Alejandro Brito
Hora cero. Con un resultado positivo a la temida
prueba del VIH comienza la cuenta regresiva en la vida de una persona.
El conteo de células en el organismo inicia una carrera vertiginosa
para ganarle tiempo al virus. Una nueva diferenciación social se
origina entre portadores y no portadores del VIH. El resultar seropositivo
a los reactivos es la primera puerta hacia el estigma: el sida ha significado,
por mucho tiempo, la marca inconfundible de la ignominia. Y en medio de
este delirante viaje sin retorno, relatar la crónica diaria de este
doble padecer resulta todo un desafío. En su libro Crónica
Sero, el escritor Joaquín Hurtado no sólo afronta con
éxito ese reto sino que desafía al lector o lectora a confrontar
sus más recónditas e insospechadas fobias. Con un lenguaje
directo, preciso y certero, Hurtado devuelve las pedradas de la insidia
y la hipocresía moral, pero esta vez cargadas de enjundiosa rabia.
A decir del autor, estas crónicas de la seropositividad pretenden
ser una sonrisa un poco pesimista y desencantada, pero irónica y
socarrona, a la vez, de la realidad de vivir con el virus.
El libro, publicado por Conaculta y Conarte de Nuevo León,
recoge 73 crónicas, publicadas la mayoría de ellas en Letra
S, Salud, Sexualidad, Sida, donde colabora desde 1996. El título
de su columna mensual, Crónica Sero, le da nombre también
al libro. El escritor regio es autor de Guerreros y otros marginales,
crónicas urbanas de chavos banda, prostis, locas, solados, policías
y drogos de la ciudad de Monterrey; y de Laredo Song, que incluye
sólo relatos homosexuales. En estos días, confiesa entusiasmado
a Letra S, está por terminar su primera novela, donde se
explayará felizmente en contraste con estas crónicas, que
no rebasan las dos cuartillas. Para Crónica Sero "me impuse ser
breve y conciso", afirma, lo que requiere mucha disciplina y obliga al
rigor estilístico y al mayor uso de instrumental técnico.
Joaquín Hurtado es también un aguerrido
activista de tiempo completo, preside desde 1992 el Grupo Abrazo en Monterrey,
el cual realiza labores de prevención, presión política
y capacitación. Se define a sí mismo como "un escritor metido
en este asunto del sida por necesidad y obligación moral".
¿El VIH/sida te hizo escritor?
Yo tenía una relación especial con la literatura
desde muy joven, casi desde tiempos de la secundaria. Neruda, Borges, Dostoievsky,
Cortázar, Faulkner, Monsiváis, Fuentes, Rulfo y tantos otros
fueron y son modelos para armar en el proyecto de mis placeres sin proyecto.
El sida irrumpe y me arrebata de este callado y personal diálogo.
Empezaron los gritos sin interlocutor. Después las ideas, sensaciones,
sentimientos, temores, pasiones pugnaron por salir de algún resquicio.
El psicólogo no fue suficiente. La literatura se convirtió
en esa vía para paliar mi sensación de desarraigo. Tomé
mis maletas y me vine a vivir a esta patria generosa y perra que es la
escritura.
Comenzaste tus crónicas de la enfermedad cuando
había muy pocas esperanzas de sobrevivencia. Hoy que esas esperanzas
son mayores, ¿notas algún cambio en la percepción
de la gente sobre la enfermedad?
Me asusta la moda del deporte extremo de dejarse infectar
casi por placer. No sabemos qué planes tenga el VIH, hay que tratarlo,
si no con temor, sí con respeto. Hay mayor sensación de invulnerabilidad
entre los jóvenes. Me siento parte de una generación muy
rebasada, un loco hablando en el desierto atestado de oídos sordos.
A veces siento que el único estímulo para seguir adelante
en mi tarea preventiva es la inercia de la voluntad. Me explico: ya no
puedo vivir sin el sida. No sabría cómo dialogar con la vida
ni con la muerte.
Se ha echado mano de las metáforas para estigmatizar
al sida y a quienes lo padecen. En tus crónicas tú también
recurres al poder de las metáforas para devolver las pedradas. ¿Es
algo muy calculado o es puro estilo literario?
Santa Susan Sontag me ha hecho el milagrito de darme
habilidades para jugar con esas metáforas. El lenguaje es una metáfora.
Jamás podré traducir con palabras el vacío que traigo
en el corazón y en el alma con la muerte de mis amigos. Nunca podría
documentar mis odios o mis rabias ante la estulticia y la mezquindad sin
recurrir a la metáfora.
¿Cuáles son las estrategias literarias
y de otro tipo que usa Joaquín Hurtado para hacer que los dardos
lanzados den en el blanco?¿El autoescarnio es una de ellas?
La mejor vacuna contra el estigma es tomar cada mañana
la navaja del autoescarnio y desfigurarme el rostro para que ningún
idiota venga y me diga: "¡pero qué cara tan jodida traes hoy,
¿no te han avisado de tu muerte?" Nada me hacen semejantes flores
si ya me adorné yo mismo con ellas.
Dices en tu libro que el amor filial, para una persona
seropositiva, es un lastre. ¿Qué quieres decir con esto?
¿Que en una condición de vulnerabilidad ese tipo de amor
tiene doble aguijón?
El amor filial tiene fronteras tan sutiles que nadie
sabe dónde están esas minas subterráneas que le ponemos
al hijo infectado, o las que nos pone una madre desesperada al no poder
detener la diarrea. No digo más porque creo que ya pisé un
explosivo de autoconmiseración.
Hay crónicas escritas en primera persona y otras
escritas en tercera, ¿obedece a alguna estrategia o criterio artístico
o de efecto?
La gran ventaja que ofrece la crónica literaria
sobre las monografías, las tesis, los testimoniales y los ensayos
es que uno puede jugar con los espejos. Perder o perderse con el lector,
confundir o confundirse en la masa anónima. Tener un rostro y una
voz propia para obsequiarla a un personaje que puede ser ficticio, que
puedes ser tú, él, ella, nosotros, nadie, todos.
Tu trabajo es sobre todo literario, pero también
tiene una intención política: ¿la denuncia?
No es la intención fundamental de mis locos afanes
literarios. Dudé mucho antes de dar entrada o excluir esa clase
de textos en este volumen. El arribo de la derecha al gobierno de la república
me ofreció una cantera inagotable para hacer escarnio de sus payasadas.
Creo que ni Vicente ni Martita ni Ana Cristina Fox producen ya asombro
en nadie. Siendo franco creo que el resultado de dos o tres crónicas
no me parece del todo afortunado, están muy apegadas a eventos o
declaraciones de la esquizofrenia institucional ya rebasadas por el aburrimiento.
La literatura y el arte deben someterse a los rigores de sus propias leyes,
un texto político-panfletario es definitivamente nauseabundo. Pido
perdón por la tentación no vencida.
Después del viaje que significa Crónica
Sero, quiero concluir que no importa si eres seronegativo o seropositivo,
en el entendido de que esto es completamente intrascendente cuando se trata
de demostrar lo mejor de uno mismo, de sacar la generosidad, la solidaridad,
el amor, la compasión y no perdonar cuando se trata de abusar de
la gente ya vulnerada de parte de instituciones, gobiernos o iglesias.
Crónica Sero
se presenta este jueves 4 de diciembre en la sala
Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes,
a las 19 horas. Acompañan al autor Jorge Saavedra,
director de Censida,
Eduardo Antonio Parra, escritor, Premio Juan Rulfo
de Radio Francia, y
Alejandro Brito, periodista, director de Letra
S. |
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El único estímulo
para seguir adelante
en mi tarea preventiva es
la inercia
de la voluntad... ya no puedo
vivir
sin el sida. No sabría
cómo dialogar
con la vida ni con la muerte.
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