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México D.F. Viernes 14 de noviembre de 2003

El editor nacional está supeditado a la industria extranjera, advierte Fernando Valdés

De mil 400 editoriales mexicanas sólo quedan 300 y la crisis sigue

Faltan incentivos fiscales y una ley del libro similar a la de otros países de América Latina

El sector debe competir en condiciones de franca desventaja y enfrentar la piratería

JENARO VILLAMIL

La ausencia de apoyos a la industria editorial y la fuerte competencia de las compañías multinacionales ha provocado que de 1960 a la fecha, el número de empresas nacionales se redujera de poco más de mil 400 a apenas 300, que el mercado fuera acaparado por obras de manuales de superación personal, por obras new age y que, inclusive, 62 por ciento de ediciones financiadas por proyectos oficiales como Hacia un país de lectores, se destinara a firmas internacionales y sólo 38 por ciento a editores mexicanos.

Este panorama pesimista, destaca Fernando Valdés, principal accionista de Plaza y Valdés, se agrava porque en el país no existen incentivos fiscales a la industria que sí hay en países como España, cuya industria editorial acapara los mercados argentino, chileno y mexicano, ni tampoco se ha creado una ley del libro, similar a las que existen en otras naciones latinoamericanas.

''Competimos en condiciones francamente desventajosas. El editor mexicano está más sujeto que nunca a las decisiones de la industria extranjera", ataja Valdés.

Y ejemplifica: ''Para los títulos de escuelas secundarias, a Plaza y Valdés sólo le aceptaron uno, Crimen sin faltas de ortografía, libro de Malú Huacuja, mientras que a empresas como Emecé le compraron cerca de 300 títulos".

Abusos de consorcios extranjeros

''Los grandes consorcios editoriales extranjeros han llegado al abuso de eliminar a autores nacionales. Por ejemplo, ya no hay interés de reditar la obra de Daniel Cosío Villegas, que antes tenía Joaquín Mortiz y cuyos derechos de autor ahora posee Editorial Planeta", subraya Fernando Valdés.

La crisis ha sido generalizada en todo el continente. En Argentina, en marzo del 2001, cerró una de las últimas editoriales nacionales que imprimía y encuadernaba sus propios textos, Estrada. Poco más de 110 obreros fueron despedidos a consecuencia de la política recesiva y de la crisis fiscal.

''Si bien la situación económica (del país) es bien conocida, es interesante y triste destacar que el consumo de libros de texto en Argentina es uno de los más bajos del mundo, según estadísticas de la UNESCO", remarcó la compañía en un comunicado. ''A todo ello, Estrada debió hacer frente a impuestos aberrantes", que descolocaron a la empresa frente a otras editoriales que realizaron sus impresiones en el exterior.

En ese país, en abril de 2001, en la versión 27 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se anunció una nueva Ley del Libro que, entre otros beneficios, establece la exención del IVA en la producción y comercialización, así como la creación de un Fondo de Fomento del Libro y la Lectura y la obligación del Estado de adquirir por lo menos 5 por ciento de la primera edición de cada libro de un autor argentino. La ley se aprobó el 25 de julio de ese año.

Una ley del libro similar ha sido defendida por el sector en México. Durante su participación en la Cámara de Diputados, el pasado martes, el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Canaiem), Gonzalo Arcaico Montes de Oca, subrayó que una ley de este tipo en el país también servirá para democratizar la educación.

Otro problema fundamental que ha aquejado a las editoriales latinoamericanas es la piratería. El asunto ha despertado agrias polémicas en Chile, cuyo sector editorial también está en crisis. Esta nación disputa a Paraguay y Perú el liderazgo sudamericano del comercio ilegal de libros. Según la Cámara Chilena del Libro, el mercado negro -que no paga impuestos- detenta 25 por ciento de las ventas totales, lo cual representa cerca de 25 millones de dólares en pérdidas. En julio de este año, antes de que se editara en allí la nueva novela de Harry Potter, uno de los títulos más vendidos en la región, en las calles del centro de Santiago ya se comercializaba una traducción pirata.

Apoyos fiscales en otras naciones

Distintos reportes de la Unión Europea refieren que con el propósito de apoyar la creación artística e intelectual, se permite a los estados miembros aplicar un tipo reducido de IVA a determinados bienes y servicios, como la edición y suministro de libros y publicaciones periódicas, el acceso a manifestaciones culturales, la recepción de la radiodifusión y las prestaciones a distintos artistas.

En algunos países, como España, el IVA a libros es de 3 por ciento, aun cuando existe un IVA general de 15 por ciento. En Alemania, el IVA general es de 14 por ciento y el de libros es de 7 por ciento. En este país existe uno de los consorcios multinacionales más importantes, Bertelsmann.

Otro de los apoyos más fuertes para fomentar el consumo de libros, la edición de autores nacionales y favorecer a las pequeñas librerías frente a las grandes cadenas distribuidoras, es la Ley de Precio Fijo. Esta medida se adoptó desde 1982 en Francia y permitió un mercado del libro más fuerte y saludable. Otras naciones que han adoptado esta medida son Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Grecia, Holanda, Italia, Portugal, Noruega, Suiza, España, Corea, Japón, Chile y Argentina.

Recientemente, el presidente de la Asociación de Librerías de Medellín, William Estrada, defendió la necesidad de aplicar en Colombia el precio fijo o único en libros, como medida que acompañe a las exenciones fiscales y descuentos para profesores, instituciones, ferias del libro y pequeñas plazas.

''El libro es ante todo y por encima de todo -subrayó Estrada-, un bien de naturaleza cultural, aunque también es una mercancía, pero esta es una cualidad suplementaria, no se superpone a su naturaleza cultural. Si el libro es un objeto no se reduce a esto, porque es una forma de vida y renunciar a ella significa abdicar del pensamiento y el espíritu crítico, las dos herramientas de la transformación del mundo."

Estrada estableció tres razones para defender la aplicación del precio fijo o único de los libros, que han sido adoptadas por los editores mexicanos que también se oponen al IVA en los libros:

-El precio fijo o único defiende la pluralidad y diversidad de la edición, garantizando la convivencia de todo tipo de editoriales y de todo tipo de librerías.

-Garantiza que se desarrolle una fuerte competencia cultural, pedagógica y educativa.

-Permite crear una red de librerías en el territorio nacional que actúan no sólo como punto de venta, sino como auténticos centros de difusión cultural y promoción de la lectura, porque ''al no tener que competir con precios, se pueden invertir esfuerzos en el mejoramiento del servicio profesional del librero".

-Permite un ''acceso igualitario al libro por todos los ciudadanos. Se evitan los descuentos salvajes e ilegales que terminan alimentando en muchas ocasiones prácticas corruptas".

-Reconoce a los libros como objetos singulares y únicos a nivel social.

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