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México D.F. Sábado 1 de noviembre de 2003
Su voz fue de menos a más; interpretó
31 de sus éxitos
Camilo Sesto sacó la casta y ofreció
nostálgico concierto en el Auditorio
ARTURO CRUZ BARCENAS
Sin una promoción fuerte en la radio de alguna
de sus nuevas canciones y de su concierto, que fue anunciado con poca antelación,
el cantautor Camilo Sesto defendió su prestigio y sacó juventud
de su pasado en su presentación, el jueves 30 de octubre, en el
Auditorio Nacional. Se sobrepuso a un comienzo que hizo temer un fracaso,
pues la voz se le oía temblorosa, sin los alcances de sus días
de gloria, hace ya tres décadas. Luego de una hora de rolas
sentimentales e íntimas, regresó y alborotó a las
mujeres, las cuales rompieron las vallas de seguridad.
No
hubo poder humano que contuviera y regresara a sus asientos a ese colectivo
fanático y leal, que esperó 12 años para volver a
ver a su ídolo en México, luego de su retiro por un mal físico
que lo llevó a un trasplante de hígado. "Me siento como de
15 años, pero con salud", dijo. Al otoño ha de seguir el
invierno, reza el poema, y tal es su condición. Cantó más
de 31 temas, aunque algunos fueron fragmentos, popurríes, y regresó
ante el griterío de "¡zancudo!" (por lo largo de sus brazos
y piernas), "¡Camilo!"
Miles de parejas, decenas abrazadas, corearon desde El
viento a tu favor y Tarde o temprano. Los recuerdos, la sensibilidad
de hace décadas en la voz de Camilo, quien hilvanó en su
momento éxito tras éxito, hasta sumar unos 50 en los primeros
lugares de popularidad. "¿Cuál quieren?", preguntaba, y por
todos lados se oían diferentes solicitudes. Imposible complacer
a todos. Las que no traía ensayadas para el recital las cantó
a capella.
Es del estilo de Raphael, su paisano y pionero en eso
de actuar las interpretaciones. "Cada canción es una pequeña
obra de teatro", ha señalado el divo de Linares. Al pedir perdón,
palabra recurrente en su rollo, Camilo se hinca y semeja estar orando,
suplicando. Para él es la humildad del enamorado arrepentido, cuya
gandallez se ha vuelto contra él.
Camilo busca la expiación del remordimiento en
La culpa ha sido mía. Pero el concierto subía y bajaba.
Sólo las incondicionales aceptaban y aplaudían. Arremetió
con Fresa salvaje, en versión remix, que a muchos no gustó,
pero hizo alarde de su voz, por momentos, porque en otros se perdía.
Lo ovacionaron en la frase que refiere a esa mujer que "es un río
sin cauce". En Te amo se le marcaron las ojeras, el sudor corría
por sus pómulos. Iba presuroso a beber agua. En las pantallas el
rostro no ocultaba, más que el paso de los años, las huellas
del mal hepático.
El amor de mi vida le dio al foro un aire catedralicio
y rompió la seriedad con su fox trot Llueve sobre mojado.
Melina hizo levantar a la gente. Las mujeres no aguantaron más
y fueron a buscar a Camilo, para tenerlo cerca. Algunas privilegiadas recibieron
una mirada, tres afortunadas cazaron un beso; otras tocaron su mano o su
rodilla.
Dejó a sus coristas cantando un rato. Regresó
y cantó como antaño. ¿De dónde sacó
esa voz que hacía un rato no tenía? Si me dejas ahora,
Perdóname, Ayúdame, Jamás, Terciopelo y piedra, Amor
de mujer, Algo de mí. Al final entonó la mexicana Volver,
volver. Regresó una y otra vez. Por momentos quería bailar,
pero sus movimientos tipo Pinocho denotan que pareciera tener dos pies
izquierdos. Pecata minuta.
Al final, Camilo convenció hasta a los escépticos
cuchicheantes que al principio se reían del chisguete de voz.
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