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En Argentina
Triunfo de las 舠obreras sin patrón舡 la expropiación
de la fábrica Brukman
- Resistencia de las costureras y solidaridad popular, la clave
- 舠Unidas no había manera de quebrarnos舡
Olga Viglieca
Buenos
Aires., Parece que hubiera pasado un siglo de la noche de Semana Santa,
cuando un juez ordenó el desalojo con un operativo digno de las
peores épocas de la dictadura, con coches de civil y matones, con
patrones y carneros (esquiroles) entrando en patrulleros policia les.
Mientras las patea ban en el suelo y las esposaban, el puñado de
rompehuelgas --las del sindicato, las que siempre apoyaron a la patronal
y se fueron con los hermanos Brukman el 18 de diciembre de 2002, día
en que las costureras tomaron la fábrica bajo su control舒
les gritaban: 舠putas, putas, que se pudran en la cárcel舡.
La represión volvió al barrio de San Cristóbal, su
barrio, mi barrio, una zona sitiada por la policía: dicen que en
horas extras la federal se llevó 200 mil pesos mensuales. Ellas
habían pedido al gobierno 舠progresista舡 de la Ciudad,
por única vez, un subsidio de 150 mil pesos. Se los negaron. Otras
fábricas recuperadas fueron beneficiadas con subsidios, pero no
la de las costureras que habían sabido colgar el 8 de marzo un
cartel que volvía del fondo de la historia: 舠Ni capitalismo
ni patriarcado舡. No la que representaba el emblema más tajante
del argentinazo.
Abril
fue, como para el poeta, el mes más cruel. Y mayo y junio y julio
y agosto y setiembre. Se instalaron con carpas en la plaza de la esquina
y desde allí, controlaron que la policía y los provocadores
no robaran la materia prima, no destruyeran las máquinas. Las filmaron
mañana y noche, engordando archivos policiales que les daban un
poco de indignación y también un poco de risa: 舠Qué
quieren saber, hace 15 años que trabajo acá, ¿para
qué nos filman?舡. Pasaron el otoño y el invierno en
carpas que flameaban con el viento y se empapaban con la lluvia, rodeando
el fueguito encen dido con maderas y cartones en la plaza, siempre el
mate listo para las solidarias y los solidarios que les hicieron el aguante.
Los chicos del barrio aprendieron a jugar en los columpios entre mujeres
de guardapolvos celestes, el humo apetitoso del guiso de la olla popular
y volantes. Los sin techo del barrio tuvieron un plato de comida, un vaso
de mate cocido, una carpita donde abrigarse. Cualquier desamparado fue
a arrimarse a las desalojadas, que los recibieron con la generosidad de
quien conoce la desesperación. Cuando las inundaciones asolaron
la provincia de Santa Fe, juntaron máquinas de coser entre los
compañeros -- algunas más cerca del museo que de la producción--,
cortaron la calle y cosieron para los inundados. Los sábados, en
asambleas abiertas, discutieron bajo los árboles cada paso de la
resistencia con vecinos, estudiantes, piqueteros, feministas, partidos
de izquierda.
Mientras tanto,
la jueza buscaba una y mil triquiñuelas para no declarar la quiebra
de los Brukman, la llave maestra para que la Legislatura porteña
no tuviera más remedio que entregarles la fábrica a las
trabajadoras. El Gobierno de la Ciudad no pidió la quiebra, aunque
la deuda previsional de los Brukman supera con creces el valor de las
instalaciones. El señor presidente sólo las recibió
el día que llegaron a Plaza de Mayo escoltadas por miles de piqueteras
y piqueteros.
Todos los señores
con poder parecían esperar que las quebrara el frío, el
hambre, los coches sin identificación --que las amenazaron a ellas
y sus familias--. Al cerco del Estado se sumó el reclamo de los
hijos. Un día la hija de Celia, una adolescente, le puso una cartita
en la cartera: 舠Si vos no estuvieras siempre tan preocupada por
la fábrica, yo podría contarte muchas cosas". Ella
secó las lágrimas de las dos, se sonó los mocos,
y la convenció para que cambiaran la cocina de la casa suburbana
por el olor a madera quemada de la carpa. La hija de Delicia, una chilena
vehemente, y de Juan Carlos, un gigante de abrazo firme, preparó
todas las materias de su curso con una maestra, en el local cercano del
Polo Obrero: nunca tuvo mejores calificaciones.
Los Brukman
y los medios amigos de los Brukman las acusaron de romper máquinas
mientras tenían la planta tomada. 舠Yo, lo que rompí,
fue el silencio舡, dijo Betty, la planchadora. A veces la sencillez
es la herramienta más implacable contra la calumnia.
Ellas esperaron con paciencia de costurera y cada semana se las vio en
los tribunales, en la Legislatura, ante el gobierno de la Ciudad, encabezando
marchas piqueteras y obras de teatro a cielo abierto, performances y mesas
redondas en la universidad. Fueron al Encuentro nacional de Mujeres y
explicaron a cada uno de los 80 talleres su lucha. Cuando no las quisieron
dejar entrar, se metieron por las ventanas de las aulas. Seis meses son
muchos meses y más de una vez quedaron pocas: inventaron una nueva
vuelta de tuerca para que las desanimadas regresaran, para que los otros
grupos no se olvidaran de las 53 obreras textiles.
A mediados de
octubre ya no había más artilugio legal que impidiera la
declaración de quiebra, todos los plazos otorgados por la jueza
y por la Cámara se habían extinguido. Entonces llegaron
a las carpas los 舠salvadores舡 de saco y corbata, los que no
se habían acercado nunca, a explicarles a las costureras las ventajas
de ser razonables, de aceptar una expropiación restringida. Una
vez declarada la quiebra, la Legislatura expropiaría la fábrica,
pero, claro, de forma 舠razonable舡, 舠para trabajar y
no para hacer política舡, con ciertas condiciones.
El 20 de octubre, ante un auditorio de obreras, vecinos, partidos de
izquierda y dirigentes piqueteros, los mismos legisladores que les dieron
la espalda durante dos años, tuvieron que decretar la expropiación
temporaria del inmueble y la expropiación de las máquinas...
hasta el 40 por ciento de su valor. 舠Aquí están, estas
son, las obreras sin patrón舡, fue el grito que interrumpió
una y otra vez los discursos. 舠Cuidado, cuidado, cuidado que caminan,
obreras sin patrones por las calles argentinas舡 atronó en
el solemne salón de sesiones de la Legislatura porteña
La votación
fue acompañada de aplausos y también de silbatinas, porque
los demócratas que no vieron sus principios vulnerados el día
que centenares de policías desalojaron 50 obreras, decidieron demostrar
la profundidad de su principios democráticos votando una ley de
expropiación que obliga a las costureras a dar trabajo a TODOS
los ex empleados de Brukman, incluidos los carneros y delegados del sindicato
que huyeron junto con los empresarios. 舠Nos han puesto un verdadero
caballo de Troya 舒dice Delicia舒dentro de la cooperativa, pero
no les tememos. Nosotras estamos muy unidas, no se van a atrever a volver.
Y ésta es una victoria nuestra, los jueces, los legisladores, el
Gobierno, todos lucharon para que cada una dejara el aguante, volviera
a su casa, a llorar a solas la derrota, para que perdiéramos todo.
Pero ya habíamos aprendido que somos fuertes, que si seguíamos
unidas no había manera de quebrarnos. Y ganamos舡.
La noche estaba fría y lluviosa, pero eso no impidió el
baile hasta el amanecer. Y la plaza de la resistencia se convirtió
en la plaza de la victoria.

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