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México D.F. Martes 18 de noviembre de 2003
Marco Rascón
Revolución
A México le han cerrado los caminos. La necesidad de una nueva revolución profunda, de raíz y fuerza popular, es cada vez más grande.
Una revolución que con su ímpetu desplace a la vieja oligarquía beneficiaria de la institucionalización de la Revolución de 1910; a la oligarquía del "milagro mexicano", única beneficiaria de la "unidad nacional" cómplice de la guerra fría y el anticomunismo macartista; ganadora con la crisis de 1976, con el auge petrolero y las políticas de austeridad; heredera por saqueos de las devaluaciones y la especulación con la sobrevaluaciones del peso; alimentada gratamente con las nacionalizaciones y las privatizaciones, con los subsidios y los rescates bancarios y carreteros; responsable del robo de presupuestos, la descapitalización del país y la corrupción del sistema judicial y la aplicación del derecho.
Se requiere una revolución que desplace a esta clase política uniformada, cómplice e inepta, incapaz de defender un mínimo de identidad y soberanía nacional, y que en todos los tratados aplica la doctrina de ponerse del lado de los intereses extranjeros, como fue en su momento con los Tratados de Bucareli y el de Libre Comercio aprobado en 1993, en los cuales todas las reglas favorecieron a los extranjeros y dañaron la viabilidad del país.
Se requiere una profunda revolución política, económica y social, porque la deuda del Estado cargada sobre el pueblo es impagable. Al sumar y ver en el horizonte la suma monumental de la gran traición histórica al país y el vencimiento de los pagos de la deuda de los estados de la federación, los Piridegas, el rescate carretero, la malversación y privatización de los fondos del IMSS y el ISSSTE, robados a los trabajadores, y agregarle los Fobaproas e Ipabs, la deuda interna por Cetes y la deuda con los bancos Mundial e Interamericano, así como al Fondo Monetario Internacional, la perspectiva económica nacional no existe y toda política fiscal es irracional e inmoral, pues se pretende expoliar lo único vivo que produce en el país para pagar la acumulación de despojos, robos, piraterías y corrupciones históricas.
Se requiere una revolución porque la producción del campo está destruida y los campesinos sólo han tenido como alternativa la migración. Se necesita una revolución porque la identidad territorial, sin producción, deja de existir, y las raíces de lo nacional se disuelven al tener que importar nuestros alimentos culturales.
México no tiene otro camino que la insurrección por los eslabones más débiles, porque la pobreza a los niveles más extremos seguirá aumentando y no tiene salida alguna. Porque el país, en vez de generar oportunidades, cancela derechos y la libertad económica, mientras los subsidios sólo son para las oligarquías y quienes detentan el poder político y económico.
México está preparado ya objetivamente para la revolución. Las condiciones actuales son prerrevolucionarias y la tarea es no frenar, no pretender dar gobernabilidad al saqueo y la corrupción, sino desarrollar y alentar todas las condiciones para ayudar a esa revolución y la ruptura con la suma de regímenes inviables. Para ello, todos los caminos están abiertos: la huelga general, la resistencia económica, las rupturas institucionales, la insurgencia electoral frente al envilecimiento del Instituto Federal Electoral y la partidocracia. Los caminos se abren con la radicalización de las luchas campesinas e indígenas, la autodefensa contra las masacres y crímenes en el campo. Está en todas las manifestaciones contra los cacicazgos de los gobernadores, señores de horca y cuchillo regionales, sustitutos del vacío presidencial.
Madero, al pactar con el viejo régimen, quiso ahorrarle una revolución al país y generó la más grande y violenta. La revolución hoy tiene carácter inminente, frente al vacío del poder federal y su incapacidad para llenar el vacío dejado por el Partido Revolucionario Institucional, con el cual se ha pactado y amenaza con regresar. El retorno será peor que el golpe de Victoriano Huerta.
El PRI, representante del viejo régimen, tras apoderarse del IFE junto con los representantes políticos de la ultraderecha montana, ha acabado con la posibilidad de un gobierno legítimo.
Se requiere recoger con integridad y coherencia las aspiraciones sembradas por Villa y Zapata, Cárdenas, Campa y Vallejo, Jaramillo, los luchadores del 68, los de las guerrillas de los años 70, los de la Tendencia Democrática de electricistas, los que lucharon por la presentación de los desaparecidos; los que han luchado por democratizar los sindicatos de maestros, petroleros, al servicio del estado, del Gobierno del Distrito Federal, del Metro; los universitarios y los integrantes de los movimientos urbanos, que hicieron de los damnificados un movimiento triunfante; a los del 85 y la insurgencia del 88. A los zapatistas de Chiapas y los que dignificaron la prensa y la comunicación. A los artistas e intelectuales.
México sólo es viable con una revolución de por medio, ahora. [email protected]
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