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México D.F. Martes 18 de noviembre de 2003
Teresa del Conde
Simposio Cuesta-Villaurrutia
Efectuada en El Colegio de México, bajo la organización de Anthony Stanton, los días 11 y 12 de noviembre, la reunión de especialistas resultó en muchos sentidos ejemplar por la coherencia con la que se formularon las mesas, por el tiempo dispuesto para cada ponente y por el buen nivel de las discusiones consecutivas a cada mesa, integradas siempre por tres participantes y un coordinador que tenía bajo su control el seguimiento de los tiempos prescritos. Estos fueron respetados en todos los casos (salvo en uno, atribuible a que la participante, una conocedora en verdad notable, no había asistido a las ponencias anteriores y por tanto la edición de su trabajo pecó de prolija).
Los múltiples enfoques expuestos permitieron la división por temas, sin que ello conspirara ni contra la espontaneidad de los trabajos ni contra una cierta laxitud siempre bienvenida en las aproximaciones de esta índole. Los expertos en Cuesta y Villaurrutia recordaron muchas cuestiones, se dieron cuenta de otras en las que quizá no habían pensado lo suficiente, amén de que aportaron pensamientos y deducciones pertinentes. Los no tan expertos, cual es mi caso, aprendimos mucho y con discreción también aportamos puntos de vista que provienen de nuestros respectivos quehaceres.
Entre los autores ausentes por fallecimiento, que con mayor frecuencia se mencionaron, estuvieron Octavio Paz y Louis Panabiere, a quien se debe uno de los más completos e indispensables textos sobre el poeta y químico Jorge Cuesta, nacido en Córdoba, Veracruz, en 1903 y fallecido en el hospital Lavista por decisión propia en el aniversario de la caída de Tenochtitlan (como recordó Adolfo Castañón), esto es el 13 de agosto de 1942.
El escritor de leyenda negra no prevaleció en este simposio sobre el autor de Canto a un dios mineral, aunque Miguel Capistrán se refirió con amplitud y conspicuo conocimiento de causa a los ingredientes que contribuyeron a configurar esa leyenda negra que hace del veracruzano un ser mítico. Para unos es ensayista antes que poeta, para otros ambos aspectos de su trayectoria pesan en forma equivalente: la ciencia que se toca con la poesía, o la filosofía condensada que sugiere que cada poema apela a la inteligencia igual que a la sensibilidad. En la genealogía de Cuesta están no sólo Baudelaire, Valéry y André Gide, sino Platón y Federico Nietzsche. Sobre todo, dijo Evodio Escalante, a partir de la última frase de Así hablaba Zaratustra, pero creo que lo que más leyó Cuesta del filósofo que perdió la razón después de escribir Ecce Homo es El nacimiento de la tragedia.
Este texto no es una reseña porque los temas tratados a lo largo de sesiones matutinas y vespertinas con duración total de 9 horas cada uno de los dos días (incluidos intervalos para tomar café y comer) fue amplio y variado, y si bien hubo coincidencias en el tratamiento de determinados temas también es cierto que las desavenencias ocurrieron y que las discusiones fueron llevadas a cabo con mesura, pero con firmeza, sin esa sensación de ''sociedad de elogios mutuos" que suele acompañar con alguna frecuencia este tipo de reuniones.
''Lo cercano se aleja", dijo Goethe. Es así que una de las ponencias que mayormente desató discusión fue la presentada por el poeta, ensayista y editor del Tucán de Virginia, Víctor Manuel Mendiola, quien hizo referencia a poetas de generaciones muy posteriores, admiradores, sí, de los Contemporáneos, que más bien, creí entender, los contemplaban (y los contemplan, excepto José Carlos Becerra fallecido en un accidente automovilístico en 1972 a los 33 años) como hermosas piezas de museo que generan admiración, pero a las que ya no se les cuestiona para que ''suelten" lo que tienen que decir. La admiración gratuita y ciega es ''una forma de injusticia", afirmó el ponente.
El más afectado por estos juicios fue otro poeta: Eduardo Hurtado, quien hizo su réplica al anterior marcando tajantemente diferencias, pero aceptando que la ponencia polémica ''estaba bien estructurada". Se dijo igualmente que hay cierta tendencia a atribuir a Villaurrutia la poética de todo el Grupo sin grupo y se discutió sobre si el autor de Nostalgia de la muerte era de veras un vanguardista. Naturalmente que las menciones a Gorostiza y a Muerte sin fin ocuparon importante lugar.
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