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México D.F. Miércoles 12 de noviembre de 2003

Arnoldo Kraus

Enfermedad. Otra mirada

He leído muchas veces, en tiempos distintos y con miradas diferentes, la frase de William James: "No lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos". En matemáticas se aprende que "el orden de los factores no altera el producto". Sin embargo, al leer la cita de James, "ese orden" puede no respetarse. Uno puede llorar, o al menos llenarse de melancolía, porque la tristeza lo invade. Se puede estar triste y no llorar porque el mundo o los amigos muestran sus heridas. Se puede también, James dixit, llorar porque las desdichas ajenas o las propias rebasan el bienestar. Finalmente, es lícito estar triste y llorar porque se está alegre.

Los juegos de palabras no son yermos ni pretextos triviales para llenar las horas o escribir algunas líneas. Son, más bien, buen ejercicio para oír y para oírse, para pensar y repensarse. Por eso, de vez en cuando es buen ejercicio sentarse frente a una idea interesante y leerla, en orden y en desorden, de día y de noche -sea la propia o la de la naturaleza- y en tiempos y con guiños y escuchas distintas. ƑQué diría James si quebramos su orden: "No estamos tristes porque lloramos, sino que lloramos porque estamos tristes" (me imagino que no le gustaría)?

Todas las disquisiciones previas para cavilar un poco acerca de las percepciones del enfermo. De la persona herida física y moralmente. Del individuo lastimado, que otorga a la vida y a los detalles aparentemente pequeños, efímeros y sin sentido, valores y sabores nuevos. Valores, en ocasiones, inconmensurables. La voz del enfermo debería ser la voz del sano y su mirada diván de quien no ha sufrido. Lo mismo podría decirse de sus noches. De las largas oscuridades que siempre empiezan pero que en muchas ocasiones no acaban. De los entresijos que palpa, escucha, ve y huele, quien, enfermo, comprende que a partir de ahora todo es distinto. Es cierto: la sangre del enfermo perfora la vida con mayor profundidad. Decir que la enfermedad es escuela puede ser inadecuado, pero afirmar que las reflexiones que emanan a partir del dolor podrían "reubicar" al sano en la vida, no es, de ninguna forma, exageración. Cuando el afectado "es como uno" la lectura puede adquirir significados compartidos.

Hace poco visité a un amigo de mi edad, con quien caminé largas horas durante la juventud y compartí más de una lectura de la vida. Súbitamente había quedado parapléjico y sin control de esfínteres. Incapaz de moverse y dependiente para realizar muchas actividades "normales", cavilaba acerca de la cotidianidad y de su futuro como enfermo. Los hijos, su situación económica, el país, la negritud de nuestros tiempos y el miedo y el dolor de la incapacidad fluían sin cesar. Fluían y hablaban como quien lentamente se desangra y deja en cada gota algún recado, alguna reflexión, alguna pregunta. La normalidad se había alejado. La inconsciencia que regala la salud se había distanciado. Bañarse, dar unos pasos, abrir una ventana, mantenerse erguido era historia. La dependencia se había adueñado del presente y de buena parte de la vida.

Días atrás se había mudado de un hospital grande a uno pequeño. En éste se encontraba mejor y más tranquilo. Las nuevas paredes habían disminuido el desasoiego. "Pido que corran la cortina y tengo frente a mí un árbol. Un árbol para mí. Casi siempre hay algunos pajaritos", decía. Luego, sin lamentarse demasiado sobre su situación, sin recargarse en tonos melodramáticos, agregó, "en contra de lo que la mayoría de los seres humanos desea, quisiera que pronto transcurriese un año".

Un árbol puede ser la vida. Siempre vemos árboles y nunca los vemos. Pían los pájaros que aún no matamos y no los escuchamos. Un árbol deviene alegría. Los enfermos ven profundo, miran distinto. Podan ramas y cortan hojas con tijeras ad hoc: las de adentro, las del dolor.

Para el enfermo, las hojas en el suelo también son diferentes. Reparar en las calles tapizadas de flores marchitas u hojas secas puede ser terapéutico. ƑQuién, cuando sano, observa esas calles, esos árboles? ƑQuién reflexiona acerca de las interacciones entre lágrimas, tristeza y soledad?

Cuando la salud nos abraza, poco observamos, poco apreciamos, poco sabemos. La mirada de un enfermo le imprime a la vida otra vida, otros caminos y otros tiempos. Se mira distinto y se habla distinto. El orden viejo desaparece. Se llora porque se está triste y se está triste porque muchas cosas fueron alegres. En la mirada de un enfermo, un año adelante significa nuevos árboles, viejas calles, algunos pasos. Significa, también, nuevas lecturas. James, por supuesto, tiene razón: "no lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos".

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