.. |
México D.F. Domingo 30 de noviembre de 2003
MEXICO, GUERRA SUCIA Y CRIMENES DE ESTADO
Las
declaraciones formuladas ayer por Eduardo López Betancourt -quien
fuera procurador y secretario general de Gobierno durante la administración
de Rubén Figueroa Figueroa (1975-1981) en el estado de Guerrero-
resultan estremecedoras por sus implicaciones históricas, políticas
y humanas. López Betancourt afirmó que, en los años
70, de la base militar de Pie de la Cuesta despegaban aeronaves desde las
que se arrojaron al mar personas vivas y cadáveres, hechos que constituyeron
una criminal y bárbara operación de aniquilamiento y desaparición
de guerrilleros y opositores durante la época de la llamada guerra
sucia.
De ser ciertas tales aseveraciones -otras denuncias e
indagaciones apuntan también en ese sentido-, el Estado mexicano
habría cometido las mismas prácticas totalitarias y delictivas
que las dictaduras militares sudamericanas de la época. Así,
las atrocidades cometidas por Augusto Pinochet, en Chile, o por la junta
militar argentina habrían tenido un atroz correlato en México
durante los gobiernos de Luis Echeverría y José López
Portillo, personajes que en ningún caso se encuentran exentos de
responsabilidades en tan graves violaciones a los derechos humanos.
Las acusaciones de López Betancourt deberían,
cuando menos, suscitar una profunda, pronta y eficaz investigación
a fin de corroborar su veracidad y fincar responsabilidades penales a todos
sus responsables sin distinción. Junto a estas necesarias indagatorias,
es claro que las perturbadoras similitudes en el accionar de los grupos
de represión y aniquilación de opositores en México
y el Cono Sur en la década de los 70 permiten suponer que no se
trata de una mera coincidencia o de una proximidad fortuita entre las mentes
criminales que las perpetraron. Por el contrario, son un indicador más
de que en esos oscuros años se difundió a escala internacional
una metodología de exterminio planificado y sistemático que
fue adoptada por diversos gobiernos para destruir -con la máxima
ferocidad y absoluto desprecio por la vida humana- a sus opositores, reales
o supuestos. Tal hecho amerita una profunda reflexión a escala internacional.
Si se tienen en cuenta los casos ampliamente documentados
de implicación de la CIA en los golpes militares en América
del Sur -el caso de Chile es revelador- y las actividades de adiestramiento
criminal realizadas en su momento por la tenebrosa Escuela de las Américas,
hay firmes evidencias de que las prácticas de tortura, desaparición,
asesinato y terrorismo de Estado cometidas en Latinoamérica -incluido
México- en los años 70 fueron inducidas desde las agencias
de inteligencia y las fuerzas armadas de Estados Unidos y adoptadas con
criminal frenesí por los estamentos más bárbaros y
delictivos de los aparatos de seguridad y contrainsurgencia de los países
de la región. Tal posibilidad pone de manifiesto que México
habría sido parte activa de la política genocida que asoló
el subcontinente hace tres décadas y que se prolongó en algunas
naciones hasta los años 80.
Mientras tales crímenes de Estado permanezcan impunes,
México no podrá transitar efectivamente por la vía
de la justicia y la democracia, las víctimas de la represión,
sus familiares y los mexicanos en general seguirán agraviados, la
legalidad no será una realidad efectiva y los riesgos de nuevas
atrocidades seguirán vigentes. Ningún gobierno de México
será efectivamente democrático y comprometido con los derechos
humanos mientras los crímenes de la guerra sucia y las matanzas
del 2 de octubre de 1968, del 10 de junio de 1971, de Aguas Blancas y de
Acteal -por sólo citar algunos de los más dolorosos e infames
momentos de la historia reciente del país- no sean aclarados y castigados
conforme a derecho. Por ende, esclarecer a cabalidad y de manera expedita
ese terrible pasado y sancionar a todos sus responsables es una obligación
jurídica, moral e histórica de la que nadie debe sustraerse.
Asegurar un futuro de paz, certidumbre histórica, justicia y democracia
para la nación y para los mexicanos pasa necesariamente por ese
camino.
|