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México D.F. Sábado 1 de noviembre de 2003
Exhiben colectiva de 11 artistas en la galería José María Velasco
La muerte, a la que buscamos minimizar, se agranda, estorba y forma parte de la vida
ALEYDA AGUIRRE
Desde la entrada, el cuerpo horizontal de un niño rollizo recibe a la concurrencia. Es la muerte infantil concebida por Jorge Marín. Cadáver blancuzco de barro al que le han hecho una herida en el corazón y de ahí sale, llega o sólo husmea, una mosca; otra se pasea por la herida natural del rostro: la boca. ƑY los pies? casi han perdido su forma con la llegada de ella, son el testimonio fiel de que ese niño gordo no volverá a moverse a voluntad.
Luego, cuadros gigantescos la enseñan también, se podría decir que casi viva, si no se tratara de la muerte. Está quieta, pero a capricho de la autora de los óleos, Martha Pacheco, se presenta fantasmagórica por los difuminados del color. La muerte, como nunca quisiéramos verla en nuestros cuerpos: atravesándose en nuestra piel, reafirmándose con las necropsias, anónima, como las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez, de Ana Fuentes.
Testimonios del último momento
La no vida, con los ojos cerrados, semiabiertos o abiertos, con los dientes de fuera como relinchando; en poses y espacios que parecen no ser de este mundo, pero para realidad de muchos lo son.
Instantes en los que los seres humanos se transforman en restos lastimeros, en piezas ensangrentadas, inanimadas, plasmadas en óleos, dibujos, esculturas, grabados y fotografías, antes de ser saboreados por los gusanos. No es el festejo, es la presencia de los muertos y las muertas grandes y chicas; no hay alebrijes de cartón ni grabados de José Guadalupe Posada, sólo testimonios de nuestra partida, el último momento, la última risa, la postrera expresión de dolor, sorpresa, gozo o quietud en las cajas de la morgue. Es la Muerte violenta que se exhibe en la galería José María Velasco.
Aunque también están las metáforas: la parca golosa, insaciable, vista mediante la lupa ideada por Marianela de la Hoz. Entonces, esa muerte que está presente todos los días y queremos minimizar, se agranda, estorba, molesta, mas es parte de la vida. Vista por medio de ese ojo manipulable, toma perspectiva, se extiende y se hace profunda.
Suspendida ahí, hallamos a la muerte en diferentes etapas: la vemos como gemela, como mar, locura o tranquilidad, y a veces, pareciera que sólo duerme. O la inexistencia colgada, masculina, desmembrada; tallada en la madera por las manos de Reynaldo Velázquez. O el círculo de la parca, la lucha por conquistarla mediante el coito.
Momentos u objetos elaborados de forma pausada para dar muerte a alguien, son expuestos por 11 artistas: Manuel Canseco, Olga Chorro, Armando Eguiza, Ana Fuentes, Marianela de la Hoz, Cristina Kalho, Teresa Margolles, Jorge Marín, Alejandro Montoya, Martha Pacheco, José Raúl Pérez, Trinidad Ramírez, Arturo Rivera, Gustavo Salmones, María Eugenia Torresarpi, Reynaldo Velázquez y Alejandro Montoya, en la galería José María Velasco, de Peralvillo 55, colonia Morelos. La muestra concluirá el próximo 4 de enero.
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