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México D.F. Lunes 17 de noviembre de 2003

REPORTAJE /LA RENOVACION DE LA UNAM

La burocracia y modelos educativos erróneos la frenan: expertos

Debe iniciarse la transición a la universidad del futuro

Una vez superada la etapa de estabilización en la casa de estudios, Juan Ramón de la Fuente debe consagrar su segundo periodo al frente de la UNAM para sentar las bases de los cambios que necesita, afirman analistas

KARINA AVILES

Para investigadores de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente no tiene más alternativa que iniciar un proceso de transición universitaria, en los próximos cuatro años, que siente las bases de la universidad del siglo XXI que permita superar graves rezagos, como por ejemplo el de los planes de estudio, que en 60 por ciento tienen un atraso de 20 o 30 años.

Los especialistas destacan que la etapa de estabilización institucional conducida por De la Fuente en sus primeros cuatro años ya culminó y es hora de iniciar una reforma integral construida por consensos, pues no habrá transformación posible si no la hacen los universitarios en su conjunto.

dela_fuente_rector_ko01-cEn entrevistas con La Jornada, hablan de los rezagos que enfrenta la máxima casa de estudios y, consecuentemente, de los retos que tiene el rector en su segundo periodo. Sin restarle importancia a la recuperación de las actividades universitarias, a la imagen de la UNAM y a la defensa de la universidad pública, coinciden en que resultó evidente el "déficit" de la razón académica en esta primera gestión.

La investigadora Alma Herrera, de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, se refiere a las enormes desigualdades que existen entre dependencias de la universidad, no sin antes enfatizar que la UNAM es una gran institución tanto por la enseñanza que imparte como por la investigación que realiza.

Sin embargo, afirma que en la UNAM hay "una coexistencia pacífica entre dos modelos: uno de primer mundo y otro con grandes rezagos". Esto significa que "la mayoría de los esquemas de desarrollo" están concentrados en Ciudad Universitaria, mientras que el resto de las dependencias, como las unidades multidisciplinarias, distan mucho de operar en las mismas condiciones.

Ejemplo de ello es que "la mayor parte de los planes de estudio vigentes en las unidades multidisciplinarias datan de los años 70". Sin embargo, lo anterior habla de una problemática más de fondo que toca el corazón de la universidad: "la formación que está ofreciendo a sus estudiantes".

La doctora en pedagogía, quien desde hace un año realiza una investigación sobre el nivel licenciatura en la UNAM, revela algunos de los resultados de su trabajo: de los 68 planes de estudio que había hasta 2002 -actualmente son 71, aclara-, 41 (60.2 por ciento) datan de las décadas de los 60, 70 u 80.

Y detalla: 1.4 por ciento de los 68 planes de estudio es de los años 60. El 30.8 por ciento de ese total, y que suman 21 programas, es de los años 70 y 27.9 por ciento, 19 planes, data de los 80.

De acuerdo con la información recabada por la investigadora, el programa más añejo es el de la licenciatura en bibliotecología que está vigente desde 1966, pero otros planes no se quedan atrás, como por ejemplo los de las carreras de arquitectura de la ENEP Acatlán; de cirujano dentista, de la FES Iztacala; de ingeniería agrícola, de la FES Cuautitlán; de medicina, de la FES Iztacala, cuya aprobación data de los años 70.

La experta considera que después de la administración de Pablo González Casanova a lo que menos importancia se le ha dado es al modelo académico, razón por la cual la formación universitaria responde más a las "coyunturas" que a un programa de alto impacto. Y, por otro lado, "la burocracia" hace "tan difícil" las reformas académicas, que terminan por abortarse.

De ahí que el procedimiento para modificar o crear un plan de estudios sea "como un paquidermo con elefantiasis", tal y como lo muestran los pasos a realizarse para innovar un plan: primero, dice, hay que vencer las "resistencias" de los propios académicos y convencer para generar consensos. Una vez superado lo anterior, inicia un proceso administrativo en el que los planes pasan primero por los comités académicos de carrera, después por los consejos técnicos de escuelas y facultades y si se aprueban son remitidos a los Consejos Académicos de Area. Aclara que si se trata de la creación de un programa tiene que ser aprobado por el Consejo Universitario. En todo este procedimiento ya se perdieron por lo menos tres años, sin tomar en cuenta que con mucha frecuencia ocurre que "los tiempos te ganaron y antes de aprobar una modificación curricular vienen los cambios de gestión y el proceso va para atrás".

Herrera advierte que de no atenderse el "rezago generalizado en la innovación curricular correremos el riesgo de ser cuestionados por la sociedad en los próximos años porque "el principio de pertinencia social no se va a cumplir". Es decir, se formarán estudiantes que no tendrán "la comprensión y mucho menos las herramientas" para enfrentar los profundos cambios que han ocurrido en el país y en el mundo.

Considera que uno de los desafíos para De la Fuente es el de que "ningún plan de estudios pueda tener como fecha de arranque los años 60, 70 u 80". Y otros de los grandes retos es el de generar dispositivos que rompan "la lógica del voluntarismo y aseguren que la reforma académica y la innovación se conviertan en una cultura permanente". Para ello, enfatiza, los actores universitarios deben apropiarse los proyectos.

Para el experto del Instituto de Investigaciones Económicas, Ima-nol Ordorika, uno de los problemas que enfrentan las universidades públicas y, por consiguiente la UNAM, es el de adoptar lineamientos educativos dominantes del exterior, que no sólo lesionan la autonomía universitaria en la conducción de sus programas y en el ejercicio del gasto sino que también han provocado una transformación "incoherente que rompe con un esquema de planeación estratégica".

Ordorika delinea los siguientes puntos que tendrían que construir una "reforma política-académica con un enorme consenso interno": redefinir los términos de carrera académica así como las condiciones de desarrollo del trabajo para profesores e investigadores; discutir las políticas financieras asociadas a la universidad; reivindicar la naturaleza autónoma de la UNAM frente a acciones externas que lesionan la definición de sus proyectos; implementar instrumentos para que el presupuesto sea más transparente y equitativo; transformar las formas de gobierno y de gestión universitaria; reorganizar la estructura del trabajo académico; reivindicar con mayor fuerza la dimensión internacional de la UNAM y plantear el sentido de la universidad latinoamericana.

El académico subraya que es necesario colocar a los estudian- tes como el centro de la atención. Recuerda que la universidad tiene como encargo fundamental la formación de cuadros profesionales de alto nivel. Sin embargo, el esquema de "la universidad de investigación ha prevalecido en las últimas tres décadas".

Es necesario "dar pasos de verdad y no de ficción" para construir la reforma, pues las acciones que se han dado para el congreso "sólo mantienen una lógica propagandística y todo mundo sabe que no tienen la capacidad ni la legitimidad para construir un proceso de reforma", indica. De no construir consensos y establecer mecanismos para dirimir las diferentes visiones que existen entre los universitarios "la estabilidad en la universidad no sería más que una paz del silencio, del desánimo o de la desesperanza", subraya.

Imprescindible, transformar normas heredadas

El investigador del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU), Hugo Casanova Cardiel, considera que resulta impostergable la realización de un proceso de "transición universitaria" que asuma las nuevas condiciones de la UNAM, que identifique y supere la problemática que enfrenta y construya los nuevos marcos de la institucionalidad en una perspectiva de largo aliento.

Se trata, afirmó, de iniciar la transición de una universidad "tradicional que heredó normas añejas" hacia una universidad del siglo XXI que atienda los problemas nacionales de una mejor manera, se reforme orgánica y estructuralmente y establezca los bases del conocimiento para enfrentar los desafíos presentes y futuros.

Para Casanova, la reforma tiene dos dimensiones. Una es la académica en la que es necesario atender los niveles de calidad desigual tanto en el bachillerato, como en la licenciatura y en el posgrado, emprender una discusión sobre las carreras que se imparten y la forma en que se enseña, entre otros puntos. Y la otra dimensión es la académico-institucional, en la que se abran los marcos institucionales y normativos para adecuarlos a las dinámicas actuales de la comunidad. Por ejemplo, se requiere modificar el procedimiento de la elección del rector; lo deseable es que la pasada designación sea la "última que se realice bajo esas condiciones".

El experto en políticas de educación superior y gobierno universitario considera que la vía del congreso fue una "medida política que hoy está agotada". En su lugar "me plantearía una reforma que trascienda los reflectores y atienda los problemas académicos". En el aula es donde se construye a la universidad todos los días, finaliza.

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