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México D.F. Sábado 13 de diciembre de 2003
Molly Ivins
Mi gallo es Howard Dean
Austin, Texas. Nadie aguarda conteniendo el aliento a que me decida por alguno de los aspirantes presidenciales demócratas, pero ya tomé mi decisión, y puede que les interese saber cómo llegué a ella. Estoy por Howard Dean, porque él va a ganar.
Es deber ineludible de liberales de hueso colorado como yo tomar nuestras decisiones políticas con base en aspectos como pureza de corazón, nobleza de carácter, profundidad de comprensión del sentir de la gente, integridad a toda prueba y generosidad de espíritu. Por tradición, el concepto de ganar en verdad una competencia política no influye en absoluto en el liberal de corazón... por lo menos en las elecciones primarias.
En el curso de los años he votado con orgullo por una lista de perdedores a los que sólo un liberal genuino podría amar. Me sorprende no encontrarme este año en el campo del noble Dennis Kucinich. (Y créanme, hay partidarios del noble Dennis que están molestos conmigo por eso.) De hecho, en un principio me incliné por Dean precisamente porque parecía uno de mis perdedores de siempre: 2 por ciento en las encuestas con todo el peso de Vermont detrás... cielos, justo como a mí me gustan.
Después de concluir que éste era el año para Ser Razonable, buscar un ganador, encontrar un moderado, y todas esas cosas buenas que hacen los expertos en el juego político, estudié con cuidado la sabiduría convencional. La sabiduría convencional -ese avatar de todo el conocimiento político que es la prensa de Washington, DC- dijo que John Kerry era el hombre. Así pues, a pesar de su semejanza con los mejores productos del arte del taxidermista, esperé a verlo mostrar señales de vida. Y me quedé esperando.
Luego consulté a mis amigos del movimiento sindicalista, y me dijeron que Dick Gephardt era el hombre. Siempre me han gustado los sindicalistas liberales, y las cejas de Gephardt han mejorado. Por un tiempo tuve esperanzas, pero concluí, como muchos otros, que si bien Gephardt es Perfectamente Bueno como candidato demócrata, no precisamente está incendiando al mundo. No parece éste un buen año para un político convencional, porque la política que contemplamos no es convencional. Estos republicanos no aplican una estrategia diferente: están jugando un juego diferente. No quieren gobernar: quieren imperar.
Luego, mis amigos abogados recomendaron a John Edwards, y aun cuando mi primera impresión fue "demasiado bonito, demasiado superficial", me cayó mejor al paso del tiempo. Tiene un buen aire de fuerza populista, algunas buenas ideas económicas, le tira a matar a Bush en cuestión de economía. Pero la sabiduría convencional concluyó que es demasiado joven e inexperto.
Luego vino el general Wesley Clark, y muchos se emocionaron. Pero jamás he creído que alguien deba iniciarse en política desde arriba. Todos esos ricachones que buscan puestos de elección popular quieren empezar como gobernadores o senadores, en vez de postularse primero a la sociedad de alumnos. Quitando a Arnold Schwarzenegger, en realidad no es tan fácil como parece.
Entre tanto, allí andaba el viejo Dean, causando entusiasmo. Fui a Vermont y hablé con un montón de liberales de allá. Me dijeron que Howard Dean no es liberal. Qué curioso, es lo mismo que Dean dice. Y en verdad no lo es, pero en política todo es relativo. La sabiduría convencional primero lo descartó (šel tipo jamás ha estado en una cena en Washington!), luego condescendió con él, luego le ofreció graciosamente instrucciones de cómo manejar su campaña, la cual parecía marchar bastante bien sin su ayuda.
Hablé con algunos representantes de la clase adinerada, quienes me aseguraron que Dean No Puede Ganar. Pero, por supuesto, me doy cuenta de algo interesante: Dean tiene tanto dinero que de hecho declinó recibir fondos públicos de campaña (como soy liberal de hueso colorado, esto me disgustó naturalmente, pero como el dinero de Dean procede de Gente de Verdad y no de los grupos de interés corporativos, mi disgusto disminuyó). Permítanme adscribirme a la noción de que este año el Internet es a la política lo que la televisión fue en la competencia de Kennedy y Nixon en 1960.
Por un tiempo me preocupó que Dean fuera un tipo rabioso, o por lo menos inclinado a la rabia política que tan bien saben manipular los locutores de radio derechistas. A los liberales nos incomoda la furia: preferimos la paz, la razón y la amable persuasión. Amados míos, ya es buena hora de que nos enojemos: el gobierno de Bush está pervirtiendo la justicia social, económica y política.
Dean pronuncia estupendos discursos; hasta los republicanos deberían ir a oírlo sólo por la experiencia. Pero me preocupaba su desempeño en televisión: la televisión es muy importante. ƑCómo puede alguien caer en el juego de Margaret Carlson, de la PBS, que no es precisamente una de las entrevistadoras más duras? Pero luego lo vi sortear a carcajada limpia una entrevista con Chris Matthews (que es lo que debió hacer con Tim Russert, quien estuvo lanzándole puras preguntas para pescarlo) y me di cuenta de que el tipo sabe cuidarse. Es decir, si le dan en la cara devuelve el golpe, lo cual no está nada mal.
Lo sé, es incluso menos liberal que Bill Clinton, pero no creo que sea un centrista moderado. Creo que es un centrista que lucha. Y amigos, creo que aquí tenemos un ganador. © The Independent Traducción: Jorge Anaya
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