales, trianuales o de proyección histórica hacia el porvenir infinito e inconmensurable de la patria? ƑLe quedó claro quiénes son los salvadores y quiénes los traidores?
ƑNo tiene dudas de quiénes son y serán las y los mexicanos que habrán de ser definitivamente condenados por el juicio de la historia, y de quiénes se salvarán y quedarán sus nombres con letras de oro grabadas en los muros de la Cámara de Diputados, sagrado recinto que aloja a los responsables de haber malinterpretado a J. J. Rousseau cuando dice que el primer derecho de un pueblo es ser pueblo, antes que el derecho a elegir a sus gobernantes?
Si así es, caro lector, si usted puede contestar afirmativamente todas estas interrogaciones, usted ya no tiene que volver a leer ni El Castillo ni El Proceso de Kafka. Usted ya encontró el camino para llegar hasta donde K, convertido por las circunstancias en improvisado agrimensor al servicio del Conde, propietario del Castillo que a los ojos y a la distancia desde donde K era un espectador, "no era ni un antiguo burgo feudal, ni un suntuoso palacio nuevo, sino una planta extensa que se componía de pocas construcciones de dos pisos, y de muchas construcciones bajas en cambio, que se estrechaban unas contra otras; de no haberse sabido que era el Castillo, hubiera podido tomársele por un pueblecito", no pudo llegar.
Usted logró en este caso, mi querido lector, lo que K, el agrimensor, no consiguió nunca en las 382 páginas de esa gran obra literaria: encontrar el Castillo, lo cual no es poca cosa. Usted habrá conseguido, además, "ser razonable; hizo las cosas a su manera".
Ahora que si lo que usted desea, responsable lector, además de comprender lo que está pasando en nuestro país -meta ya de suyo ambiciosa, con perdón suyo- es otear hacia el futuro de la economía -y de la política también-, entonces no trate de informarse en el Plan Nacional de Desarrollo ni en las estadísticas del INEGI, o en la Ley de Ingresos, ni mucho menos en el Presupuesto de Egresos de la Federación. Si usted quiere mayor aproximación a la realidad, acuda a las Profecías de Nostradamus, que fueron formuladas en 1555, pero que le darán información más confiable para los próximos años. Con el lenguaje un poco críptico que distinguía a Michel de Nostradamus, pero con mayores aciertos en su favor que los documentos antes citados.
Estamos ya muy cerca de liquidar el año viejo -2003- y por tanto de reiniciar nuestras malogradas esperanzas de obtener de todos los ámbitos del poder público -y del privado también, Ƒpor qué no?- decisiones responsables y acertadas para nuestra patria; así que deseo muy sinceramente un mejor año 2004 para todos los mexicanos. A usted primero que todos, por el agradecimiento que le debo por estarme leyendo a estas alturas del año. Muchas gracias.
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