México D.F. Lunes 17 de noviembre de 2003
Organizaciones civiles dotan de pintura a jóvenes
que visten de colores las paredes
Plasman artistas urbanos en muros del sur del DF sus
ideas sobre el zapatismo
CIRO PEREZ
El riesgo de la clandestinidad hace que sea todo más
espontáneo. Los trazos, el color y el movimiento abrieron espacios
ayer a un arte catalogado como criminal, el lenguaje casi tribal del grafiti,
el cual vistió varios muros del sur de la ciudad de México.
Convocados por organizaciones civiles, jóvenes
con cintas en el cabello, pantalones anchos y mochilas al hombro dibujaron
su idea del levantamiento indígena y dieron paso a su visión
de las Pinturas rebeldes, con el tema del zapatismo.
Crítico,
territorial, único, el desfile de imágenes con pasamontañas,
paliacates, rifles y huaraches llenó los espacios agrietados de
largas paredes, apenas a dos cuadras de las oficinas centrales de la Policía
Federal de Caminos y con el rondín permanente de agentes preventivos.
Para los ojos poco entrenados son mensajes ininteligibles,
pero para quienes los dibujan es la expresión más transparente
de su vida cotidiana.
"Hay una tendencia a hermetizar el lenguaje artístico,
porque en los medios de comunicación todo siempre es muy explícito,
todo es como muy dado. En el caso del grafiti se ha invertido esta situación
y se han creado códigos propios", explica Imuris Valle, una de las
convocantes.
Hay un estilo que es muy recurrente, quienes conocen de
esto lo llaman wild style, con el que plasman mensajes. Son letras
que hacen llorar, reír y exclamar a los muros un rechazo a lo establecido,
a lo cotidiano, a lo monótono, explican los grafiteros.
"Sean dicho muchas cosas respecto del grafiti; lo cierto
es que se trata de un lenguaje que no se abre a la comprensión masiva,
pero hay quienes para descalificarlo aseguran que se trata de organizaciones
criminales, de narcotraficantes o de ladrones, pero no es más que
arte urbano en contra del terrorismo visual que padecemos todos los días",
comenta otro de los grupos mientras delinea la figura del subcomandante
Marcos y de otros miembros de la directiva zapatista.
En cada uno de los fragmentos que van componiendo el gran
mural hay una noción de territorio, que parece ser una de las condiciones
del grafiti.
Es una manifestación urbana de resistencia que
tiene más un contenido social de denuncia que de vinculación
con la delincuencia, y en las calles se convierte en algo más que
una expresión personal.
Para los grafiteros se trata de embellecer la ciudad,
de quitarle lo gris y lo uniforme, de abrir ventanas que cierran la publicidad,
las campañas políticas y otros anuncios.
En esas paredes del sur de la ciudad de México
conviven desde ayer ideas del zapatismo que van del hip-hop con intentos
de figuras prehispánicas y del cómic.
Este arte no es barato y para cada uno de estos artistas
representa un importante desembolso. Cada uno de los botes de aerosol cuesta
alrededor de 25 pesos y se necesitan de tres a cuatro para una obra que
ocupa un espacio de un metro cuadrado. Pero los de ayer fueron gratis,
hubo suficientes para que todos pintaran de colores las paredes del sur
de la ciudad de México.
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