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México D.F. Viernes 14 de noviembre de 2003
Al sepelio asistieron matadores, empresarios
y el alcalde
Entre aplausos y oles, Salamanca dijo adiós
al torero David Silveti
MARTIN DIEGO CORRESPONSAL
Salamanca, Gto., 13 de noviembre. Las esquinas
de Revolución y Delgado, en pleno corazón de Salamanca, ahí
donde se encuentra la capilla de San Agustín, se vistieron de una
multitud que despidió al matador mexicano David Eduardo Silveti
Barri, quien se suicidó la mañana de este miércoles
en el interior de una habitación de descanso en el Rancho Seco Los
Rodríguez, propiedad de sus padres.
"¡Viva el rey David!", gritaba la multitud
que no dejaba de aplaudir durante la llegada del cortejo fúnebre.
"¡Olé, olé!", gritaban otros más mientras lanzaban
rosas rojas, sus favoritas, al paso del ataúd antes de su ingreso
a la capilla, esa donde fue bautizado y donde, años después,
contrajo matrimonio con Laura del Bosque.
Puntual,
como siempre, llegó al medio día. El reloj de la plaza principal
tocó las primeras campanadas y se le unieron las notas del réquiem
del coro del templo, lugar que resultó insuficiente para recibir
a familiares, amigos, colegas del ruedo y muchos salmantinos que contaban
sus anécdotas en el atrio de la iglesia, como Agustín Frausto,
bolero de la plaza principal, que mostraba, entre sus manos cenicientas,
un crucifijo de oro. "Con esto me pagó el matador una boleada, le
dije que ahí luego me pasaba los 20 pesos del servicio, pero no
quería tener deudas, me pagó con esta cruz."
En la celebración eucarística dirigida por
cinco sacerdotes, a quienes visitaba el diestro mexicano durante sus giras
por el país, sus hijos, Alejandro y Sebastián, participaron
en la lectura de los evangelios y montaron guardia de honor frente al retablo
del recinto, junto a su tío y abuelo, Alejandro y Juan Silveti,
respectivamente.
Al término de la misa y por casi un kilómetro,
al cortejo fúnebre se sumaron los matadores Eulalio López,
Zotoluco; Mauricio Portillo; Miguel Espinosa, Armillita;
Manuel Mejía y Manuel Arruza; el cantante Emmanuel, el empresario
taurino Fernando de la Mora, y el alcalde de la ciudad, Gerardo Carreño,
encabezados por su mozo de espadas Manuel Rodríguez Pérez,
quien lo acompañó en todas sus faenas desde que David Silveti
se inició como novillero en 1974, así como de cientos de
salmantinos que interrumpieron sus actividades para acompañar al
rey David al panteón Villa de la Paz, donde fue sepultado.
Durante el recorrido, las sirenas de las patrullas no
dejaron de sonar, ni tampoco las porras, gritos y aplausos de los aficionados;
"así lo hubiera querido David, con el aplauso de su público,
con el respeto y la admiración de la gente", dijo su esposa, Laura
del Bosque, quien realizó un viaje urgente desde California, donde
realizaba unos negocios, a esta ciudad.
Otro de sus hijos, Diego Silveti, comentó: "me
cayó de sorpresa, ayer todavía jugamos en la mañana
un rato antes de irme a la escuela, en la tarde me avisaron que mi padre
había muerto. Sólo Dios sabe por qué pasan las cosas.
Mi padre me enseñó a salir adelante y así lo voy a
hacer, voy a torear también por su memoria".
Su mozo de espadas dijo sentirse molesto: "han dicho muchas
cosas, que se suicidó por dinero, esas son mentiras. David estaba
enfermo y eso hay que entenderlo, un día estaba feliz y otros días
estaba muy deprimido, ¡no tenía problemas de dinero con nadie!"
Más tarde, ya más sereno, Rodríguez
Pérez comentó: "fue un hombre incomparable, como persona
y como torero, nos trataba muy bien. Toreaba con el corazón, con
el alma más que con la técnica; su padre, cuando me dio la
noticia ayer, me dijo 'Manolito, hubiera preferido que David muriera en
el ruedo y no aquí, en su casa'".
A David Silveti le sobreviven sus padres, Juan Silveti
y Doring Barri; su esposa, Laura del Bosque, y sus hijos Diego, Alejandro,
Sebastián y las gemelas Mónica y Lucía.
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