México D.F. Domingo 16 de noviembre de 2003
Multitudinaria asistencia al primer día
de actividades de la Feria del Libro Infantil
Entusiastas niños y jóvenes responden
al intento foxista de gravar la lectura
ARTURO JIMENEZ
Familias y más familias, ríos de gente,
miles, como si los libros se fueran a terminar o, mejor dicho, a incrementar
sus precios debido a las intenciones del gobierno de Vicente Fox de aplicarles
el impuesto al valor agregado.
El primer día de la Feria Internacional de Libro
Infantil y Juvenil, que se realiza desde ayer hasta el 23 de noviembre
en el Centro Nacional de las Artes, fue un sábado lleno de luz,
de clima templado y de doble gozo:
El que experimentaban los bibliófilos de todas
las edades y sexos, y el que disfrutaba quien los observaba así,
afanados en sus búsquedas entre los más de 400 locales y
380 fondos editoriales de diez países.
Un sábado, también, de imágenes en
forma de esperanza, como la de un niño interesadísimo en
diversos títulos, como buen conocedor, o la de otro pequeños
tirado en el pasto, estrenando ansioso su nueva lectura.
Después de las familias dominaban en número
los grupos de escolares y de amigos, luego las parejas y, al final, algunos
solitarios, a diferencia de otras ferias librescas, en las que predominan.
Aunque en medio de tanto gozo había una que otra
frustación por los precios elevados de algunos volúmenes,
compensados por varias ofertas interesantes. Otra frustación más
la representaba el módulo del ministerio español de Cultura,
que sólo exhibía sus textos pero no los vendía.
Universo casi sin fin
Casi
todas las casas editoriales ofrecían novedades y varias de ellas
mostraban colecciones de clásicos infantiles y juveniles: los hermanos
Grimm, Andersen, Perrault, los fabulistas Samaniego o Iriarte.
No faltaban las quizá cuestionables (o quizá
no como introducción) versiones resumidas "para niños" de
otros clásicos: Fausto, Don Quijote o cuentos de Tolstoi
u obras de Sófocles.
Aunque para adolescentes había varias colecciones
de los ahora llamados "clásicos juveniles" (sus autores nunca los
escribieron con esa intención):
La cabaña del tío Tom, Los viajes
de Gulliver, Alicia en el país de las maravillas, los
títulos de Verne, Salgari, Stevenson, Melville, Twain, Dickens,
Dumas, Swift, Saint-Exupéry.
Ahí estaban también los grandes clásicos
anónimos y provenientes desde las grandes civilizaciones
antiguas: Las mil y una noches, Aladino. Todos, éstos
y aquellos, con portadas que se reiteran entre las más bellas y
llamativas en el mundo editorial.
O las muchas posibilidades de los libros para bebés
y niños muy pequeños, muchos en carreolas, brazos o cangureras:
inflables, de trapo, con sonaja o chillidos diversos, de hojas plastificadas
y gruesas para resistir el uso rudo. U otros con imágenes en "tercera
dimensión" al abrirse o con portadas decoradas. Casi libros arte-objeto.
Deja de ver la tele
Una editorial acompañaba sus ofertas de libros
de hasta 20 pesos con un letrero fosforescente en el que se leía:
"La 'tele' debes dejar de ver, para ponerte a leer".
Tampoco faltaban juguetes didácticos, libros para
colorear, títeres. O los libros sobre temas de sexualidad infantil,
padres e hijos, psicología, medicina, pedagogía.
Los niños salían de los talleres, que en
total serán 16, o de las diversas actividades y espectáculos
paralelos satisfechos, comentando a sus padres, por ejemplo, los pormenores
de la creación de una historieta.
Los libros para niños y jóvenes, una amplia
diversidad. Sobre todo de editoriales como Planeta, Alfaguara, Grijalbo,
Lumen, Norma o el Fondo de Cultura Económica, cuya colección
A la orilla del viento se ha ganado un lugar especial.
Y a unos metros, entre el Teatro de las Artes, la Escuela
Nacional de Música y el auditorio Blas Galindo, un foro para espectáculos,
el cual, ese sí, a veces lucía vacío y desaprovechaba
a un público feliz y ávido, el público de la Feria
Internacional de Libro Infantil y Juvenil.
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