México D.F. Martes 2 de diciembre de 2003
José Blanco
Maravilloso
Los diputados disputan y no resuelven nada. El Ejecutivo ostenta una parvulez en la que parece permanecerá el resto del sexenio. En descargo de la ineficiencia ejecutiva, nadie puede perder de vista que el eje organizador de las decisiones nacionales que fuera el presidencialismo autoritario fue eliminado, pero no sustituido por nada capaz de procesar decisiones.
La alternancia democrática distribuyó el poder, pero lo hizo no entre partidos estructurados, sino entre organismos mucilaginosos en cuyo interior el poder se difumina. Dado el pequeño priísta que casi todos los políticos llevan dentro -la cultura política de un siglo-, sólo saben alinearse tras algún prohombre providencial y les es imposible procesar estudios aceptables por todos, conocimiento de la realidad, y generar decisiones y acuerdos entre sus propios congéneres de partido y, menos aún, configurar pactos para la nación, políticas de Estado, visión nacional de largo plazo concertada.
Sauri dice que el PRI es oposición -aunque este partido ocupe la mayor parte del Estado a escala nacional- y que no va a hacerle el trabajo "a Fox". Entre tanto los ciudadanos esperan que esta señora y sus congéneres hagan el trabajo a la nación: las muchas reformas que el país demanda. Pablo Gómez dice que en el Ejecutivo no hay liderazgo, que el Presidente debiera ser capaz de armar los consensos que el país necesita, mientras el PRD y varios de los PRI existentes lanzan su inflexible grito preferido: no, no, no. Si ésa es la opinión, es de esperarse un mínimo sentido de realidad, asumir como un dato la tal falta de liderazgo y actuar en consecuencia produciendo acuerdos necesarios al país.
Mientras unos políticos acusan a otros dentro de sus partidos y hacia fuera de ellos, todos acusan grave perturbación y aturdimiento, nacidos del interés atolondrado por el poder. 2006 los tiene vueltos locos a todos. Como antes, para este fin de 2003 podemos esperar "soluciones" contrahechas, inservibles, superficiales, lejanas a las necesidades de la nación.
Entre tanto el país exhibe problemas estructurales de larga data que empeoran cada día, y problemas de corto plazo que comienzan a crear dificultades amenazantes. De los primeros nadie se ocupa; de los segundos, el Ejecutivo y el Legislativo se ocupan con el estilo altamente inteligente y constructivo que nos están mostrando en estas semanas.
Entre 1995 y 2000, las exportaciones en dólares crecieron a una tasa superior a 15 por ciento anual, cifra equivalente a más de tres veces el aumento del producto interno. Las importaciones, por su parte, crecieron en el mismo lapso a una tasa media de 18 por ciento. Estas cifras muestran la vertiginosa continuación del crecimiento de un aparato exportador manufacturero que está reproduciendo el modelo exportador de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX: un dualismo estructural, con un enclave exportador moderno, dinámico, de alta productividad, impulsado por la inversión extranjera directa, que se comporta como maquiladora -importa todo para llegar a su producto final-, sin efectos mayores en la economía interna, en la que sigue creciendo, vegetativamente, un conjunto de actividades de baja productividad y deprimidas remuneraciones. Está claro que no contamos con un modelo de crecimiento sostenido a largo plazo para sustentar a la nación. Nadie se ocupa de ello y la inercia todo lo gobierna.
El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, que deriva en última instancia del déficit comercial externo que muestran esas cifras de exportaciones e importaciones, ha estado financiado con entradas de capital externo: mayor no puede ser la dependencia.
La economía informal sigue creciendo como parte de las actividades de la economía interna. Pero economía interna y sector exportador (aun considerando la emigración) continúan siendo una magnitud estrecha para el tamaño de la población. Sólo debe considerarse la baja tasa de actividad (proporción de la población en edad de trabajar, que trabaja): 55.7 por ciento en promedio entre 1995 y 2002. Es gigantesca la población dependiente que vive de la estrecha economía interna. Nadie se ocupa de ello.
Y respecto de la población que sí trabaja, tenemos el inmenso fardo del pasivo contingente no resuelto de las pensiones y jubilaciones. Y aún nos pesan el fardo del IPAB y los demás rescates.
Según los primeros resultados del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa, emergen graves problemas de calidad en la escuela primaria pública, que fue abandonada por el gobierno en los años sesenta, y de calidad y abandono de estudios en la escuela secundaria. En tanto, las minorías de las escuelas de los pudientes avanzan. Nadie se ocupa de ello, y de ello sólo puede resultar un país de parias acompañados de unos cuantos millonarios. Son necesarios recursos mucho más cuantiosos a la educación y, sobre todo, remover el mayor obstáculo a la reforma de la escuela elemental: se llama SNTE.
Tenemos un país maravilloso.
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