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México D.F. Domingo 16 de noviembre de 2003
ENTREVISTA /ANTONIO
TABUCCHI, ESCRITOR
''El talento y la inspiración, insuficientes para
el arte''
LA LITERATURA ES UNO DE LOS ROSTROS DE LA FELICIDAD,
INDICA
El prosista italiano, quien afina en México
una novela que le ha llevado 10 años, niega que la escritura sea
una profesión; más bien, define, es una manera de ser, un
oficio que requiere de toda la humildad posible, como cualquier otro artesano
dedicado
CESAR GÜEMES
Llegó a México hace poco más de una
semana, con el manuscrito de una novela bajo el brazo. Acompañado
por el texto de su próximo libro, que tentativamente puede titularse
La
muerte de Tristano o El adiós de Tristano, Antonio Tabucchi
estuvo algunos días en Tampico para participar en el encuentro Letras
en el Golfo. Luego pasó unas horas en el Distrito Federal, sólo
para arreglar un par de asuntos pendientes. Después, a bordo de
un auto, se marchó a uno de los rincones más tranquilos del
país, con miras a terminar con calma, a solas, muy probablemente
cerca de la playa, su nuevo libro, que le ha ocupado 10 años. Lejos
de Italia, donde el director del diario Il Foglio escribió
a finales del mes pasado que si lo asesinaban el "mandante lingüístico"
sería Tabucchi, el escritor endurece un poco la constante sonrisa
y dice en entrevista, firme, directo: "No tengo temor, porque si lo tuviera
entonces estaría surtiendo efecto la intimidación. No tengo
miedo ni quiero tenerlo. Creo que no va a pasar nada, o en todo caso sucederá
lo que tenga que suceder".
Creador del emblemático libro Sostiene Pereira,
el prosista no regresará por ahora a la ciudad de México.
En cuanto ponga el punto final a la novela que trae entre manos, volará
desde donde esté a Italia para que allá lo encuentre el 2004:
''México le va bien a mi trabajo de escritura. Aquí tengo
amigos y he encontrado el espacio preciso para trabajar sin tener prácticamente
ningún contacto con elementos que me distraigan. Así lo decidí
y espero cumplirlo".
Autor
de libros que le han ganado el reconocimiento y el aprecio de los lectores,
entre los que se cuentan Nocturno hindú, El juego del revés,
Pequeños equívocos sin importancia, La línea del horizonte,
La cabeza perdida de Damasceno Monteiro y Se está haciendo
cada vez más tarde, Antonio Tabucchi aceptó de buena
manera una entrevista para La Jornada muy poco antes de partir rumbo
a su encierro literario: "Asumo mi responsabilidad como escritor ante quien
se acerque a mí".
-Nos ha dicho que su nueva novela le ha tomado ya 10 años
de trabajo. ¿A qué se debe el lapso? ¿No quiere abandonarlo?
-Hay libros que pasan a ser compañeros de viaje
en la vida cotidiana. Se toman como si fueran un amuleto, adquieren un
estatuto distinto, aunque no sé por qué. El caso es que esos
textos un día se terminan. Ya vendrán otros.
-¿En su caso escribe por el placer de la compañía?
-No sólo por placer, aunque siempre está
implícito. Lo importante aquí es no dar una respuesta unificadora,
porque hay textos que se hacen con mucho placer y hay otros que pueden
ser dolorosos en distintos sentidos. El problema de la escritura, si queremos
verlo como un objeto de estudio, es que la mayoría de las veces
es necesario exponer ideas o sensaciones que de no sacarlas a la superficie
del trabajo literario nos intoxicarían. Así que escribirlas,
aun al costo de esfuerzo y cierto tipo de dolor, es una forma placentera
de liberarse de ellas.
-En algún momento, después de los primeros
libros y la conformación de un grupo de lectores, quizá se
le crea una segunda responsabilidad, además de la estrictamente
literaria.
-Tal vez sí. Esto se puede percibir, pero no se
siente del todo cuando se escribe. Estar muy al pendiente de lo que pasa
en torno a un libro mientras se trabaja en él sería una forma
de autolimitarse. Después de todo la escritura, aunque tiene como
destinatario al lector, cuenta con una vida independiente, es una criatura
autónoma. Dedicarse a la literatura para alguien o para algo distinto
del hecho literario puede convertirse en una manera de anteponer una lente
deformadora entre quien escribe y su trabajo. Si la escritura se llega
a ver como una misión, está en serio riesgo de no ser literatura,
porque de suyo la escritura no es misionaria, tiene que ser libre.
-Hay quien hace de la literatura una profesión.
¿Puede ser su caso?
-La escritura, el arte de escribir, no me parece que consiga
ser una profesión. Eventualmente es un deseo, una necesidad y un
placer, como decíamos, pero no una profesión. Me parecería
muy extraño que en mi pasaporte se leyera, en el rubro de ocupación,
la palabra escritor. Soy profesor, esa es mi actividad profesional, y lo
mismo pude ser bombero o empleado postal. La escritura, según la
he vivido, es una manera de ser, un oficio.
''Veamos: si una persona acude diariamente a su oficina
a solventar asuntos de trabajo, no hablamos de una manera de ser sino de
un desempeño laboral; en cambio la escritura sí es una postura
ante la vida, nos pertenece de manera ontológica e íntima.
Por fortuna puedo ser escritor en todos los momentos de la vida.''
-Ha conseguido una obra amplia. ¿La debe a la disciplina?
-Hay formas de disciplina hasta en la indisciplina. Yo
he sido muy indisciplinado. Por ejemplo, no tengo una regla estricta para
escribir. Sé que hay compañeros que pueden trabajar en sus
libros disciplinadamente, conozco escritores a quienes estimo mucho y que
consiguen dedicarse a lo suyo de las siete a las 12, diario, siempre. En
cambio yo, como también varios otros, ejerzo una variante del anarquismo
en la escritura. Puedo elaborar párrafos en los momentos más
impensables: si me da insomnio, por ejemplo, pues me levanto a escribir.
Claro, sé que llega el momento en que la disciplina es completamente
indispensable, pero eso sucede cuando la parte creativa ya está
hecha y es preciso completar el trabajo con tareas de escritorio. Entonces
hay que tomar una silla, sentarse frente a la mesa de trabajo y reunir
toda la humildad de que uno es capaz, como cualquier otro artesano dedicado.
Todos sabemos que la literatura tiene una gran parte que pertenece, digamos,
a la inspiración, al talento o a lo que llamamos, entre comillas,
arte, que es un don o una dádiva de la naturaleza o de los dioses.
Pero ese don sin el trabajo de oficina que implica paciencia y laboriosidad,
no alcanza, no es suficiente.
-Una de las constantes de su obra es el cuidado que pone
en la forma. ¿Se le da como parte del oficio o le dedica tiempo
a la corrección, al ajuste?
-Curiosamente tengo libros que he corregido más
que otros. En este momento traigo conmigo una novela que todavía
no es un libro y que me gustaría revisar aquí en México.
Esa tarea me motiva a quedarme algunas semanas en el país: la posible
corrección del texto, su lectura y, claro, darle término,
luego de que ha estado conmigo ya un tiempo. Sé que esa novela necesita
de una seria revisión; muchas páginas serán rescritas.
En el caso de un libro, como El filo del horizonte, me sucedió
que luego de escribirlo y pasarlo a revisión, lo escribí
de nuevo.
''Y desde luego hay otros escritos que salen de manera
más feliz. Por ejemplo, Sostiene Pereira fue un libro que
vino y casi se escribió solo. Así que pienso ahora que la
rescritura de un trabajo depende de cómo nace. Para seguir con Pereira,
debo decir que tuvo un muy largo periodo de incubación, vivió
mucho dentro de mí antes de que lo escribiera. Y cuando finalmente
lo puse en papel, ya tenía con él una gran convivencia y
casi me lo sabía de memoria. Por otra parte, hay libros que uno
comienza a escribir y después la trama o la forma lo llevan a uno,
lo cual no deja de ser un hecho feliz pero muy misterioso. No es el caso
de Pereira porque yo me conté mucho la novela antes de verla físicamente,
digamos que ya existía y por eso me resultó fácil
escribirla.''
-Si bien se puede querer mucho a un personaje, Pereira
no deja en paz a Tabucchi; van juntos siempre.
-Se me ha transformado en un viejo amigo, es verdad. Hay
amistades que no las suponíamos. De manera normal, nos relacionamos
con las personas que tienen tal o cual tipo de cultura o de formación,
y en teoría no nos acercamos a quienes se separan mucho de la línea
que en algún momento nos hemos propuesto seguir. Pero esto no se
cumple siempre, no deja de ser un prejuicio o un preconcepto que puede
resultar frágil. A las personas es necesario conocerlas y después
veremos si hay empatía o correspondencia humana que consiga superar
las categorías mentales que tontamente nos formamos.
''Bien, pues algo parecido me sucedió con el personaje
Pereira: en un principio no concebía que después íbamos
a ser tan amigos, que me lo encontraría en muchas partes de las
que visito. Se convirtió en una persona muy cercana a mí.
Aunque, para seguir en este juego, lo cierto es que ya pasaron 10 años
desde que escribí aquello y para mí el tiempo transcurrió:
soy más viejo, mientras que Pereira se conserva. En todo caso la
edad ha cumplido con una de sus leyes: conforme se avanza en la vida las
personas vecinas se comprenden más y se asemejan.''
-Así como sus libros llegan a numerosos lectores
en varios idiomas, también muchas personas lo buscan. ¿Qué
le despierta esta especie de amable asedio?
-Siempre hay una manera de escaparse. Además de
que no soy un gran representante de mis productos. Trato de que mis viajes
sean privados, vaya solo o con mi mujer o mis amigos. Sucede, sí,
que hay reuniones o acontecimientos en los que me gusta participar. Asumo
mi responsabilidad como escritor ante quien se acerque a mí, y desde
luego incluyo aquí a la prensa, porque esencialmente hacemos el
mismo trabajo. Se da una colaboración natural.
-En
parte este contacto pacífico con los medios se debe a que usted
ha sido periodista, publica artículos con regularidad.
-Lo he sido, pero de forma muy excéntrica, muy
poco convencional, porque después de todo mis textos son sobre libros
o asuntos de la cultura. Sólo hasta hace unos años dediqué
parte de esa labor a observar con mayor detenimiento hechos de orden social
debido, claro, a la situación de mi país y del mundo en general.
Hay temas de carácter colectivo, de tinte político-social,
que atraen mi atención, y siento que deben ser examinados a través
de un artículo.
-¿Qué piensa que ocurrirá a su regreso
a Italia, luego de que el señor Giuliano Ferrara dijera que si algo
trágico le sucedía era responsabilidad de Antonio Tabucchi?
-No tengo temor, porque si lo tuviera entonces estaría
surtiendo efecto la intimidación. No tengo miedo ni quiero tenerlo.
Creo que no va a pasar nada, o en todo caso sucederá lo que tenga
que suceder. En la vida hay que prestar atención siempre, por ejemplo
al cruzar la calle, porque si no se tiene cuidado el autobús lo
golpea a uno. Entonces, en mi caso voy a hacer lo necesario para evitar
que ese autobús que viene me atropelle. La situación particular
por la que atravieso no me impedirá decir con toda libertad lo que
pienso de mi país o de la administración estadunidense actual
ni de los sucesos del mundo. Por supuesto que no. Digo que no me pasará
nada porque no sólo tendré cuidado al cruzar la calle, sino
que no modificaré mi conducta ni mi vida. No debo hacerlo y no lo
haré.
-Digamos que su vida en Italia sigue su marcha, con Berlusconi
o sin él.
-Más o menos, sí. Italia es un país
con muchas buenas personas. Históricamente hablando conserva muchas
características genéticas de su pasado. Y no olvido, por
otro lado, que Italia inventó el fascismo. Cuando se habla de él,
se piensa en Hitler, pero el nazismo fue después de todo una imitación
que llevó al extremo el pensamiento fascista de Mussolini. El país
que tiene la idea del Estado corporativo y del ciudadano que se incluye
"místicamente" en el Estado es Italia, por desgracia. Un intelectual
y un escritor tienen el deber de recordarlo siempre. Así como Italia
ha inventado muchas cosas buenas, también ha inventado muchas cosas
malas, como el fascismo, que fue exportado a Hungría, Rumania y
desde luego Alemania, Portugal y España.
-¿Tabucchi es un autor feliz, pleno?
-Muchas veces, sí. La literatura es uno de los
rostros de la felicidad.
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