México D.F. Sábado 1 de noviembre de 2003
Molly Ivins
Irak no es cuestión de relaciones públicas
Hay algo ligeramente risible en el hábito que tenemos
los estadunidenses de creer que podemos so-lucionar nuestros problemas
mejorando las relaciones públicas. Al parecer, creemos que una actitud
mental positiva y altas tasas de aprobación pueden resolver lo que
sea, desde el herpes hasta la hambruna. ¿Calentamiento global? Demos
vuelta al asunto hasta que desaparezca. ¿La economía anda
mal? Enviemos al secretario del Tesoro a pronosticar ante los micrófonos
la creación de 200 mil empleos al mes: con eso todo el mundo se
sentirá mejor.
Tenemos agencias de relaciones públicas que se
especializan en desastres empresariales. ¿Alguno de sus productos
mata gente? ¿Lleva usted años poniendo asbesto en casas familiares?
¿Es contaminador notorio? Lo que necesita es un buen despacho de
relaciones públicas: sí, amigos míos, una campaña
multimillonaria para convencer al público de que, pese a sus problemas,
su empresa es cálida y mimosa, se preocupa por el medio ambiente
y patrocina a los Boy Scouts.
Me cuentan que en Hollywood hay agentes de relaciones
públicas que se especializan en reparar el daño que causan
las estrellas de cine a su reputación con divorcios desagradables
u otras conductas negativas. Pese a que estoy convencida de los invaluables
servicios que muchos relacionadores públicos prestan a nuestra nación,
me parece que a veces es de veras más sensato atender el problema
en sí que las relaciones públicas que lo rodean. Sospecho
que con la situación en Irak nos encontramos en ese caso.
He disfrutado la ofensiva mediática del gobierno.
Los conmovedores esfuerzos de la Casa Blanca por tratar de que los medios
de comunicación informen que el vaso está medio lleno y no
medio vacío han producido varias perlas de comedia negra. George
Nethercutt, legislador republicano por el estado de Washington, pasó
cuatro días en Irak y al regresar dijo en una conferencia: "La historia
de lo que hemos hecho en Irak es notable. Es una historia mucho mejor y
más importante que perder un par de soldados cada día".
Interjección enorme. "Olvidémonos de los
soldados muertos", que no van a mejorar nada.
Enviar cartas al director, supuestamente escritas por
soldados en servicio en Irak, para informar que todo es miel sobre hojuelas,
tampoco funcionó bien. La noticia de que las cartas fueron enviadas
sin conocimiento ni permiso de los militares captó mucho más
atención de la que hubieran podido atraer las misivas por sí
mismas.
Los esfuerzos del gobierno por inflar los resultados de
la conferencia de Madrid tampoco impresionaron a nadie. De los 18 mil millones
de dólares que solicitó, sólo 4 mil millones son donaciones:
el resto son préstamos, y quienes los concedieron quieren que se
los paguen. El presidente Bush ha estado pregonando los informes optimistas
que traen los delegados del Congreso a su regreso de Irak. Maravilloso.
Hay tanta seguridad en Irak que los delegados pernoctaban en Kuwait.
Una nota en el diario The Washington Post, firmada
por Dana Millbank, señala que el Pentágono aplica por primera
vez una política que data de la primera guerra del golfo Pérsico:
están absolutamente prohibidas las fotografías de ataúdes
cu-biertos con la bandera estadunidense. En apariencia se trata de un intento
por controlar lo que el general Hugh Shelton llama "la prueba de Dover",
la reacción del pueblo a las fotos de los ataúdes que fluyen
hacia la base Dover, de la fuerza aérea es-tadunidense, en Delaware.
El Pentágono considera que las fotos de ataúdes
erosionan el apoyo de la opinión pública a una acción
militar, así que re-suelve el problema prohibiendo las fotos. Recordar
a la gente el verdadero costo de Irak, que no es en miles de millones de
dólares sino en jóvenes estadunidenses muertos, me parece
algo que los medios están obligados a hacer. Sin embargo, la fotografía
del ataúd cubierto con la bandera de Estados Unidos es sólo
una forma de hacerlo. El programa The NewsHour, de Jim Leher, ha
estado pasando fotos de los rostros de los caídos, al final de la
emisión, en absoluto silencio.
En otro triunfo trágico de la realidad sobre las
relaciones públicas, el subsecretario de la Defensa, Paul Wolfowitz,
"se salvó por poco" del ataque al hotel Rashid, el domingo pasado,
según The Wall Street Journal. En la acción pereció
un teniente coronel y 17 personas resultaron heridas. El Financial Times
relató que Wolfowitz estaba "perturbado... sin afeitar y con la
voz temblorosa después del ataque con cohetes". No es por desearle
daño a Wolfowitz, pero fue él quien nos prometió que
esta guerra sería un "día de campo" y que los iraquíes
nos darían la bienvenida con bailes y flores. Es irónico
que tenga la oportunidad de ver los verdaderos resultados.
Desde que George W. Bush declaró que nuestra misión
estaba "cumplida" en Irak, 213 soldados estadunidenses han muerto allá
y miles han resultado heridos (el Departamento de Defensa ya no proporciona
el número de lesionados, como si con eso pudiera mejorar las cosas).
No es un problema de relaciones públicas. No puede resolverse con
informes optimistas. Sugiero que cancelemos la ofensiva de relaciones públicas
y nos concentremos en arreglar los problemas en el terreno. Cuando miramos
los verdaderos problemas, la pregunta no es si los medios están
informando mal sobre la situación, sino si hay alguien en el gobierno
que sepa lo que están haciendo. Desbandar al ejército iraquí
fue un error terrible; enviar tropas turcas será otro, de acuerdo
con quienes co-nocen la región, y los contratos corporativos concedidos
sin licitación parecen estar sólo chapeados en oro.
Casey Stengel, famoso mánager de los Yanquis
de Nueva York, preguntó una vez: "¿Hay alguien aquí
que sepa jugar este juego?"
© 2003 Creators Syndicate Inc.
Traducción: Jorge Anaya
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