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México D.F. Domingo 2 de noviembre de 2003

Rolando Cordera Campos

Los medios sin fines

Apesar de todo, la democracia lograda está viva y colea, y sus órganos electorales funcionan y mantienen su oferta creíble de seguridad y garantías. Con esta democracia viva, aunque abrumada por asignaturas faltantes y no aprobadas, puede proponerse que las trabazones visibles y por aparecer en el sistema electoral son susceptibles de ser encauzadas por la vía de la adecuación gradual, sin que tenga que recurrirse al cambio constitucional de otros tiempos.

En esta materia, es factible esperar que mediante la política "normal" se llegue a las reformas necesarias y deseables para mantener en buen estado a las instituciones centrales del litigio formal por el poder, en especial el referente a la organización y vigilancia de los procesos electorales.

De aquí que no dejen de sorprender los afanes eficientistas de muy rancio cuño que han emprendido algunos diputados oriundos de las clases electorales de antaño por achicar el servicio profesional del Instituto Federal Electoral (IFE), so pretexto de hacer menos cara la democracia. Lo que está en cuestión en esa materia es sin duda relevante, pero no es por la vía de la tijera aplicada a un cuerpo profesional probado en su eficacia como nos acercaremos a una democracia presentable en materia financiera. Sí podríamos, de prosperar la "gran iniciativa" de los legisladores de marras, abrir campos de litigio dentro del instituto y entre éste y los partidos y otros núcleos de poder local o nacional que redundaran en una pérdida de eficiencia del sistema electoral en su conjunto, es decir, lo contrario de lo que dice buscarse. Pero esto al tiempo y a su lugar que es de segunda, o tercera.

Sin embargo, más allá de las elecciones, pero dentro del sistema político que quiere organizarse como democracia, sí topamos una y otra vez con un escollo que bien podría mostrar que lo dicho sobre la "normalización" de la política sigue en veremos. Me refiero a lo que ocurre en los medios y su impacto sobre la vida pública nacional y, aquí sí, so- bre las finanzas de la democracia. El compromiso de las empresas de los medios masivos, en especial los electrónicos, con el enriquecimiento de la cultura política mexicana o es nulo o es contraproducente, pero los beneficios que derivan de su centralidad en la comunicación política moderna que es propia de la democracia son muchos y en general injustificados por sus resultados magros y de acuerdo con cualquier principio de equidad y ética política que se escoja.

Inclusive desde una perspectiva enloquecidamente libertaria, de mercado súper libre y abierto, lo que ocurre hoy con el sistema de comunicación social es inaceptable. Su grado de concentración y su contumaz renuencia a dar cuentas en prácticamente cualquier asunto de importancia política o pública consti-tuyen argumentos prima facie en contra de cualquier referencia a la libertad de empresa que quiera usarse para defenderlos. Ahí no hay libertad más que para ellos; no hay libre acceso a sus mercados y la soberanía del consumidor es, en todo caso, alimento para sus pésimos programas cómicos.

La situación es grotesca y nada tiene que ver con lo que ocurre en el mundo, o con lo que es o presume ser el país. Berlusconi se vuelve un demócrata ante esta inicua situación de monopolio con directas implicaciones políticas y culturales, y el mercado salvaje de la comunicación que en muchos sentidos impera en Estados Unidos es más bien una tenue aproximación a un sistema de control social cuando se le compara con el mexicano. Aquí no hay ley de la selva, pero no porque haya un orden estatal o público, sino porque los que mandan son unos cuantos y sus rugidos afectan a muchos que carecen de todo derecho de apelación o defensa.

Desde un punto de vista político y democrático, los medios de comunicación masiva carecen de fines, aunque sus dueños sí los tengan y los alcancen a diario, sobre todo cuando vienen las campañas que les rinden ganancias extras gracias a los recursos públicos que se destinan a financiarlas y cuya cuantía es acremente criticada... por los medios a los que alimenta.

Los audaces diputados reformadores del IFE para abaratar la democracia bien podrían empezar por aquí antes de pensar en aumentar el desempleo profesional para quedar bien con sus mal informadas galerías. A no ser que se trate de otros medios para los mismos aviesos fines.

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