La lucha es colectiva, personal
y cotidiana
Antonio Medina
Paz Serrano tiene 33 años de edad, es ama
de casa y lleva poco más de dos años de saberse VIH positiva.
Se enteró 15 días antes de que falleciera su esposo. Su matrimonio
le dejó dos hijos: una niña de 7 años y un niño
de 10. Para sobrevivir, Paz vende corsetería y calcetines para caballero
de puerta en puerta. Es representante del Frente Nacional de Personas Afectadas
por el VIH (FrenpaVIH) en Hidalgo y forma parte del Grupo de Autoapoyo
del Hospital General de Hidalgo.
"Después de que me enteré que era portadora
del VIH, me cayó el veinte de la importancia de la negociación
del condón con la pareja, ya que independientemente de que te cuides
para un embarazo, te puede evitar otras enfermedades, pero las mujeres
en México seguimos el patrón cultural de sometimiento. Por
eso he dicho que el sida entró por la puerta grande a mi casa y
sin pedir permiso. La ignorancia nos hizo creer a mi esposo y a mí
que el deterioro de su salud se debía a una brujería, pero
antes de que él falleciera yo me hice pruebas en un hospital particular,
y supe que no eran brujerías, sino VIH. Él murió sin
conocer la causa verdadera de sus males.
"Lo que me ha costado mucho trabajo es superar el temor
a la discriminación hacia mi persona y la que pudieran sufrir mis
hijos. Pero si algo me caracteriza es que soy perseverante y seguiré
luchando para que cuando mis hijos se enteren, lo tomen con madurez, pues
está comprobado que si eres discriminada por la familia, la sociedad
o por quienes te atienden en el hospital, bajan tus defensas y le das la
oportunidad al virus de que ataque tu organismo. Por eso yo pugno por la
creación de muchos grupos de autoapoyo que ayuden a las personas
que viven con VIH a fortalecer su autoestima y su sistema inmunológico,
además de que sensibilicen a quienes nos atienden en clínicas
y hospitales, porque detrás de las batas blancas de muchos médicos
se esconde prepotencia e ignorancia.
"Hago activismo por el coraje que me provoca la ignorancia
de autoridades y de muchos segmentos de la sociedad. Por eso decidí
que en lugar de deprimirme o estar lamentando mi situación, mejor
me aplicaría a investigar sobre el sida, sus efectos y la forma
de vivir mejor con el virus. Pronto encontré apoyo y hoy estoy convencida
que la lucha, además de colectiva, es personal y cotidiana. Me convencí
que nadie va a venir a hacer las cosas por mí... y veme, sana, con
un proyecto de vida en el que están mis hijos y mi gente que vive
con VIH o sida, que son como mi familia.
"Quienes vivimos con VIH tenemos que luchar diariamente
contra los prejuicios sociales y los que inculca la Iglesia católica,
pues son mortales para nosotros, ya que todavía hay gente que piensa
que el sida es un castigo de Dios, por lo tanto se da una dinámica
de castigo colectivo que se refleja en la discriminación y el escarnio
social."