México D.F. Domingo 30 de noviembre de 2003
El escritor brasileño recibe en la FIL
el galardón que lleva el nombre del jalisciense
Rulfo siempre tendrá qué decir y qué
enseñar: Rubem Fonseca
Acude García Márquez al encuentro libresco
para acompañar en la premiación a su amigo El Flaco
El agasajado se abstiene de sus recurrentes efugios y recorre los tendidos
de la feria
MONICA MATEOS-VEGA Y JOSE DIAZ ENVIADA Y CORRESPONSAL
Guadalajara, Jal., 29 de noviembre. La presencia
de Gabriel García Márquez a la inauguración de la
27 Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) provocó que
el auditorio donde se celebró el acto se abarrotara. El Nobel colombiano
explicó que su asistencia se debía a que deseaba entregar
personalmente el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan
Rulfo a su amigo El Flaco: el brasileño Rubem Fonseca.
Ambos
escritores fueron recibidos de pie, con una larga ovación que confirmó
la presencia de fieles apasionados a la literatura. Fonseca, poco afecto
a la vida pública y a la prensa, simplemente se dejó querer,
y en su breve discurso de aceptación del galardón manifestó
su admiración por Juan Rulfo.
El narrador relató la tarde en que García
Márquez dio un libro al escritor Alvaro Mutis con la recomendación:
"lea para que aprenda". Se trataba de Pedro Páramo, novela
con la que, "cuenta Gabo, se pasó toda una noche leyendo
y nunca sintió una conmoción tan grande, a excepción
de cuando leyó La metamorfosis, de Kafka, en una lúgubre
pensión de estudiantes de Bogotá".
''Era un secreto'', interrumpe García Márquez,
bromeando.
Fonseca continúa: "en Gabo ese asombro permaneció
intacto. Leí Pedro Páramo y El llano en llamas
en una traducción portuguesa, y sentí el mismo impacto.
Quedé impresionado con la riqueza de los personajes de Rulfo, que
hacen que el lector participe creativamente, mezclando aquello que ha vivido
con aquello que ha imaginado, que ha soñado o que es real.
''Carlos Fuentes dice que con Pedro Páramo
Juan Rulfo percibió que toda gran visión de la realidad es
un producto de la imaginación. Quizá es cierto, y como dice
un filósofo, una realidad es una realidad de la imaginación.
''En mayo de 1993 estuve aquí, en México,
participando en un homenaje a Juan Rulfo. En aquella ocasión recibí
de regalo una foto de él, grabada en metal, la cual tengo en mi
librero y la veo constantemente. Pero Rulfo no está reposando, callado
en nuestros estantes de libros. Rulfo está entre nosotros, continuamos
oyendo lo que él quiere decir. Porque Rulfo tendrá siempre
qué decir a sus lectores y qué enseñarnos a sus colegas
de oficio."
Jorge Sánchez ofreció una semblanza de Fonseca
y reveló por qué el escritor brasileño prefiere permanecer
en el anonimato: "él dice que si nadie sabe quién es puede
espiar ferozmente a su alrededor''.
Agregó que a 40 años de la aparición
de su primer título, Los prisioneros, Fonseca asegura que
todo lo que tiene que decir está en sus libros, ''y ha conseguido
mantener, ante el asedio de conocidos y desconocidos, un personaje que
a veces se confunde con ese yo, primera persona de sus novelas.''
Lo calificó de "espléndido escritor, con
una prosa impresionantemente ágil, económica y fulminante,
de frases certeras, llenas de humor, a veces negro, no pocas veces pegajoso
y acre."
También recordó cuando en 1976 Fonseca fue
perseguido por la justicia brasileña, por "atentar contra la moral
y las buenas costumbres" con su libro Feliz Año Nuevo. La
novela se convirtió en "símbolo y ejemplo de la intolerancia.
El escritor emprendió una acción legal contra la unión,
lo que significaba demandar a las cámaras legislativas y señalar
que el Estado no puede tener el arbitrario poder de prohibir un libro''.
Fonseca ganó la batalla, y a partir de entonces
se convirtió en un relator de las injusticias y perversiones de
la sociedad que le tocó vivir, en un "inventor de las palabras''.
''Que nadie se engañe: el lenguaje de Rubem Fonseca
es altamente sofisticado; el habla de los marginales, por ejemplo, es siempre
recreada, lo que le da la autonomía y la resistencia que no se encuentran
en las prosas naturalistas condenadas a envejecer, como envejece la jerga
callejera", citó Sánchez a un crítico brasileño,
al abundar sobre la pasión por el cine de Fonseca, el tenor camaleónico
de su personalidad y su fobia a los actos públicos: "él ha
dicho: preferiría morir que presentarme a firmar libros".
No obstante, al término de la premiación,
Fonseca recorrió las instalaciones de la FIL (que este año
espera recibir 400 mil visitantes), en medio de tumultos y apretujones,
siempre con una gran sonrisa y saludos. Su amigo Gabriel García
Márquez fue quien protagonizó, como siempre, la graciosa
huida ante el acoso de la prensa. Pero Fonseca, inclusive, acudió
al brindis de honor por la apertura del pabellón dedicado a Quebec,
provincia canadiense invitada de honor de este encuentro, y espera gustoso
el encuentro Mil jóvenes con Rubem Fonseca, que se realizará
el próximo lunes.
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