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México D.F. Miércoles 17 de diciembre de 2003

Arnoldo Kraus

Escepticismo: algunas razones

Escepticismo no sólo es lo contrario de optimismo. No es tampoco mera desconfianza, simple incredulidad o una situación que hace que la persona dude de la verdad. No es tampoco únicamente una doctrina filosófica griega u occidental ni mera sinonimia de las caras pirrónicas de la vida contemporánea. Es algo más sencillo y más objetivo. Es un retrato de la realidad y "un paseíto" por los periódicos o por las calles de la mayoría de las urbes.

Se ha dicho que nuestro país tiene muchos renglones kafkianos y no pocos espacios surrealistas. Lo mismo podría decirse acerca del escepticismo. Nuestra ralea política -de antemano hay que ser sincero y aceptar que es nuestra y que somos corresponsables de sus actos- es un dechado para cualquier filósofo interesado en el escepticismo moderno made in Mexico. Algunos lineamientos de esa praxis ilustran esa situación.

Para ser escéptico en México son indispensables los siguientes requisitos:

1. Ser mexicano -de preferencia vivo, aunque se aceptan muertos.

2. Ver futbol mexicano y emocionarse o, al menos, aguantar hasta que termine el partido.

3. Escuchar a Vicente Fox y no apagar la radio o la televisión, cuando, por ejemplo, ironiza acerca de su rival Andrés Manuel López Obrador -cualquiera diría que trabajan en países diferentes- o cuando propone desmantelar o "descentralizar" algunas instituciones culturales.

4. Reinventar otro Ernesto Zedillo, quien dijo, antes de exiliarse, que "en nuestro país no había lugar para los escépticos".

5. Correlacionar los sueldos de la mayoría de las familias mexicanas con los precios de alimentos, medicamentos o vivienda.

Algunos requisitos necesarios, pero no indispensables, son:

1. Creer que Miguel Nazar y Luis de la Barreda tomaron vacaciones fuera del país "por azar".

2. Fotocopiar y regalar la revista Hola! cuando Marta Sahagún de Fox sale en la portada -verla por televisión implica demasiado sacrificio.

3. Pensar que Vicente Fox se equivocó cuando dijo Borgues (las cursivas son mías) en vez de Borges.

4. No vomitar cuando se piensa que entre Vicente Fox y Elba Esther Gordillo existía "un pacto" en relación con el plan fiscal.

5. Sorprenderse cuando se dice que México es el traspatio de Estados Unidos.

6. Aceptar que las muertes de los bebés en Comitán, Chiapas, en diciembre próximo pasado, fueron por "exceso de nacimientos", tal como manifestaron las autoridades de salud.

Otros motivos para ser escéptico son:

1. Que persista el conflicto en Chiapas.

2. Que se disminuya el presupuesto dedicado a la ciencia.

3. Saber que 12 por ciento de los niños en Chiapas no acuden a la escuela a causa de la pobreza.

4. Que la violencia no haya disminuido.

5. Observar, mes a mes, cómo en muchas calles de la ciudad de México aumenta el número de semaforistas -aquí sí se puede aplicar el término gubernamental "descentralizados" para referirse a todos los y las mexicanas que no tienen trabajo.

En realidad, como bien dijo, Santayana, "el escepticismo es una forma de creencia". Es una forma de creencia plausible, palpable y veraz cuando se es al menos "un poco inteligente" y "un poco realista", atributos que se alejan de la mayoría de los discursos de nuestros dirigentes políticos. En México las muestras para ser incrédulo y cultivar "un estado escéptico" son constantes y cada vez más dramáticas. Parecería que una constante entre nuestros dirigentes radica en desinformar en vez de informar y en desvirtuar en lugar de ser objetivos. Muchos de los discursos emanados del poder contienen tal cantidad de dislates y mentiras que, en ocasiones, resulta imposible diseccionar entre la supuesta realidad de sus palabras y la realidad de la calle.

Ser escéptico significa también "mirar cuidadosamente" o "examinar atentamente". Mirar y examinar son cualidades de los entrecomillados inscritos en el párrafo previo: "un poco inteligente", "un poco realista". La inteligencia se hereda, pero también se cultiva y se pule por medio de la cultura u otras fuentes. Con la realidad se nace y se vive. Para entenderla y enfrentarla es menester mirarla y examinarla, no alejarla ni disfrazarla. Mejor aceptar la realidad que falsearla por decreto. Mejor enfrentarla que inventarla. En México, la clase política huye del escepticismo porque carece de esas cualidades.

"El escepticismo es una forma de creencia". Creer en el escepticismo es buena universidad. Nuestros jerarcas no deben asustarse si desean adentrarse en las lecciones del pirronismo: basta escuchar a sus compañeros de partido, o a los de la bancada del partido vecino, para comprender que deben ser, aunque se consideren inmortales, escépticos hasta la muerte.

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