Aún
faltan muchas victorias En medio del descontento y la tensión generada por la inscripción ilegal del ex dictador Efraín Ríos Montt como candidato a la presidencia de Guatemala, Nosotras las Mujeres dijimos un no gigante a la impunidad, a la vuelta al pasado, a la desesperanza que la decisión ilegal provocó en el país. El ambiente de ingobernabilidad generado por el oficialista Frente Republicano Guatemalteco (FRG), las intimidaciones y las amenazas de muerte hechas desde al anonimato, no impidieron que cientos de personas de diversos sectores se unieran a Nosotras, pero sobre todo a la causa: rescatar la memoria histórica para que el genocida no ascendiera al poder. Nosotras las mujeres舰 movimiento iniciado desde lo más íntimo de las complicidades, hemos transitado un camino que va desde el dolor, la depresión, el llanto, a la alegría del estar juntas y de saber que podíamos intentar giros en la historia y en la memoria de un pueblo y una puebla que se resistía, contra todo pronóstico, a su destino manifiesto. Cuando toda la institucionalidad fue cooptada, cuando la débil democracia fue acorralada y se impuso la inscripción del soldado genocida, las mujeres nos juntamos desde lo que nos es más propio y en toda nuestra diversidad: desde el arte, desde la rebeldía, desde nuestra independencia, desde nuestras organizaciones, queríamos una campaña planteada desde las mujeres hacia la reconstrucción de la memoria histórica de una sociedad fragmentada舰 para que NUNCA MÁS舰 desde nuestro propios muertos y de una historia que tiene más de 50 años de impunidad. Elegimos como inicio de esta campaña el 11 de septiembre, en el aniversario y el lugar donde fue asesinada la antropóloga Mirna Mack doce años antes; allí una silueta 舑 como muerta reciente- dibujada en la acera decía 舠Nunca más舰 recuérdame en tu voto舡, para que ese 9 de noviembre la gente pensara al votar. Nosotras las mujeres en reuniones intensas, fuimos planificando nuestra manera de vivir en Guatemala舰 volantes, cuñas radiales, mantas, pequeños grupos; pintamos siluetas en las aceras, la zona 1 del centro de la ciudad de Guatemala tuvo en cada esquina un recordatorio de cada mujer y hombre que nos indicaban un camino: estudiantes, sindicalistas, profesionales, niños de la calle舰 Nuestros volantes dijeron 舠Las mujeres guardaremos un secreto: el voto舡, 舠Miles de guatemaltecos no votarán por Ríos Montt porque están muertos, él los mató舡, 舠las mujeres estamos hartas de los mano dura舡; y todos, como todo lo que produjimos, son calzados con el grito tanto tiempo guardado: 舠No más ríos de sangre舡. En Ixcán, cuando llegó el soldado genocida que quería ser presidente, una manta gigantesca, de cinco metros, se alzó para rescatar la memoria con tres cruces de muerte impune y el mensaje: 舠En tu voto no me olvides. No más ríos de sangre. Nosotras las Mujeres舡. Los compañeros la defendieron cuando querían llevársela, se las quitaron. No importa, hay que tener coraje para hacer lo que ellos hicieron. Con el mismo mensaje de la manta robada, como arrebatándola al ladrón, colocamos ocho vallas que surcaron Cuatro Caminos, Los Encuentros, Cocales y El Rancho, en las principales carreteras del país; y en las calzadas Aguilar Batres, Roosvelt, Petapa y en la Carretera a El Salvador, los cuatro equinoccios de nuestras andanzas, las cuatro venturas del porvenir. Nosotras las Mujeres en la marcha del 14 de agosto convocada por el movimiento social y en evidente rebeldía, izamos en el asta del parque central capitalino, nuestra bandera lila que no se cansaba de repetir: 舠Recuérdame en tu voto舰 Nosotras las Mujeres舡. Mil cruces manchadas de púrpura cubrieron la explanada del parque central o Plaza de la Constitución el 17 de octubre. Mil cruces que trajeron a la vida a las más de 104 personas cuyos cuerpos fueron exhumados en terrenos del antiguo destacamento militar de Comalapa; fueron mil cruces que resucitaron, para pedir justicia, a las 250 mil personas asesinadas durante el conflicto armado. En el centro de ellas, una fosa llena de lodo, y bañados en él tres jóvenes; tres víctimas vivas que todavía se preguntan dónde están sus padres o madres desaparecidas-muertas. Y Nosotras las Mujeres, junto a un ciento de personas que se niegan a olvidar o que allí pudieron recordar, cantamos a coro: 舠Cuantas veces me mataron, cuantas veces me morí y por eso estoy aquí resucitando舡. Cantamos y gritamos nuestra indignación. Y lloramos. Lloramos por Comalapa, por el Ixcán, por Panzós, por Cobán, por Chimaltenango, por la Universidad de San Carlos, por Quiché, por la Sierra de las Minas舰 lloramos por Guatemala y por nosotras. El 20 de octubre, Nosotras las mujeres y otras mujeres y otros hombres marchamos con playeras negras que expresaban por ambos lados nuestro rechazo definitivo al racismo y a la misoginia: 舠Que suerte que no todas somos iguales舰 ella es mujer, es indígena y tiene un premio Nóbel de la Paz舰 ALTO AL RACISMO舡. Con ello rechazamos y denunciamos los golpes y ofensas propinados por fanáticos eferregistas contra Rigoberta Menchú en la Corte de Constitucionalidad. La culminación de esta primera jornada fue inédita. Por primera vez en la historia guatemalteca, el entierro de treinta de las setenta víctimas de la masacre cometida por el ejército en San Martín Jilotepeque, durante los gobiernos de Lucas García y Ríos Montt, en la década de los 80, recorrió las calles del centro de la Ciudad. Treinta féretros fueron cargados por Nosotras las mujeres, por más de quinientos ciudadanos y ciudadanas con memoria; fueron llevados en hombros por las familias que llegaron del campo para ofrecer las pruebas del genocidio; llegaron encerradas en su dolor de más de veinte años, pero abiertas en su denuncia y en su grito contra la desesperanza cuando todo decía que era mejor guardarse, cuando todos decían que éramos blanco fácil, cuando la intimidación ganaba terreno. La marcha fúnebre salió desde el Hipódromo del Norte, donde se ubica la Fundación de Antropología Forense, y se dirigió al parque central. Frente a Gobernación, la calle estaba tomada por los ex patrulleros de autodefensa civil (PAC), tristemente célebres por su participación en las masacres, a quienes el gobierno prometió pagarles por 舠los servicios prestados a la patria舡. En silencio y en medio de un ambiente tenso, pero respetuoso, las víctimas en marcha solidaria abrieron camino entre ellos, que atónitos miraban lo que estaba ocurriendo... 舠Enterramos sus cuerpos pero no su memoria. No más ríos de sangre舡, testigos mudos de la trayectoria del soldado genocida. Nosotras las mujeres estuvimos en todos los rincones de Guatemala gracias a las mujeres organizadas, gracias a los compañeros y compañeras de los movimientos sociales, gracias a que creímos en nosotras, en nuestras energías y en la capacidad de transformar este destino manifiesto que se llama Guatemala. Nosotras convertimos la depresión en energía y la parálisis y el miedo en acción. Nosotras logramos, con nuestra actitud abierta e incluyente, con nuestra memoria del pasado común de las y los guatemaltecos, que cientos de mujeres y hombres de maíz nos levantáramos, nos llamáramos, para que nadie se quedara atrás de los demás. Muchas mujeres, cientos de mujeres y hombres optamos por recordar, por volver a vivir. Volver a vivir, a sufrir, a llorar. Preferimos llorar antes que olvidar. Antes que olvidar que fueron generales, coroneles, los Ríos, los Lucas, los Valiente, los Arredondo, los Donaldo, los Chupina y sus serviles oficiales quienes nos arrebataron a nuestros padres, a nuestras madres, a nuestros hermanos y hermanas; que fueron ellos quienes masacraron a nuestros amigos y amigas, a nuestros vecinos, a nuestras comunidades. Muchas preferimos recordar, porque recordar es inevitable; porque la ausencia obligada de las y los seres queridos sigue haciendo lluvia y los rostros no se secan y las gargantas claman por gritar ¡justicia, justicia, justicia! El genocida fue derrotado el 9 de noviembre. Aún faltan muchas victorias.
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