Condones
y derecho a decidir:
opciones por la vida
Recientemente el cardenal Alfonso Trujillo declaró
en un programa de la BBC que "el virus del sida es aproximadamente 450
veces más pequeño que el tamaño de un espermatozoide
y puede pasar fácilmente a través de las paredes que conforman
el condón". La Organización Mundial de la Salud (OMS) replicó
inmediatamente afirmando que estas declaraciones sobre los condones son
incorrectas y peligrosas, sobre todo si se toma en cuenta que el planeta
vive una pandemia global que ha matado a más de 20 millones de personas
y afecta a por lo menos 42 millones. La OMS sostiene que el condón
usado consciente y correctamente reduce la probabilidad de una transmisión
en 95 por ciento.
Por otra parte, el cardenal McCarrick, arzobispo de Washington,
dijo "los condones fallan frecuentemente". Pero esto no es cierto, son
los cardenales los que fallan más frecuentemente que los condones.
Es hora de decirles la verdad a los obispos católicos.
Necesitamos una política sobre el sida dentro de
la Iglesia católica que no solamente proteja a las personas que
viven con VIH/sida, sino que prevenga su transmisión. Más
de 10 millones de personas dependen de la Iglesia para tratamientos y para
prevención. Si ellos y ellas no conocen la verdad acerca de los
condones, probablemente transmitirán el VIH a sus esposas, esposos,
hijos y parejas.
Como católicas comprometidas con la defensa de
la vida, aplaudimos la labor que realiza la Iglesia católica con
las personas que viven con el VIH, a través de sus servicios sociales
y el apoyo a los familiares. Pero al mismo tiempo, nos consterna e indignan
las declaraciones oficiales que descalifican las evidencias científicas
que prueban la alta efectividad del condón para prevenir la expansión
de esta enfermedad mortal.
Es hora de que los obispos del mundo tomen en cuenta la
ciencia y dejen de ejercer un apostolado de espaldas a la vida de las personas.
Les hacemos un llamado también para que repudien la información
incorrecta que circula a través de instancias oficiales de la Iglesia
católica, y les pedimos que sean honestos en la descripción
de la efectividad de los condones y en la explicación de las verdaderas
causas por las que se oponen a que las personas usen los preservativos.
La posición que asume la jerarquía de la
Iglesia católica y sus representantes más conservadores de
proscribir el uso de los condones para prevenir el VIH es un atentado contra
la vida de personas concretas, contra el derecho de las personas a protegerse
y, sobre todo, contra su derecho a decidir en todos los aspectos de su
vida.
Hoy, frente a la oposición de la Iglesia católica
de usar condones como una manera de prevenir el sida, es necesario impulsar
opciones liberadoras que permitan la expresión de cientos de miles
de personas que no han logrado hacer compatibles sus vivencias cotidianas
con los preceptos jurídicos y religiosos vigentes en nuestras sociedades;
personas a quienes acosan la culpa y los temores causados por la distancia
creciente entre los dilemas que enfrentan en su vida diaria y la moral
retórica de una cultura anclada en otras épocas. Hoy es necesario
hacer valer los derechos humanos en el interior de nuestra iglesia para
favorecer la libre opción, la libertad y la igualdad frente al ejercicio
de la sexualidad.
Afortunadamente, en el mundo existe más de una
posición católica para enfrentar el sida. En varias diócesis,
especialmente africanas y asiáticas, emprenden diversos programas
de ayuda a los enfermos con sida, a éstos se suman teólogos
católicos que argumentan la primacía de la conciencia de
las personas sobre la prohibición papal, especialmente en cuestiones
de anticoncepción, en las que se incluye, por supuesto, el uso del
condón como una de las formas de preservar la vida y evitar el sida.
Entre dichas posiciones, rescatamos la del obispo Kevin
Dowling, de Rustenburg, Sudáfrica, quien en referencia a la necesidad
de cambios en la política de la Iglesia sobre los condones y la
epidemia del sida afirmó que "se puede considerar el uso del condón
no como un método para evitar la transmisión de la vida,
o sea el embarazo, sino como una medida para evitar la transmisión
de la muerte de una persona hacia otra".
Reiteramos nuestra confianza en la capacidad ética
de las personas para tomar decisiones responsables sobre sus vidas y recomendamos
el uso del preservativo como una de las formas más importantes para
prevenir el sida. Afirmamos el derecho de todas las personas al control
de su propio cuerpo y a la vivencia placentera de la sexualidad sin distinción
de género, clase, raza, etnia, edad, credo y orientación
sexual.
Las buenas católicas y los buenos católicos
usamos condón.